martes, diciembre 16, 2008

¡Este es tu beso de despedida! ¡Perro!


Se han visto volar un par de zapatos, que casi invisibles por su velocidad, le rompían la cabeza al cretino.
Igualmente, nada hubiera cambiado si esos zapatos violentos se estrellaban contra la burlona boca del canalla, ya que los años de saqueo, bandidaje y de robo, del ejército imperial de ocupación yanqui, no iban a borrarse de la memoria de nuestra historia por una cuestión de puntería. Las toneladas salvajes de bombas ya han caído sobre Bagdad. Los misiles de los profetas de la “libertad” ya han masacrado a un pueblo indefenso y los ejércitos de ocupación han usurpado ya, un territorio que no les pertenece.
La digna, pero estéril, actitud del periodista iraquí, que arrojó el día de ayer, sus dos zapatos contra la inhumanidad de George Bush, merece igualmente una aprobación solo por el hecho de querer dañar el rostro del “perro” invasor. Fue una exteriorización de la ira, de la indignación, de la impotencia de querer vengar tanta muerte, tanta burla y tanta infamia, que se le ha obligado sufrir a un pueblo, solo por el hecho, de que los intereses del imperio demandan el saqueo de la nación iraquí.
Este hecho, la agresión de un civil al presidente de una nación, hecho grave en sí en cuanto a la cuestión diplomática se refiere, de todos modos se nos presenta como una nota de color, como se le suelen llamar a cuestiones estúpidas y sin trascendencia en los medios de comunicación, como un hecho casi sin importancia, debido a que el contexto histórico en el cual se desarrolló dicho ataque, es infinitamente más grave, que un par de zapatos en el aire, en busca de un rostro. Hay un contexto de sangre inocente derramada, destrucción, muerte, mentiras que dieron origen a una invasión injustificable, que no puede tapar ningún zapato que vuele en dirección a la cara de cualquier mandatario del Globo. Hay un trasfondo de saqueo descarado, que la potencia número uno del mundo viene ejerciendo en Iraq desde el año 2003, cuando en base a mentiras de las más disparatadas e increíbles, se lanzó a una de las tantas aventuras bélicas de su historia, declarando esta guerra que ha provocado, la destrucción de un país, el desprecio hacia una cultura milenaria y el intento de la imposición de la cultura invasora, el agudizamiento de los conflictos internos entre distintas etnias, generando el estallido de una violenta guerra civil, y la muerte de cientos de miles de civiles entre otras cosas.
No pretendo historiar, el prontuario asesino de la nación que ama sumar estrellas en su bandera; la nación que cometió el hecho más monstruoso, aberrante, violento y bestial de la historia, en Hiroshima y Nagasaki, cuando hizo estallar sobre ciudades pobladas de civiles dos bombas nucleares innecesarias para el curso de la segunda guerra mundial que ya estaba en plena etapa de culminación, y con el Japón rendido. No aceptaron la rendición nipona, y en claro deseo de imponerle al mundo su terror, y a establecerse como primera potencia mundial, cometieron ese bárbaro y criminal acto que devastó dos ciudades enteras, en plena hora pico, cuando la gente iba a sus trabajos, y los niños a sus escuelas.
No pretendo ahora escribir sobre la guerra del golfo, (primer intento de Estados Unidos en sus apetitos petroleros en Iraq), sobre la guerra de Afganistán, sobre la guerra de Vietnam, sobre la guerra de Corea, sobre el Plan Cóndor (plan de inteligencia ideado por la CIA con el objetivo de imponer en Latinoamérica en la década de los 70, regimenes militares que respondieran a sus intereses económicos y políticos, y que sirvieran para luchar contra los movimientos de izquierda surgidos en la región. No pretendo hablar ahora sobre Nicaragua, El Salvador, el Plan Colombia, Panamá, el golpe de Estado a Chávez en Venezuela, el intento de golpe de Estado a Evo Morales en Bolivia, el robo de territorio a México, la base de Guantánamo, o el bloqueo imperdonable a Cuba desde hace 46 años. Ni sobre ninguna de éstas recurrentes maniobras, que Estados Unidos ha utilizado a lo largo de su historia, con el fin de querer mantener y extender sobre el globo su área de dominio e influencia, construyendo un mundo, a su imagen y semejanza.
No pretendo escribir sobre nada de eso, mi único objetivo en este escrito, es de una sencillez elemental, que es lamentar que ese zapato no hubiera hecho sangrar el inmundo rostro del villano, y desear, que ese calzado, se reproduzca, se multiplique infinitamente, y que en una bonita y extraña metamorfosis, se convierta algún día, en piedras, en cascotes, bombas molotov, en balas justicieras, en toda clases de elementos contundentes, que arrojadas por manos heroicas, pudieran matar y ajusticiar a canallas como Bush.

Alexis Gagliardi

jueves, diciembre 04, 2008

Dos caminos frente a la quiebra mundial del capitalismo

Opciones:dos encuentros presidenciales tuvieron lugar en noviembre con el objetivo de expedirse frente al colapso financiero internacional y su ominoso presagio para el porvenir de la humanidad. El primero, convocado por George Bush reunió al G-20 en el Museo Nacional de la Construcción, en Washington. Citado por Hugo Chávez, el segundo aunó a los países del Alba y sesionó en el salón Ayacucho del Palacio de Miraflores. En la capital del imperio se acordó un documento errático y sin definiciones precisas, excepto el propósito común de restaurar el capitalismo y corregir lo que diferentes mandatarios calificaron como “excesos por falta de regulación”. En Caracas, tras diagnósticos demoledores que expusieron la gravedad de la crisis sistémica y su carácter estructural, se adoptaron medidas económicas y políticas trascendentales, como la creación de una zona monetaria común, la decisión de acabar con la hegemonía del dólar en el comercio internacional y la defensa de la multipolaridad. Si Bush pudo vanagloriarse de atraer a China, Brasil y Argentina a su reunión de potencias imperialistas, la reunión del Alba concluyó con una cena a la cual se sumó el primer mandatario ruso, en nítido esbozo del nuevo mapa político planetario que comienza a dibujar la crisis.

Sería excesivo denominarlo “Ayacucho del siglo XXI”. Pero el espíritu de Antonio José de Sucre, el vencedor de la última batalla contra el imperio español, estaba presente en el Palacio de Miraflores en la mañana del 26 de noviembre, cuando los mandatarios de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Honduras y Ecuador, acompañados por mínimas comitivas, comenzaron un debate inusual en este tipo de reuniones. Tanto, que siete horas después, tras una encendida batalla de ideas, caracterizaciones y propuestas, los jefes de Estado y de gobierno aprobaron la creación de una zona monetaria común y dieron nacimiento al Sucre, moneda de cuenta como instrumento para el intercambio que además denomina al nuevo mecanismo: Sistema Unitario de Compensación Regional.
La III Cumbre Extraordinaria de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba - TCP) no fue uno más de los innumerables encuentros presidenciales de los últimos años. No sólo porque reinó un clima diferente entre los participantes, despojados de formalidades y vaciedades diplomáticas, sino porque en línea con los rasgos que los caracterizan, Hugo Chávez, Ricardo Cabrisas, Evo Morales, Daniel Ortega, Roosevelt Skerrit, Manuel Zelaya y Rafael Correa buscaron y hallaron respuestas a la crisis que sacude al planeta desde una perspectiva no sólo autónoma sino francamente opuesta a la que sostienen los centros imperiales.

Sirena sin voz pero con poder

La verdadera significación de las decisiones del Alba aparece cuando se toma en cuenta el encuentro de presidentes en Washington. Calificar la reunión del Grupo de los 20 como un gesto vano del presidente saliente de Estados Unidos, deja de lado su verdadero objetivo estratégico. La vaciedad del documento final se explica por la imposibilidad obvia de hallar una respuesta clara –mucho menos común– al colapso capitalista. Es discutible sin embargo que el objetivo de los organizadores haya sido emitir una proclama de principios imperialistas. La insólita convocatoria tuvo otro propósito. Y no ocurrió por impulso de un presidente desprestigiado y carente de poder como nunca antes en la historia estadounidense, sino por decisión de los estrategas del Departamento de Estado, que buscaron un objetivo de estricta madera política: impedir que China y América Latina enfilaran hacia la constitución de subsistemas financieros regionales e ingresaran al nuevo escenario internacional abierto por la crisis con líneas de acción independientes de la voluntad y de los intereses del G-7 (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Canadá, Italia e Inglaterra).
El canto de la sirena del Dólar ya no tiene capacidad para extasiar a los marineros que acompañan a Ulises en el tormentoso mar de las finanzas desquiciadas. No obstante, todavía gravita lo suficiente para que algunos timoneles desvíen sus barcos del camino a Itaca, para enfilar hacia los mortales arrecifes en torno a la Casa Blanca. El saldo real de la cumbre del G-20 consiste en que China, Brasil y Argentina acudieron al llamado de Bush (los restantes países de este conjunto, sobre todo India, México, Arabia Saudí, Indonesia y Corea del Sur, no entrañan por el momento el peligro de salirse de la órbita de Washington).
En modo alguno el resultado de aquel encuentro fue concluyente en el sentido buscado por el Departamento de Estado. China está condicionada por los efectos gravísimos de la recesión mundial sobre su economía y amenazada como nadie por el eventual colapso final del dólar. Es improbable que la foto de Hu Jintao al lado de Bush garantice que Beijing y Washington recorran a la par el período por venir. Lo mismo vale para Brasil, cuya economía sufre más que ninguna en Suramérica y afronta riesgos extremos a partir de 2009. Lula sonreía incómodo a la diestra del espectro errabundo que ocupa todavía la Casa Blanca. Argentina, por su parte, golpeada doblemente por la detonación de la crisis económica y el debilitamiento político del gobierno por causas de otra naturaleza, garantiza todo menos firmeza tras un rumbo definido.
Esto no puede ocultar, sin embargo, el éxito relativo de los estrategas imperialistas: para observar sólo este hemisferio, a excepción del Alba, ninguna de las instancias regionales se reunieron para tomar cuenta de la crisis y diseñar una respuesta común. La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), formidable conquista reciente en pos de la convergencia suramericana quedó muda y paralizada, tal como le ocurrió al Mercosur, para no hablar de la moribunda Comunidad Andina de Naciones (CAN). En lugar de convocar una urgente reunión de Unasur, Brasilia y Buenos Aires acudieron a Washington. Mientras tanto, los mandatarios de Perú, Chile y Colombia se refugiaron en otra cumbre a la que acudió Bush: la de la Apec (Asia-Pacific Economic Cooperation), reunida en Lima.

¿Reversión de la tendencia?

Después de ocho años en los que una fuerza centrípeta en Suramérica produjo un drástico cambio geopolítico en detrimento del imperialismo en general y del estadounidense en particular, cabe la incógnita: ¿revierte la tendencia y una fuerza centrífuga acentuada por el colapso mundial destruirá las conquistas logradas en lo que va del siglo?
Los crecientes choques por las razones más diversas entre Brasil y Argentina, Ecuador y Brasil, Uruguay y Argentina, Paraguay y Brasil… son indicativos de la gravitación múltiple de fuerzas internas y externas que atentan contra el proceso de unión regional predominante en los últimos años. Como desde estas páginas se remarcó hace mucho tiempo, tras la gran victoria contra el Alca, una contraofensiva imperialista introdujo una cantidad de factores contrarios a la convergencia suramericana. No obstante, la fuerza disgregadora más potente proviene del papel jugado por las burguesías regionales. La competencia por los mercados prevalece y, en mayor medida cuanto más poderosas son las clases dominantes de cada país, alimenta fuerzas de choque interno. Con la irrupción de la crisis mundial, esas fuerzas objetivas se conjugan para arrastrar a gobernantes verbalmente comprometidos con el propósito latinoamericanista. Esta es la encrucijada ante la cual habrá que optar sin demora.

Pesos y medidas

Washington continúa actuando según la directriz estratégica que lo guió durante décadas: hacia donde vaya Brasil, irá América Latina. De allí el llamado al G-20. De allí, también, la trascendencia de la cumbre extraordinaria del Alba. Es obvia la gravitación económica, geográfica y poblacional de Brasil. Con el concurso pasivo de Argentina, ese peso supera largamente al de los seis países del Alba (más Ecuador). Pero la aritmética simple no siempre se lleva bien con la política. Tanto menos con la estrategia. La realidad interna de Brasil, Argentina, México y Colombia –para tomar sólo a los países de mayor peso económico– no conjuga con una orientación que lleve a subordinarse a las necesidades de las metrópolis imperiales. Gobernantes, intelectuales y medios de prensa no parecen haber asumido todavía la magnitud de la crisis que se descargará sobre el mundo entero. Se precipite o no el colapso en el futuro inmediato, la economía mundial marcha hacia una depresión sin precedentes en la historia del capitalismo. Está en ciernes una volcánica transformación política que en diferente grado pero con pareja violencia cambiará el mapa de Alaska a la Patagonia. Los tradicionales aparatos políticos de las clases dominantes –sin excluir a los partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos– saltarán por los aires. El fascismo será el desemboque inevitable de todas aquellas tendencias que rechacen una perspectiva basada en las necesidades de los pueblos.
Es en este cuadro que cobran su verdadera dimensión los acuerdos alcanzados en Caracas por los países del Alba. En la declaración final de la Cumbre queda afirmada la decisión de “construir una zona monetaria que incluya inicialmente a los países miembros del Alba (la Mancomunidad de Dominica participaría en calidad de observadora) y a la República del Ecuador, mediante el establecimiento de la unidad de cuenta común Sucre (Sistema Unitario de Compensación Regional) y de una cámara de compensación de pagos. La creación de esta zona monetaria se acompañará del establecimiento de un fondo de estabilización y de reservas con aportes de los países miembros, con el fin de financiar políticas expansivas de demanda para enfrentarse a la crisis y sostener una política de inversiones para el desarrollo de actividades económicas complementarias”. Los mandatarios presentes aprobaron por unanimidad la decisión de crear “una zona económica y monetaria del Alba-TCP que proteja a nuestros países de la depredación del capital transnacional, fomente el desarrollo de nuestras economías y constituya un espacio liberado de las inoperantes instituciones financieras globales y del monopolio del dólar como moneda de intercambio y de reserva”. Y afirmaron la decisión de “articular una respuesta regional, impulsada por el Alba-TCP, que busque la independencia respecto a los mercados financieros mundiales, cuestione el papel del dólar en la región y avance hacia una moneda común, el Sucre, y contribuya a la creación de un mundo pluripolar”. Desde su perspectiva antimperialista y en dirección al socialismo del siglo XXI el Alba pasó de la palabra a la acción, en claro contraste con el resto de los países. A mediados de diciembre los presidentes de Suramérica volverán a reunirse, esta vez en Brasil. Nada definitivo saldrá de allí. Será un episodio más en la lucha por definir un rumbo. No obstante, allí jugará su destino más de un gobierno. Y se verá con mayor nitidez qué camino toma cada quien en la encrucijada histórica del continente.

Por Luis Bilbao
Fuente: América xxi

miércoles, noviembre 26, 2008

El G-20, El G-21 y El G-192



Como si no existiesen suficientes causas para enloquecer, la proliferación de siglas con motivo de la crisis se multiplica de tal modo, que nadie acaba de entenderlas. La primera fue la del G-20, grupo selecto que en Washington pretendió representar a todos; la segunda, el grupo también selecto de APEC que se reunió en Lima; ahí estaban presentes el país más rico, Estados Unidos, en el número uno, con un PIB per cápita de 45 mil dólares por año, y el que ocupa alrededor del número 100, la República Popular China, con 2 483, el mayor inversor en Bonos del Tesoro de aquel país.
El G-192 es como el presidente Leonel Fernández, de la República Dominicana, que no está en ninguno de los dos, denomina a tal grupo, aludiendo a la cifra de miembros de las Naciones Unidas en una conferencia económica con la participación de Joseph Stiglitz, Premio Nóbel de esa ciencia.
George Soros, gran magnate de origen húngaro y ciudadano norteamericano inmensamente rico, escuchaba entre otras importantes personalidades.
Es tarea de ajedrecistas desentrañar los argumentos de tan diversos intereses nacionales y empresariales de los grupos G-20 y G-21.
Lo real es que, si un país del Tercer Mundo suscribe a la vez acuerdos de libre comercio con ocho o diez países desarrollados o emergentes, entre los cuales algunos se caracterizan por ser productores tradicionales de mercancías abundantes y atractivas a bajo costo o productos industriales sofisticados, como Estados Unidos, Canadá, Japón, Corea del Sur, etcétera, la naciente industria de un país en desarrollo tendrá que competir con los sofisticados productos que salen de la industria de los más desarrollados o de las manos laboriosas de sus poderosos socios, uno de los cuales maneja a su antojo las finanzas mundiales. Les correspondería sólo el papel de productores de materias primas baratas requeridas de grandes inversiones que serán en todo caso propiedad extranjera con plenas garantías contra veleidades nacionalizadoras. No les quedaría más que las manos extendidas esperando el piadoso apoyo al desarrollo, y una eterna deuda a pagar con el sudor de sus hijos. ¿No es acaso lo mismo que ha ocurrido hasta hoy?
Por ello no vacilo en solidarizarme con la posición de Chávez, cuando afirma que no está de acuerdo con la receta de Lima. Sobran razones. Observemos el desarrollo de los acontecimientos, exigiendo derechos sin ponernos de rodillas.

Por Fidel Castro.
Fuente: Diario digital Granma.
www.granma.cu

jueves, noviembre 13, 2008

Punto de partida hacia el sumak kawsay


Refundación: la nueva Carta Magna de Ecuador fue aprobada por el 64% de los votos en el referendo constitucional del 28 de septiembre. La Constitución, única en el mundo por reconocer derechos a la naturaleza, garantiza la gratuidad de la enseñanza –incluido el nivel universitario– la salud y los servicios sociales. En consonancia con el sumak kawsay (buen vivir) y la economía social, el Estado recupera la potestad sobre los recursos naturales estratégicos asegurando la soberanía alimentaria y energética. La banca pasa a ser un servicio público, se prohíbe la estatización de las deudas privadas y se establecen auditorías ciudadanas para controlar el endeudamiento externo contraído por el Estado. Además se garantiza el acceso al agua, la tierra, los insumos, las maquinarias y el crédito. En 444 artículos el cuerpo jurídico da nacimiento a un nuevo concepto de nación.
El 28 de septiembre pasará a la historia. El 64% de la ciudadanía votó por el Sí a la nueva Constitución redactada por la Asamblea Constituyente que durante 2007 trabajó incansablemente retomando reclamos y luchas históricas de los movimientos sociales y políticos, indígenas y campesinos. Dos visiones opuestas del futuro estaban en juego en el referendo y los ecuatorianos optaron por enterrar definitivamente un sistema de opresión, saqueo e injusticia. La nueva Carta Magna plantea un giro de 180 grados en las relaciones entre el Estado, la sociedad y el mercado. En el ámbito del desarrollo establece que el centro del crecimiento es el ser humano y el objetivo es alcanzar el sumak kawsay o buen vivir, retomando la cosmovisión de la nacionalidad Kichwa. Lograr un estado de armonía entre los seres humanos, la comunidad y la naturaleza es la base del buen vivir. Por primera vez en la historia de Ecuador, un texto constitucional reconoce y valora el aporte de los pueblos originarios a la creación de un nuevo pacto de convivencia en la diversidad. Para la nueva Constitución, el sumak kawsay implica contar con un sistema económico que promueva la igualdad a través de la redistribución de los beneficios del desarrollo tanto social como territorial. El sistema de inclusión social busca el mejoramiento de la calidad y esperanza de vida de la población y el despliegue de sus capacidades y potencialidades. La participación juega un rol clave para alcanzar el buen vivir, pues a través de ella se potencia y promueve la democracia.
Además, la nueva Constitución es la primera en la historia de la humanidad en reconocer derechos a la naturaleza. Pero el sumak kawsay no se agota en las relaciones internas y en la convivencia nacional, también se plantea las relaciones con otros Estados. La garantía de la soberanía nacional, la integración latinoamericana y la inserción estratégica en el contexto internacional forman parte de los postulados de la nueva Constitución. Además, a través de un proceso efectivo de descentralización y autonomía regional, propone un nuevo ordenamiento territorial para terminar con la desigualdad entre las regiones más ricas y las más pobres.

El fin de la economía de mercado

Actualmente Ecuador es el tercer país con mayor desigualdad económica en Suramérica, después de Brasil y Paraguay, y el segundo país con más bajos índices de desarrollo humano, después de Bolivia. Los beneficios del crecimiento económico nunca llegaron a la mayoría de la población y se repartieron entre las reducidas elites económicas y políticas. Durante la “larga noche neoliberal” el mercado pasó a ser el motor del desarrollo y todo fue convertido en mercancía: la salud, la educación, incluso la naturaleza. Las empresas empezaron a comercializar el agua, y el mercado se convirtió en el gran regulador, dejando de lado el papel del Estado en la economía. Se introdujo entonces la dicotomía entre Estado o mercado, desconociendo las necesidades y los derechos de la sociedad y la naturaleza como fuerzas dinamizadoras de cualquier iniciativa de desarrollo.
La nueva Carta, al contrario, establece que para alcanzar el sumak kawsay se debe pasar de la economía de mercado, enarbolada en la Constitución anterior, a la economía social y solidaria, regulada por el Estado. La soberanía alimentaria y energética, el comercio justo, el pleno empleo y el consumo social y sustentable son los ejes de esta forma de entender a la economía.
Los postulados sobre el buen vivir y la soberanía económica se concretan en una serie de disposiciones que dan cuenta del verdadero cambio entre un modelo de desarrollo depredador y una apuesta por un modo de vida inclusivo, respetuoso de la diversidad y de la naturaleza.
A diferencia de la Constitución de 1998, la nueva Carta establece que los pequeños y medianos productores tendrán prioridad para las compras públicas. No es casual que uno de los elementos nodales en las negociaciones de los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos hayan sido las compras públicas. En el caso ecuatoriano, en 2007, el presupuesto general del Estado fue de 10 mil millones de dólares, de los cuales el 50% se destinó a compras públicas. En la economía de mercado, las grandes empresas nacionales y transnacionales se benefician con estas compras en desmedro de la calidad de vida de la mayoría de la población.
En relación a la banca los avances logrados con la nueva legislación son significativos. Hay que recordar que Ecuador sufrió en 1999 la peor crisis bancaria de su historia reciente: millones de personas perdieron todos sus ahorros y el Estado, en un intento desesperado por salvar a la banca, gastó 8.500 millones de dólares, casi todo su presupuesto general anual. Esta crisis provocó la emigración masiva de millones de ecuatorianos al exterior.
En la nueva Constitución la banca pasa a ser un servicio de orden público. Se prohíbe el congelamiento de las cuentas de los depositantes, los banqueros no podrán tener empresas ajenas a su actividad, ni medios de comunicación, y se asegura la democratización del crédito.
Por otra parte, la precarización laboral, una de las consecuencias de la liberalización del mercado de trabajo pregonada por el Consenso de Washington llevó a que en Ecuador tuviera lugar la tercerización a gran escala. Los trabajadores eran contratados por empresas intermediarias que no les aseguraban sus derechos laborales básicos. La nueva Constitución prohíbe toda forma de tercerización e intermediación laboral.

Recuperación de los
recursos estratégicos


En la Constitución de 1998 los sectores estratégicos de la economía fueron eliminados de un plumazo, abriendo las puertas a la privatización. La nueva Constitución recupera la noción de sectores estratégicos y prohíbe su privatización. Además incorpora al agua como un sector estratégico. La energía, las telecomunicaciones, los recursos naturales no renovables, el transporte y la refinación de hidrocarburos, la biodiversidad y el patrimonio genético, así como también el espectro electromagnético son considerados propiedad del Estado y por ende, de los ciudadanos.
Respecto a la deuda externa, se prioriza la inversión social por sobre el pago de la deuda, se prohíbe la estatización de deudas privadas y se establecen auditorías ciudadanas para controlar el endeudamiento externo contraído por el Estado. Además se garantiza el acceso equitativo y la democratización de los medios de producción: la utilización del agua, la tierra, los insumos, las maquinarias y el crédito. En el campo social, se garantiza la educación laica, gratuita y de calidad hasta el nivel universitario. La salud, incluyendo las medicinas para todo tipo de enfermedades, también debe ser gratuita. Se universaliza la seguridad social, incluyendo a amas de casa, trabajadores autónomos, migrantes, niños y jóvenes y se prohíbe su privatización.
La nueva Constitución fue desde su concepción un verdadero ejemplo de ejercicio democrático. La aprobación de la Carta por el 64% de los votos así lo demuestra. “La primera etapa de la Revolución Ciudadana ha culminado con éxito y de manera contundente”, aseguró el presidente Rafael Correa.

Desde Quito, Ana María Larrea Maldonado
Fuente: Revista América XXI

viernes, noviembre 07, 2008

Un descomunal desafío


Narran los historiadores políticos que Franklin D. Roosevelt mantuvo silencio económico entre su elección en 1932 y su asunción en 1933, dejando que Herbert Hoover siguiera con las políticas que habían dado la Gran Depresión a Estados Unidos y al mundo. Barack Obama ha decidido que no tiene margen para repetir aquella mudez de su predecesor El presidente electo está negociando ya en el Congreso una asignación excepcional de al menos 100.000 millones de dólares para aplicarla en obra pública, subsidios de desempleo, asistencia energética para el invierno y ayuda alimentaria que podría ser aprobada antes de fin de mes. ¿Está de regreso el neokeynesianismo? Sí, pero el gesto habla de otra cosa: el escaso tiempo del que gozará Obama para festejar su triunfo antes de hacer frente al monstruo de la herencia.
Es una tarea delicada porque el presidente George W. Bush mantendrá la facultad de veto durante otros 70 días y, curiosamente, el primer examen de Obama será rendido no en la Casa Blanca sino en el Congreso al que regresará hasta ser ungido como el 44º presidente de Estados Unidos.Es casi difícil darle la bienvenida a la Casa Blanca. En primer lugar conviene tener presente que, si bien Obama cuenta con un mandato fuerte y mayoría legislativa, la diferencia en el voto popular con su rival John McCain no fue un alud como los demócratas hubiesen deseado. ¿Qué habría pasado si no hubiese habido el síndrome de hastío con Bush? Hay un país aún dividido por mitades y este dato será tomado en cuenta por la oposición republicana cuando termine de lamerse las heridas y piense en regresar.
Cabe señalar que en los últimos 25 años nunca esa derecha republicana se ha encontrado más alejada del poder, incluyendo los ocho años de Bill Clinton que en los 90 pensó que debía asumir la agenda sus adversarios.
Frente a sí Obama tiene la crisis económica más profunda y deletérea de los últimos cien años que está arrastrando a la economía internacional. En buena medida es uno de los factores que han hecho de Obama una suerte de candidato internacional festejado por públicos en diversos países. La demanda de un liderazgo que atempere la crisis; el otro es la pesada realidad de ocho años de Bush y su desprecio por el derecho internacional.
Esta crisis obligará en lo inmediato al presidente electo a algo más: a formar un gabinete y equipo de gobierno de modo rápido para ofrecer una idea de que ya está en movimiento. Tanta es la expectativa que ha despertado con su campaña que deberá ser cuidadoso con las posibles decepciones.
Tendrá que lidiar con por lo menos tres guerras en curso: Irak, Afganistán y la estrambótica "guerra contra el terror". El blanco y negro del discurso de campaña ya se está volviendo gris. En Irak ningún desacople será inmediato y Obama ya ha prometido consultar con el gobierno iraquí antes de tomar decisiones mayores. Dos años parecen ser ahora el plazo que asumiría el nuevo presidente para retirar a sus soldados de las arenas del Golfo Pérsico. Hay que pensar que, para cuando ocupe la Casa Blanca, esa guerra habrá costado unos tres billones (millones de millones) de dólares según el cálculo más serio.Obama ha prometido cerrar el virtual campo de concentración que Estados Unidos tiene en Guantánamo. No le será tan sencillo, dicen los juristas. Bush dejará una trama legislativa que será muy complejo deshacer y que, entre otras cosas, protege la continuidad de Guantánamo.
En Afganistán la cosa es más compleja porque Obama ha asegurado que allí triunfará sobre Al Qaeda, la fantasmal organización que --curiosamente-- ha mantenido un silencio casi absoluto durante la campaña y las elecciones. Un aumento de tropas allí no sería sorprendente. De Obama, América latina aguarda una mayor aceptación del multilateralismo y, por cierto, receptividad a la hora de decidir qué hacer con la crisis económico-financiera. Quizá con Venezuela y con Cuba se vean los primeros indicios si la primera premisa es cierta. Pero en lo segundo se enfrenta a mucho margen de conflicto; los demócratas siempre han sido, en lo comercial, más proteccionistas que los republicanos y, además, el proteccionismo parece ser una de las enfermedades cercanas en todo el planeta.


Por Oscar Raúl Cardoso
Fuente: Adentro y afuera Blogs clarin.

domingo, noviembre 02, 2008

Marx, más vigente que nunca


La semana pasada, un vocero de la editorial berlinesa Karl-Dietz anunció que la obra esencial del filosofo Karl Marx, "El capital", estableció un nuevo record de ventas en Alemania. ¿Casualidad? No, en lo más mínimo.
La crisis financiera que golpea a la superpotencia mundial, Estados Unidos, y al resto de los países del mundo colocó a los pensamientos del escritor germano en el centro de la escena político-económica del mundo.
Marx elaboró una crítica al sistema capitalista liberal, desperdigado por los países industrializados después de la revolución de 1848. Durante ese período, el pensador alemán abandonó su residencia y deambuló por varias partes del mundo debido a sus ideas. Marx anticipó la debacle del capitalismo y a pesar de los años que lleva editado el "Capital", su contenido se adapta facilmente a la actual situación caótica provocada en el centro de las finanzas mudiales.
“No está muerto y hay que tomarlo en serio”, afirmó el arzobispo de Munich, Cardenal Reinhard Marx, en una entrevista al semanario alemán Der Spiegel (El Espejo), al referirse a la teoría del pensador alemán. Además el prelado fue mucho más lejos al sostener que su homónimo tenía razón respecto al capitalismo.
La cita no es menor y contiene un gran significado. Primero porque el Marx de la iglesia es secretario de la Conferencia Episcopal alemana y un teólogo muy cercano y respetado por el Papa Benedicto XVI.
Y, Segundo, porque el Vaticano no ha sido un gran devoto de la teoría de Marx a lo largo de su vida, por lo menos nunca salió en defensa de sus teorias, especialmente durante el período de exilio y pobreza del filósofo.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el actual jefe de la iglesia Católica es fiel al conservadurismo y pocas veces se lo escuchó sentenciar al sistema capitalista en sus homilías dominicales o visitas papales, por ejemplo, la última que realizó a Estados Unidos. Por eso es doblemente importante el reconocimiento del cardenal alemán al autor del "Capital".
Tampoco nos debería llamar demasiado la atención el reconocimiento de un miembro de la iglesia al impulsor del marxismo. Los líderes mundiales, defensores del capitalismo liberal, George Bush, Nicolás Sarkozy, impulsaron recetas que nada tienen que ver con las reglas del mercado, las que han defendido a rajatablas durante los últimos diez años.
Seguramente, la quiebra de bancos, los despidos y los desalojos, hizo que estos líderes mundiales se inclinaran por una mayor regulación por parte del Estado en el sistema financiero.
Según algunos especialistas es tan grande la magnitud de la crisis que Norteamérica corre el riesgo de perder el status de superpotencia.
“Estados Unidos seguirá siendo un actor importante pero no podrá reconquistar su posición dominante frente a la multiplicación de los centros de poder, con Europa Occidental, China, Brasil, India”, vaticinó Nikolai Kondratieff, investigador del Departamento de Sociología de Yale y ex presidente de la Asociación Internacional de Sociología.
En la misma dirección, el historiador Eric Hobsbawn sostuvo que la debacle financiera es el equivalente al colapso de la URSS y el final de una era.
Más allá de estos diagnósticos no favorables para los defensores del capitalismo y de las economías de los países desarrollados y en vías de desarrollo, no está claro que sucederá en los próximos años y nadie se anima a arriesgar que pasará con el sistema capitalista.
Lo que si es cierto es que hoy las líneas escritas por Marx son ojeadas por muchos hombres (presidentes, políticos, economistas, curas, ciudadanos) críticos –antes de esta crisis- de su teoría pero que ahora no encuentran otro remedio que darle la razón.

Por Juan Mansilla


Carlos Marx nació en Tréveris en 1818, hijo de un abogado judío. Estudió en Bonn y en Berlín y se doctoró en Jena en 1841 con una disertación sobre la filosofía de Epicuro. En vista del trato de que fué objeto su amigo, el profesor de Teología Bruno Bauer, y en atención a él, renunció a su intento de lograr una cátedra de profesor agregado en Bonn. Marx fué primero colaborador y luego director de la Rheinische Zeitung, hasta que, habiendo sido suprimido este periódico, pasó a París en 1843, y allí, junto con el neohegeliano Ruge, esforzóse por editar los Anuarios francoalemanes. Fué también en Paris donde trabó amistad con Federico Engels.Marx, que en sus estudios se había ocupado principalmente de la filosofía hegeliana, tuvo en Francia ocasión de conocer el socialismo más de cerca. Expulsado del país a instancias del Gobierno prusiano, trasladóse en 1845 a Bélgica, donde, en 1847, publicó contra Proudhon la Misère de la philosophie y, en colaboración con Engels, escribió el Manifiesto del Partido comunista.
La revolución de 1848 llevó a Marx de nuevo a París y a Colonia, iniciando en esta última ciudad la publicación de la Neue Rheinische Zeitung. Allí se agregó a su círculo Lassalle. Expulsado de Alemania y de Francia, Marx pasó a Londres en 1849. En la capital de Inglaterra dedicóse, junto con Engels, al estudio de esta nación, la más avanzada socialmente (1), y de sus trabajos verificados en el British Museum surgieron sus obras más importantes. La familiarización con las condiciones de trabajo de la Gran Bretaña constituye el tercero de los momentos cruciales en la carrera ideológica de Marx.
En 1864 pasó a ocupar un puesto destacado en la Asociación Internacional de Trabajadores, de reciente creación; puesto que abandonó cuando el fracaso de la Commune de Paris, y la oposición interna de los grupos anarquistas acaudillados por Bakunin le hicieron creer inútil la persistencia en la lucha.
Karl Marx, discípulo de Ricardo, vive la primera gran crisis del capitalismo industrial en la década de 1830 y la consecuente crisis política de 1848. Tiene por tanto que dar una explicación de esas convulsiones. La teoría que elabora predice la evolución socioeconómica futura e invita a los trabajadores a participar activamente acelerando la transformación del sistema.

viernes, octubre 31, 2008

La movilización masiva rompió el cerco






Desempate: por votación conjunta de los parlamentarios del MAS y fracciones de la derecha opositora, más de dos tercios del Congreso Nacional aprobó la convocatoria a un referendo constitucional para el 25 de enero de 2009. Este resultado ha sido efecto directo de las modificaciones hechas al proyecto de Constitución aprobado en diciembre de 2007. Contrariamente a lo que difunde la derecha, no ha habido un cambio radical del texto. Sí lo hubo en un tema: la tierra. Ese paso atrás se muestra como el inevitable sacrificio que los movimientos sociales, principalmente indígenas y campesinos, han tenido que hacer para salir del empate catastrófico que aprisionaba a la revolución. Si bien la constitución de un nuevo Estado deberá recorrer todavía un largo sendero en el que las amenazas quizá sean mayores, las clases antes subalternas son ahora gobernantes. El camino hacia la construcción de una sociedad no capitalista ha vencido uno de los obstáculos más importantes.
En la tarde del martes 21 de octubre, miles de voces de indígenas y de trabajadores, confundidas en un abrazo y con la garganta contenida por la emoción, le daban vivas a la aprobación de una ley por la cual el 25 de enero de 2009 el pueblo boliviano deberá decidir si aprueba o no la nueva Constitución Política del Estado. La satisfacción no era para menos. Se había roto el cerco con el que la ultraderecha, respaldada firmemente por los Estados Unidos, tenía aprisionado al proceso de cambio estructural que lidera el presidente Evo Morales.
La aprobación del texto constitucional se da por descontada en enero. Más que el cumplimiento de una formalidad prevista por la ley de convocatoria de la Asamblea Constituyente en el primer trimestre de 2006, será en realidad el resultado de “18 años de marchas de un pueblo, que desde lo más profundo de la tierra, desde los barrios, desde los sindicatos, desde las universidades, desde las fábricas, desde las minas, salió para decir que nunca más iba a haber una Bolivia sin la gente, sin los bolivianos, sin los trabajadores, sin la gente sencilla, sin la gente humilde”, como afirmó el vicepresidente boliviano Alvaro García Linera.
Valió la pena la caminada de siete días y la vigilia frente al Congreso Nacional. El triunfo va más allá de la legalidad. Es la resolución del largo empate catastrófico o el poder dual –como quiera leerse– entre un bloque nacional-indígena-popular que levanta un proyecto social y estatal distinto al experimentado en más de 500 años de colonialismo y dos décadas de secante neoliberalismo, y un viejo bloque de clases dominantes aferrado en dos años y ocho meses a un pasado que ya no tiene cabida. “Siento de verdad que este proceso de cambio no se interrumpe. Digan lo que digan y hagan lo que hagan, no volverá el neoliberalismo a Bolivia”, aseguró Morales ante sus seguidores.
La movilización social derrotó, menos de un mes atrás, el golpe de Estado que la ultraderecha puso en marcha contra el presidente indígena y ahora, con una derecha dividida, la revolución ha dado un paso fundamental.

La tierra, asignatura pendiente

La conquista de la cúspide ha demandado, sin embargo, concesiones en el proyecto de Constitución. Para medirlas en su exacta dimensión deben ser analizadas desde la perspectiva larga de la historia que está siendo escrita por aquellos vilipendiados –como suele decir frecuentemente Morales– que en la colonia (continúa pág. 24)
y la vieja república estaban subsumidos por autoridades, dirigentes, partidos e intereses que no eran los suyos.
La más importante es la referente a la tierra, ya que independientemente de que el máximo de propiedad agraria sea de 5 mil ó 10 mil hectáreas –lo que será definido en el referendo dirimidor de enero– su aplicación no tendrá carácter retroactivo. Se han levantado legítimas voces de crítica y desconcierto porque en una primera instancia los latifundistas parecen estar a salvo.
El precio de contar con una nueva Constitución es demasiado alto y, como no podía ser de otra manera, la modificación del carácter de la tenencia de la tierra, en la que cerca de 32 millones de hectáreas están en pocas manos y cuatro millones en propiedad de los campesinos e indígenas, ha quedado como una de las asignaturas pendientes de la revolución boliviana.
A manera de consuelo, quedó implícita la tarea del gobierno de Morales de poner en marcha un serio proceso de saneamiento de la propiedad rural, que es la única manera de revertir y expropiar las millones de hectáreas adquiridas por la burguesía agroexportadora y latifundista durante las dictaduras militares y los gobiernos neoliberales. Ese parece ser el único instrumento que por lo pronto tendrán a mano los movimientos sociales hasta que una modificación del texto constitucional sea posible en el próximo período del líder indígena (2009-2014), quien aspira a tener el control del Congreso con más de dos tercios.
De hecho, una de las principales lecciones que arroja las condiciones y los términos en que fue aprobada la convocatoria al referendo constitucional, según se desprende de varios análisis y comentarios, es que los movimientos sociales deben avanzar hacia un mayor protagonismo en el diseño y ejecución del poder.

La derecha, dividida

La orfandad social de la derecha es contundente. La ultraderecha se ha aislado y con serias fisuras internas entre prefectos y dirigentes cívicos opositores, su suerte parece estar echada luego de que sus voceros anunciaran la campaña por el No al proyecto de Constitución. Por contrapartida, los opositores que viabilizaron en el Congreso el llamado a la consulta y las modificaciones al texto constitucional se esfuerzan por arrebatarle el triunfo al Gobierno y a los movimientos sociales. Uno de los que ha ingresado en la aplicación de esa táctica es el jefe de Podemos, Jorge Quiroga, quien nunca dejó de alentar a sus correligionarios para bloquear el proceso constituyente, según ha denunciado el jefe de la bancada parlamentaria del MAS, César Navarro.
La preocupación de la derecha ya no es la aprobación de la nueva Constitución. La saben inevitable y está dispuesta a sacarle provecho como punto de partida para las elecciones generales de diciembre de 2009. La ausencia de un liderazgo nacional y las serias señales de dispersión que se han experimentado en los últimos meses se convierten en sus principales adversarios. Antes de pensar en la constitución de un frente de “todos contra el MAS”, al que ha convocado el alcalde de Potosí, René Joaquino, el mayor problema de la derecha se encuentra en la ausencia de partidos. Podemos está en proceso de fragmentación, UN (Unidad Nacional) de Samuel Doria Medina y el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) están debilitados. Tan es así que el prefecto de Beni, Ernesto Suárez Sartori anunció la fundación de su partido. Por lo demás, no pocos opositores que alentaron la organización de grupos paramilitares, la toma de instituciones públicas y la voladura de gasoductos serán objeto de procesos judiciales, “ya que el acuerdo por la Constitución no implica un acuerdo por la impunidad”, como ha sentenciado el viceministro de Justicia, Wilfredo Chávez.

Los desafíos

Luego de romper el cerco que la burguesía le tendió al proceso de cambio, los desafíos para el Gobierno se dibujan en el plano de la construcción de la nueva institucionalidad y en la gestión económica, según ha reconocido el presidente Morales al expresar que la derecha se opuso a que las elecciones sean en junio de 2009 porque piensan encontrar en diciembre a un “Evo destrozado política, económica y financieramente; en vano están calculando eso”. Sin embargo, los riesgos no pueden ser subestimados. A falta de propuesta, la derecha confía en que la crisis global del capitalismo, del que fueron sus fieles feligreses, afecte la economía boliviana y decepcione a la población. Una apuesta a la misma táctica que desarrollaron durante los primeros meses de 2007 al poner en marcha una campaña de desabastecimiento de los artículos de primera necesidad y de anuncio de cierre de empresas; solo que esta vez con la complicidad de un orden capitalista mundial que no sabe cómo salir del abismo.
“Vamos a prepararnos y nuestro plan es llegar con más fuerza”, sentenció Evo Morales al recordar las difíciles condiciones en las que tuvo que enfrentar la lucha política y con una clara señal de que piensa superar el 54% de diciembre de 2005 y el 67,41% de apoyo recibido en el referendo revocatorio de agosto.

Desde La Paz, Hugo Moldiz Mercado.
Fuente: Revista América XXI

miércoles, octubre 29, 2008

¿McCain y una derrota anunciada?


Algunas voces del espectro político estadounidense han comenzado a analizar una derrota que, en los hechos, aun no se ha producido: la de John McCain en las elecciones presidenciales para las que falta una semana. La mayoría de esos post mortem avanzados provienen de las filas republicanas.
Resulta que dar por sentado el triunfo de Barack Obama se ha convertido en el aire de los tiempos que corren. Curiosamente, este clima no se refleja aun en las encuestas donde las diferencias a favor del demócrata no superan los diez puntos. Más aún, en algunos estados -dicen los más recientes sondeos- las diferencias entre los candidatos se reducen, aunque por lo general todavía favorecen a Obama.
No es la diferencia que anticipa un alud demócrata, pero esta certeza de la suerte echada fue descrita ayer en The New York Times por el columnista conservador William Kristol: "La campaña de Obama marcha hacia la victoria más amplia, con un candidato que no es presidente en ejercicio, desde 1932 y el Partido Demócrata está abriéndose camino al mejor año presidencial y legislativo desde 1964".
Más aun: la especulación más corriente es que los demócratas reforzarán sus mayorías legislativas en ambas cámaras. En el Senado, dicen estos pronósticos, obtendrían los 60 votos necesarios para evitar la acción opositora de obstrucción conocida como "filibuster" (filibustero), una situación de privilegio que los demócratas no conocen desde Jimmy Carter a fines de los 70.
En algunos casos esta veta de derrota asumida es increíblemente detallista. Por ejemplo hay quienes creen que McCain selló su suerte el día que eligió como compañera de fórmula a Sarah Palin, la gobernadora de Alaska.
La lógica de quienes asumen esta causa para la derrota autoprofetizada muestran la leve ventaja de la que McCain gozaba después de la última convención republicana y cómo desde entonces se ha deshecho con Palin compartiendo el escenario.
Una de las voces es la del senador por Carolina del Sur, Lindsey Graham, quien a la vez es un amigo y asesor de McCain. Graham ha dicho en público que McCain cometió un serio error en el caso de Palin.
El ex gobernador de Pennsylvania, Tom Ridge, anunció que ese estado -donde McCain invirtió fuerte- se perderá por el daño causado por la candidatura de Palin.
Ridge puede estar sangrando por la herida por haber sido uno de los aspirantes a la candidatura vicepresidencial, pero lo cierto es que muchas encuestas cualitativas apuntan en la misma dirección. Palin parece haber satisfecho las expectativas en un solo campo: la consolidación de la base más conservadora, pero se ha deteriorado en su imagen como apta para el cargo y aun entre las mujeres que votarán en una semana.
Un duro golpe fue la compra de 150.000 dólares en ropa y accesorios para Palin y su familia que realizó el Partido Republicano. O el hecho de que en octubre el integrante del equipo de campaña de McCain que resultó mejor pago fue la maquilladora de la candidata (28.000 dólares por quince días).
Otro síntoma de descomposición está dado por el surgimiento de revelaciones sobre un enfrentamiento con sordina entre los equipos de Palin y McCain. Tanta realidad sombría podría curarse con una victoria, pero no parece estar ya al alcance.

Por Raúl Cardoso
Fuente: Clarin Blog

lunes, octubre 20, 2008

Reflexiones de Fidel: Lo insólito

El domingo 12 de octubre, los países de la Eurozona acordaron un plan anticrisis por iniciativa de Sarkozy, Presidente de Francia.
El lunes 13, se anuncian las cifras multimillonarias de dinero que los países de Europa lanzarán al mercado financiero para evitar un colapso. Las acciones subieron con las sorprendentes noticias.
En virtud de los acuerdos mencionados, Alemania había comprometido, en la encuesta de rescate, 480 mil millones de euros; Francia, 360 mil millones; Holanda, 200 mil millones; Austria y España, 100 mil millones cada uno, y así sucesivamente hasta alcanzar, junto con la contribución de Gran Bretaña, la cifra de 1,7 millones de millones de euros, que ese día —ya que varía constantemente la relación de cambio entre una y otra moneda— equivalían a 2,2 millones de millones de dólares, que se sumaban a los 700 mil millones de dólares de Estados Unidos.
Las acciones de las grandes corporaciones que no se habían arruinado vieron una subida abrupta de su valor que, aunque estaba lejos de compensar las pérdidas sufridas en los nueve días trágicos, les permitirá a los políticos y banqueros del capitalismo desarrollado disfrutar de una dosis de oxígeno.
Ese mismo día por la noche, el Primer Ministro de Italia, Silvio Berlusconi, en un banquete efectuado en su honor que tuvo lugar en la Casa Blanca, hace un discurso rindiendo culto a Bush: "Confiamos en el Presidente que tuvo el coraje de poner en práctica lo que consideraba justo, lo que debe hacer para sí, para su pueblo y para el mundo."
¡Realmente se pasó de rosca!
También ese día 13, el Premio Nobel de Economía correspondiente al 2008 es otorgado al ciudadano de Estados Unidos Paul Krugman. Se trata sin duda de un defensor del sistema capitalista, pero es a la vez muy crítico del presidente Bush.
Bajo el título de Gordon lo ha hecho bien, publicado el día 14 en El País, expresa diversas ideas, algunas de las cuales merecen recogerse textualmente:
"Lo natural es afrontar el problema de la falta de capital financiero haciendo que el Estado proporcione a las instituciones financieras más capital a cambio de una parte de su propiedad...
"Esta especie de nacionalización parcial temporal también era la solución preferida en privado por Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal.
"Al anunciar su plan de ayuda financiera de 500 mil millones de euros, Henry Paulson, secretario del Tesoro estadounidense, rechazaba este camino evidente, alegando que ‘eso es lo que se hace en caso de quiebra’.
"El gobierno británico ha ido directamente a la raíz del problema y ha actuado con asombrosa velocidad para solucionarlo."
"Paulson —tras haber malgastado supuestamente varias semanas muy valiosas— también ha dado marcha atrás y ahora pretende comprar acciones bancarias en lugar de activos hipotecarios tóxicos.
"Como ya he dicho, todavía no sabemos si esas medidas funcionarán... Esa visión clara ha tenido que proceder de Londres y no de Washington.
"Es difícil evitar la sensación de que la respuesta inicial de Paulson estaba distorsionada por la ideología. Recuerden que trabaja para un gobierno cuya filosofía puede resumirse en que ‘lo privado es bueno; lo público, malo’."
"En todo el ejecutivo, los profesionales expertos han sido destituidos; quizás no quede en el Tesoro nadie con la estatura y la trayectoria necesarias para decirle a Paulson que lo que hacía no tenía sentido.
"Por suerte para la economía mundial, lo que están haciendo Gordon Brown y sus ministros sí tiene sentido. Y quizás nos hayan mostrado el camino para superar esta crisis."
Ni siquiera el Premio Nobel de Economía 2008 está seguro, como confiesa, de que esas medidas funcionarán.
Son cosas insólitas.
El martes 14, las acciones en las Bolsas bajaron de precio algunos puntos. Las sonrisas fueron ya más estereotipadas.
Los países capitalistas europeos, saturados de capacidad productiva y mercancías, desesperadamente necesitados de mercados para evitar paros de obreros y los especializados en servicios, ahorristas que pierdan su dinero y campesinos arruinados, no están por tanto en situación de imponer condiciones y soluciones al resto del mundo. Así lo proclaman los líderes de importantes países emergentes y de los que, pobres y saqueados económicamente, son víctimas del intercambio desigual.
Hoy miércoles 15 el valor de las acciones en las Bolsas cayó de nuevo estrepitosamente.
McCain y Obama discutirán ardorosamente esta noche el tema económico.
En la gran democracia de Estados Unidos, la mitad de los que tienen derecho a votar no están inscriptos; de los inscriptos, la mitad no vota, y solo el 25 por ciento de los electores eligen a los que gobiernan. Muchos de los que ahora tal vez desearían votar por el candidato negro no pueden hacerlo.
Según las encuestas, ese candidato cuenta con abrumadora mayoría. Sin embargo, nadie se atreve a decir cuál será el resultado.
El 4 de noviembre es un día de gran interés para la opinión mundial, dada la crisis económica en que se debate la sociedad de Estados Unidos.
En materia electoral, de una sola cosa podemos estar seguros: en las próximas elecciones de Gran Bretaña, Gordon Brown no será electo Primer Ministro.

Fidel Castro. (Fuente: Granma digital)

martes, septiembre 30, 2008

Duelo entre la codicia y la ideología.


Uno de los 226 representantes que condenaron ayer el proyecto de ley de rescate financiero, el republicano Darrel Issa, de California, explicó su oposición del siguiente modo: aprobar el Acta de Estabilización de la Emergencia Económica 2008 hubiese sido como "colocar un féretro encima del féretro de Ronald Reagan". Describió así uno de los costados ideológicos de la asombrosa puja que tiene lugar en Estados Unidos en un momento en que cierta etapa de desarrollo del capitalismo está agotándose.
Pero no conviene dejarse engañar por los principios y creer que lo representan todo. Lo que hay apenas debajo de la superficie del debate es otra lucha, feroz, de intereses concretos entre quienes han decidido que el cambio necesita ser conducido y quienes desean salvar lo más posible de una fase capitalista que desde hace casi tres décadas les ha permitido construir riqueza fabulosa muchas veces con la nada como sustento.
"Codicia" es un término que ahora se aplica con frecuencia al sistema financiero cuyo símbolo es la calle Wall Street en Nueva York. Pero una cosa es emplear la palabra de modo abstracto y otra verla en funcionamiento. Ayer los que operan con esa codicia como combustible no dudaron en presionar induciendo la baja más pronunciada en la historia de la Bolsa de Valores de EE.UU. (casi 778 puntos para el índice Dow Jones) que, en pocos días y a través de la sequía de crédito, puede hacer que hasta las empresas sólidas dejen de pagar a proveedores y hasta la nómina salarial.
Este efecto no es difícil de explicar. Las firmas reciben dinero de sus clientes y a su vez pagan a su personal y a sus proveedores. Para salvar la brecha entre cobros y pagos recurren al crédito y, si éste no existe, los costos operativos se vuelven agujeros negros. Así empiezan los ceses de operación, los despidos y el resto del infierno tan temido.
Mercados y mercaderes se abrazan a un sistema fracasado. Los fondos de cobertura ("hedge funds") saben que se cierne sobre ellos una era de controles a la que no están acostumbrados y se miran en el espejo de las "bancas de inversión" (verbigracia Lehman Brothers) que han desaparecido y no pueden sino preguntarse si seguirán ese camino.
Lo de los controles es una opción inevitable. Se están produciendo cambios cuyos efectos aún no pueden mensurarse. Con la adquisición ayer por parte del Citigroup de las operaciones de la Corporación Wachovia, otra entidad financiera asolada por las pérdidas hipotecarias, se refuerza la idea de tres bancos hegemónicos: Citigroup, JP Morgan y Bank of America que controlarán más del 30% de los depósitos en Estados Unidos. El trío adquirirá así un poder enorme en el establecimiento de los precios de sus créditos y servicios.
Nadie sabe a ciencia cierta cuántas instituciones financieras deberán ser rescatadas. Los más pesimistas dicen que los resultados de esta crisis perdurarán hasta el 2015 y que 700.000 millones de dólares serán insuficientes. ¿Hasta dónde llegará? No parece haber rincón que se salve; ayer Inglaterra nacionalizó el segundo banco en un año, Bradford & Bingley.
En juego está también la protección de los ciudadanos endeudados más allá de su capacidad para pagar las hipotecas. La derecha principista ya logró eliminar del proyecto la facultad de los jueces para reformular los términos de las hipotecas impagas. Y también la compensación al Estado con acciones de las empresas a las que salve mediante la compra de lo que ya se llama "créditos tóxicos". Por lo pronto lograron que esas acciones no vayan acompañadas de derecho de voto en los directorios.
Los llamados "paracaídas dorados" -las compensaciones multimillonarias por despido a los ejecutivos culpables de este caos- están siendo defendidos por sus beneficiarios y aliados. El secretario del Tesoro, Henry Paulson, aseguró que algunos empresarios no incluirían a sus empresas en el rescate si las indemnizaciones fuesen suprimidas. Preferirían la quiebra y la evaporación del dinero de sus acreedores.
Los republicanos dijeron, después de la votación, que habían creído contar con 12 votos que fueron a la oposición al proyecto. Estos parecen haber sido los apóstoles de la codicia que se resiste a amainar.

Raúl Cardoso
Fuente. Blog Clarín.

sábado, septiembre 27, 2008

Ecuador decide su futuro


Refundación: el 28 de septiembre será un día clave para Ecuador: la ciudadanía definirá el rumbo de su país aceptando o rechazando la nueva Carta Magna. Si se aprueba el texto constitucional, el Estado ecuatoriano será intercultural y plurinacional. Lejos de ser una simple declaración, el cambio implica profundas transformaciones en la sociedad, la democracia y la economía. La Constitución establece, además, un nuevo nivel de gobierno territorial: el intermedio, que será administrado por las regiones. Serán las propias realidades locales las que definan la regionalización del país. Nace un nuevo concepto de nación que propone la unidad en la diversidad. Con esta concepción de las autonomías, alejada del separatismo de la derecha, se fortalece el Estado y la democracia.
En el proyecto de nueva Constitución política de Ecuador, que será sometido a aprobación popular el 28 de septiembre, la Asamblea Nacional Constituyente incorporó un cambio de gran trascendencia para la vida del país: recogiendo una de las reivindicaciones más profundas de los movimientos indígenas y afroecuatorianos, se pasará del Estado pluricultural y multiétnico de la Constitución de 1998 al Estado intercultural y plurinacional. Esta definición no es una simple declaratoria: implica profundas transformaciones en la sociedad, el Estado, la democracia y el modo de desarrollo.
El proyecto de nueva Constitución establece que los territorios indígenas, afroecuatorianos y montubios pasarán a asumir las mismas competencias del gobierno seccional. Por otro lado se reconoce al Sumak Kawsay o “buen vivir “como el objetivo a alcanzar en el proceso de desarrollo, lejos de los dictados del mercado. La ampliación de los derechos colectivos y el reconocimiento a la justicia indígena en el marco del respeto a los derechos humanos debe garantizarse como una jurisdicción especial.
Además, las nacionalidades y los pueblos indígenas y afroecuatorianos deben ser reconocidos como sujetos de derecho. La nueva carta establece el fortalecimiento de la Educación Intercultural Bilingüe, bajo la rectoría del Estado, y el fortalecimiento de la interculturalidad en el sistema “hispano” de educación, a través de la enseñanza de los idiomas ancestrales. El reconocimiento de la nacionalidad ecuatoriana por nacimiento para las personas que pertenecen a una nacionalidad indígena reconocida en el país y que nacieron en las zonas de frontera, es otro de los cambios. El castellano, el kichwa y el shuar serán reconocidos como idiomas oficiales.

Interculturalidad y plurinacionalidad contra la dominación

La interculturalidad es una dimensión de la plurinacionalidad: un concepto no puede existir sin el otro. La relación intercultural supone el reconocimiento de los demás mientras que un Estado monocultural no reconoce la diversidad de las sociedades, sólo registra una cultura, la dominante. Para este tipo de Estado las otras culturas no cuentan, son invisibilizadas y terminan siendo “integradas” en el marco de una perspectiva homogeneizadora.
En sociedades marcadas por la desigualdad, no se puede pensar la interculturalidad sin tomar en cuenta los procesos de dominación. El diálogo intercultural parte de la premisa del diálogo entre iguales y éste no es posible cuando una de las culturas está subordinada a la otra. El tema de las relaciones interculturales, más que un aspecto antropológico, se convierte en un aspecto fundamentalmente político.
La desigualdad económica está acompañada de profundos procesos de exclusión social, discriminación y desconocimiento de todo otro cultural. De ahí que al hablar de inclusión e integración social se haga imprescindible generar estrategias claras de reconocimiento a la diferencia y a la diversidad, que a la larga conduzcan a generar cambios en las estructuras de poder.
La plurinacionalidad postula una relación distinta entre el Estado, el mercado, la sociedad y la naturaleza. Una relación basada en el sumak kawsay o “buen vivir”.

Unidad en la diversidad

La concepción de la plurinacionalidad, por otra parte, promueve la justicia económica y la igualdad en el reconocimiento de la diferencia. Igualdad y diferencia no son dos nociones contrapuestas, constituyen dos dimensiones de la justicia social.
El Estado Plurinacional supone la construcción de un Estado radicalmente democrático: recupera y fortalece al Estado y la sociedad para garantizar el ejercicio pleno de la soberanía popular. Supone el reconocimiento a las autoridades de los pueblos y nacionalidades, elegidas de acuerdo a sus usos y costumbres dentro del Estado unitario. Reconoce y valora las distintas formas de democracia existentes en el país: la comunitaria, la deliberativa y la participativa nutren y complementan a la democracia representativa, promoviendo un verdadero ejercicio democrático intercultural. La construcción de un Estado radicalmente democrático es la edificación de un Estado policéntrico. Por eso la plurinacionalidad va de la mano con la descentralización y no con el debilitamiento del Estado.
Pensar que la plurinacionalidad implica “crear un Estado dentro de otro” es un mecanismo para garantizar privilegios indebidos; es tan absurdo como pensar que los gobiernos locales de un país son Estados dentro del Estado. El carácter unitario no está en cuestión; se trata de un Estado que reconoce las diversas formas de ejercicio de la autoridad existentes en el país y la capacidad de los pueblos de autodeterminarse, una dimensión clave de la soberanía popular.

Ruptura del concepto liberal de nación

La plurinacionalidad implica una ruptura con la noción liberal de la nación, aquella según la cual a cada Estado le corresponde una nación. El reconocer que un Estado no deja de ser unitario por estar constituido por múltiples naciones es sin duda un avance democrático, pero también un avance teórico-político, basado en la concepción de la diversidad.
La existencia de múltiples naciones conlleva además al reconocimiento de múltiples adscripciones identitarias: el ser indígena y el pertenecer, por lo tanto, a una nacionalidad originaria, no implica dejar de ser ecuatoriano. Por otra parte, la plurinacionalidad conlleva la construcción de una sociedad pos colonial. En el marco de la creación de las repúblicas latinoamericanas, las diversidades fueron consideradas “obstáculos” para el “progreso”. Las elites impulsaron un proceso de homogenización de los sectores subalternos, caracterizados como carentes de potencial político para plantear o constituir un proyecto de país. El nacimiento de la república ecuatoriana estuvo signado por la exclusión de las mayorías en la construcción nacional. El trabajo de la Asamblea Constituyente marca el nacimiento de un nuevo tiempo en Ecuador donde, por primera vez en la historia, la ciudadanía traza su horizonte.

Desde Quito,
Ana María Larrea Maldonado

sábado, septiembre 20, 2008

EE.UU.: "rescate amplio" y socialización de pérdidas


En qué quedamos? El Estado ha sido, desde hace casi 30 años, en el lenguaje del poder, el gran impedimento (o el gran impedidor, lo mismo da) para que los habitantes del planeta alcancen prosperidad y felicidad. Más aún, supremo ejemplo de egoísmo en una creación del hombre, había sido responsable -se nos dijo- de casi toda guerra y tragedia ocurrida desde los Tratados de Westfalia en el siglo XVII, que dieron forma al estado moderno.
¿Qué mejor promesa entonces que anunciar que se lo haría cuasi desaparecer, liberando las energías de los ciudadanos?
Esta argumentación fue común a dictaduras militares -como la Argentina 1976-83- o gobiernos de extracción legítima como los de los ocho años de Ronald Reagan en la Casa Blanca, a partir de 1981, a quien puede asignarse el liderazgo de la ideología "anti-estatal" en escala popular.
Esta melodía sufre ahora una seria disonancia: George W. Bush, un presidente que se reivindica como discípulo de Reagan, acaba de admitir en Washington, que solo el Estado es capaz de extraer a su país de los resultados de la tormenta que atraviesa el sector financiero. Poco antes su secretario del Tesoro, Henry Paulson, había advertido que aunque el rescate iba a demandar "cientos de miles de millones de dólares", la alternativa al mismo -presumiblemente dejar que el incendio financiero se consume- "sería más cara".
Los comentaristas ironizan con que, socializando de este modo las pérdidas de los banqueros, aseguradores y otros, Bush -ahora con el Congreso- está a punto de transformar el país en los "Estados Unidos Socialistas de América". De a poco lo había venido haciendo desde hace más de un año la Reserva Federal con Ben Bernanke a la cabeza, pero la escala de la crisis se ha ido de toda proporción y se necesitan leyes para proceder al rescate. Bernanke es considerado uno de los expertos de la devastación económica y financiera de 1929, así que sabe mejor que nadie lo que hay en el horizonte.

¿En qué quedamos entonces?

Realmente en nada nuevo, porque si uno se abstrae del discurso teológico sobre el mercado, encontrará amplio precedente para el curso que ahora propone Bush: que los fondos del fisco sirvan para comprar las deudas incobrables que están atosigando la economía estadounidense y, por extensión, la global. Otras crisis financieras anteriores han sido resueltas del mismo modo, por vía de la socialización de pérdidas.
En Estados Unidos, un antecedente directo del programa que ahora intentan transformar en ley en Washington, es el de la crisis de las llamadas Savings & Loan (Sociedades de Ahorro y Préstamo) que complicó los '80 y los '90 y que causó un crónico déficit presupuestario en la segunda de esas décadas. Más de 700 entidades fallidas fueron compradas entonces con dinero fiscal a través de una corporación pública conocida como RTC (siglas para Resolution Trust Corporation), en un conjunto de operaciones que les costó a los contribuyentes 124.000 millones de dólares. Aunque no hay una estimación cierta o confiable, las cifras que se asignan a este rescate están en el orden de los 600.000 millones de dólares, siempre y cuando el Estado pueda revender a precios razonables los préstamos devaluados que adquirirá en breve.
Esta solución del "rescate amplio" fue defendida recientemente en forma pública por dos popes económicos. El primero de ellos es Paul Volcker, ex titular de la Reserva Federal; el segundo es el antiguo secretario del Tesoro Paul Brady. A este último se lo puede recordar porque ayudó a socializar otra crisis, la de la deuda externa latinoamericana en los años 80 a través de la creación de los bonos que llevaban su nombre, con los que quitó a la región endeudada toda herramienta de confrontación. Aquel "rescate" no costó demasiado. Luego, en 1998 llegó el rescate del fondo de inversión LTCM (Long Term Capital Management) que tenía dos premios Nobel de economía entre sus directivos y acostumbraba a pagar dividendos de hasta 40 por ciento anuales a sus inversores. Y más tarde Enron, el colapso de la llamada "nueva economía". Uno puede encontrar la misma fórmula, el dinero estatal salvando a banqueros en Japón --años 90-- y aun en Suecia, a comienzos de esa misma década.
Ahora se predice que --cuando el vendaval presente se detenga-- vamos a ver amanecer sobre un mundo diferente en el que las relaciones de poder se ajustarán a la realidad post-Lehman, como la bautizaron algunos. Habrá más regulación del sistema, afirman, para evitar que la codicia siga enseñoreándose. Pero ¿será así?
Esto último requeriría un cambio cultural antes que nada que es muy difícil de prever. Un ejemplo: parte del paquete conocido ayer fue la suspensión de la llamada "venta corta" de 799 activos financieros. ¿Qué es esto? Se trata de los inversores que apuestan contra determinadas acciones y que las venden antes de poseerlas porque creen que su precio caerá y podrán comprarlas luego a un precio inferior que permita la ganancia. ¿Desparecerán estas prácticas codiciosas? ¿La alegría de los mercados financieros en todo el mundo ayer, ante el rescate estatal, lo permitirá? Nouriel Roubini, el académico economista de la Universidad de Nueva York al que se le reconoce haber anticipado esta crisis en el 2006, dice ahora: "Este puede ser el fin del imperio estadounidense".

Por Raúl Cardoso. (Fuente: Clarin)

domingo, septiembre 14, 2008

Washington promueve la guerra civil en Bolivia


Mediante bandas fascistas el Departamento de Estado lanzó el 9 de septiembre una ofensiva violenta con eje en Santa Cruz, Pando y Tarija.
El gobierno de Evo Morales calificó este accionar como “golpe cívico prefectural”. La expresión apunta a subrayar que las fuerzas armadas no son el instrumento de esta escalada, basada en cambio en los gobiernos de los departamentos de la llamada Media Luna. En ese sentido la definición es ajustada a la realidad. Sin embargo, estas operaciones no tienen como objetivo un golpe de Estado tal como los que la Casa Blanca promovió en innumerables oportunidades en América Latina. Washington sabe que el derrocamiento de Evo y la implantación de otro gobierno, por vía civil o militar, es una perspectiva cerrada por todo un período en Bolivia.
La táctica estadounidense está centrada en detonar una guerra civil. Operaciones terroristas contra puntos vitales de la estructura económica y el aparato del Estado; utilización de bandas fascistas contra la base social de la revolución en marcha (abrumadoramente hegemónica); secesión de la Media Luna: son peldaños de una escalada apuntada a provocar la lucha fratricida. El asesinato de Evo; la aniquilación de dirigentes sociales y políticos claves, son otros recursos que sin duda alguna intentarán los estrategas estadounidenses.



Significado de la escalada


El análisis trata de desentrañar la realidad de hoy con parámetros del pasado. Las burguesías locales y el imperialismo podían dar golpes de Estado cuando tenían instrumentos militares, políticos, sindicales y sociales en condiciones de ejercer la hegemonía necesaria para gobernar bajo fachadas más o menos represivas. Eso acabó. Una a una, las instituciones de las clases dominantes han perdido su capacidad como instrumentos válidos para el ejercicio del poder. Y esta afirmación no sólo es válida para Bolivia: toda América Latina está en la misma situación. Hoy el imperialismo ni siquiera puede apelar al recurso del golpe militar. Requiere y utiliza la violencia, pero su estrategia ya no consiste en imponer un gobierno títere. Antes de volver a pensar en esa posibilidad, necesita infligirle a las masas una derrota letal. En la época de crisis y declinación irreversible del capitalismo eso sólo es posible mediante el fascismo y la guerra civil.
Es exactamente lo que han puesto en marcha los agentes de Washington en Bolivia. El imperialismo necesita de ese enfrentamiento civil y ya ha lanzado la provocación a gran escala.
La expulsión del embajador de la Casa Blanca indica que Evo Morales comprende exactamente la estrategia imperial y ha resuelto enfrentarla. La inmediata solidaridad de Hugo Chávez, haciendo lo mismo con quien en su territorio promovía una acción análoga, el apoyo incondicional a estas medidas por parte de Daniel Ortega, la decisión del presidente hondureño Manuel Zelaya de suspender la ceremonia de recepción de credenciales del nuevo embajador de Estados Unidos, en solidaridad con Bolivia y Venezuela, son otros tantos indicativos de la rebelión antimperialista que se agiganta en América Latina. Estos países se sumaron así a la histórica conducta de la Revolución Cubana. Cuando el imperialismo apela al fascismo, la diplomacia carece de sentido. Quien se asusta del tono empleado por Chávez al reiterar su disposición a defender a Evo Morales incluso enviando combatientes a Bolivia, o bien no ha comprendido el significado de la escalada fascista, o bien programa una negociación en cuya conclusión está la cabeza de Evo. Pero Chávez no está solo. Seremos cientos de miles quienes en América Latina nos alistaremos para defender con las armas la revolución en Bolivia frente al ataque imperialista, si una enérgica acción internacional no logra detenerlo.



Unasur


Otro indicativo de los cambios en las relaciones de fuerza continental es la realización de una reunión de emergencia de Unasur, en Santiago, el lunes 15. Allí reside la posibilidad de detener la mano asesina de la Casa Blanca. Cada gobierno mostrará hasta dónde llega su compromiso con la democracia, la paz y la unión regional. La diversidad de los componentes de la Unión de Naciones Suramericanas asegura una dura disputa. Pero el mínimo común es el apoyo incondicional al gobierno de Evo (con su reciente ratificación con el 67,41% de los votos tiene más legitimidad social que ninguno de sus pares), el rechazo a la ingerencia estadounidense y el compromiso de romper relaciones diplomáticas en conjunto con Estados Unidos si Washington persiste en alimentar la escalada fascista. Luiz Inácio da Silva adelantó que “no tenemos derecho a tomar ninguna decisión sin que haya acuerdo del gobierno y la oposición”. Sus asesores en política internacional deberían informarle a Lula que “la oposición” es Estados Unidos y que los jefes políticos locales han tomado por la vía del fascismo. Apenas unos videos y unos testimonios sobre los saqueos y matanzas bastarían para que el presidente brasileño tenga la información suficiente y pueda asumir que las acciones emprendidas en estos días por los separatistas definen una estrategia de guerra, con la cual Estados Unidos pretende recuperar el control que se le va de las manos en América Latina. Eso le concierne también a Brasil.
El fascismo en sentido lato es el primer paso de esa estrategia. Fascismo no es, como se entiende corrientemente, un gobierno o una política represiva. Es la utilización de la población civil para ser lanzada contra otros estratos de la población civil. (Por eso, cuando la teoría política de las clases dominantes comenzó a enfatizar la expresión “sociedad civil”, tergiversando por completo su sentido original, era claro en qué rumbo se orientaba). Es la utilización de sectores de clases medias y de las franjas más empobrecidas y marginalizadas, a las cuales no ha podido llegar el mensaje de la revolución, para lanzarlas como fuerza de choque ciega contra los trabajadores, los campesinos, los estudiantes y los flancos concientes de las capas medias. Es el choque de aquellos que por determinaciones que van mucho más allá de su propia cotidianeidad, no están en condiciones de tomar conciencia de sus actos y contratados como mercenarios son lanzados en operaciones de guerra contra sus hermanos más próximos. Eso es el fascismo. Y siempre, por detrás, hay estrategas del capital que programa sus actos.



Urge una respuesta continental


Aparte los gobiernos, cuyo compromiso puede eventualmente lograr efectos extraordinarios, es otra la instancia latinoamericana que al cabo definirá si la revolución latinoamericana en marcha puede o no enfrentar y vencer la contraofensiva imperialista. Las acciones de solidaridad con el gobierno de Evo Morales en cada país son imprescindibles. Pero no bastan. Urge dar pasos efectivos observando la huella de la nueva fuerza revolucionaria de masas que ha aparecido en el panorama internacional: el Psuv (Partido Socialista Unido de Venezuela). Urge concretar instancias análogas de unidad social y política de masas, con definiciones antimperialistas y anticapitalistas. Urge crear organismos que permitan a las direcciones de esas fuerzas revolucionarias diseñar y aplicar una línea de acción latinoamericana. La historia no perdonará omisiones ni retardos.


Por Luis Bilbao.
La paz, 13 de septiembre de 2008.

sábado, septiembre 13, 2008

Algo mas que juegos de guerra


La decisión rusa de enviar una fuerza aeronaval de tareas encabezada por el crucero misilístico "Pedro El Grande" a América Latina para realizar ejercicios conjuntos con la Armada de Venezuela se insinúa como algo de mayor importancia que apenas otro juego de guerra.
En verdad -y aunque Caracas y Moscú aseguran que los ejercicios de noviembre próximo estaban previstos hace ya algún tiempo- la situación generada tiene connotaciones de una doble respuesta venezolana y rusa a acciones muy recientes de Estados Unidos.
En el caso ruso, estos ejercicios militares podrían ser una forma de "emparejar" el envío -invocando la entrega de ayuda humanitaria- de buques de guerra estadounidenses a las costas de Georgia, apenas un mes después de que esta república ex-soviética fuese invadida por tropas de Moscú. Vladimir Putin, el primer ministro ruso, había advertido hace unas semanas que Rusia "dará una respuesta" a esa presencia estadounidense.
Para Caracas es una forma de oponer un desafío a la reciente reactivación de la IV Flota estadounidense, que el presidente Hugo Chávez ha denunciado reiteradamente como una amenaza militar para América Latina toda, pero en particular a la soberanía de Venezuela. La determinación de Moscú no está exenta de riesgos. Su fuerza de tareas deberá desplazarse más de 8.000 kilómetros en una ruta en la que tendrá pocos, si acaso alguno, puertos de confianza si alguna de las naves necesitara de reparaciones de emergencia. La flota de superficie soviética tiene limitada experiencia en cubrir esas distancias y, en este caso, será vigilada constantemente por los aviones de vigilancia Orion P-3 estadounidenses.
No obstante, si las naves rusas llegan sin problema, la presencia de las mismas en Venezuela será un recordatorio interesante a Washington de que no tiene la única Armada capaz de operar lejos de su base.
La decisión confirmada por Moscú y Caracas ha reavivado, además, versiones sobre un posible estacionamiento por tiempo indeterminado de aviones de vigilancia marítima rusos en bases venezolanas y también de submarinos del mismo origen en puertos cubanos. Hace no mucho Putin decidió incrementar la cooperación con La Habana.
Si algo de esto sucediera, generaría una situación con lazos evidentes -aunque menos grave- que la que originó en los años '60 la crisis de los misiles entre Washington y Moscú; es decir un escenario símil "guerra fría".
Quizá haya que prestar atención a la advertencia del teórico conservador que impuso en los '90 la idea del "fin de la historia", Francis Fukuyama. Hace algunas semanas recomendó a Washington aceptar el hecho de que el poder global de Estados Unidos estaba reduciéndose y, sobre esta base, renunciar a la pretensión de ser el gendarme planetario y a empujar más hacia el este el club militar de la OTAN.
O quizá haya que pensar que Washington puede llegar pronto a extrañar a la Unión Soviética que Hans Morgenthau calificó, ya en 1969, no como una potencia expansiva sino como "conservadora y defensiva a la que mueven sus intereses nacionales y no la ideología". Aquella URSS parece hoy más fácil de contener que la Rusia del presente.

Por Oscar Cardoso para su blog en la comunidad Clarin.

domingo, septiembre 07, 2008

Bolivia marcha hacia la resolución estratégica de su revolución


Herida de muerte por los resultados del referendo ratificatorio (ver Mazazo a la conspiración imperialista) y por el llamado a otras dos consultas similares para el 7 de diciembre, a la ultraderecha se la van cerrando los caminos para derrotar el proceso de cambio estructural y recomponer su poder.
Esa situación de derrota la vuelve más peligrosa que en los dos años y medio de gobierno de un presidente indígena, el primero de Bolivia y América Latina, que se ha tomado en serio su responsabilidad histórica. Habrá una radicalización en las clases dominantes bolivianas, particularmente en la burguesía agroexportadora y latifundista que se ha colocado a la cabeza de la oposición, para tratar de curarse las heridas y liquidar a la revolución boliviana y su líder.
Respaldada por Estados Unidos, la derecha boliviana ha ido demostrando a partir del 22 de enero de 2006, cuando Evo Morales asumió la presidencia, que pretende continuar conduciendo un país de mayoría indígena con una lógica excluyente y racista, como lo hizo durante más de 180 años.
Pocos ejemplos lo muestran de manera contundente: la Unión Juvenil Cruceñista (UJC) y otros grupos paramilitares similares en Santa Cruz y otros departamentos de la llamada Media Luna (Beni, Pando y Tarija), han puesto en marcha operativos de violencia masiva y selectiva contra dirigentes de movimientos sociales y del MAS, y han planificado acciones contra el consulado venezolano y la casa de la misión médica en Santa Cruz, así como el reciente secuestro express de seis cubanos (cuatro mujeres y dos hombres) de la cooperación médica en la provincia oriental de San Ignacio de Velasco.
Es responsabilidad de la derecha la violencia de que fueron víctimas humildes campesinos y campesinas en Sucre; el hallazgo de una casa de seguridad con depósito de armamento en una provincia de Chuquisaca; atentados dinamiteros contra la sede del MAS en Santa Cruz y las instalaciones de la Central Obrera Boliviana (COB) en La Paz; invasión de aeropuertos en Beni y Tarija para impedir el arribo del presidente Morales y al menos una decena de acciones de violencia contra objetivos oficiales.
Más significativo aún fue el intento de asesinato del presidente Morales en la ciudad de Santa Cruz, en la tarde del 19 de junio pasado, cuando dos jóvenes fueron detenidos en las afueras del aeropuerto militar El Trompillo con un fusil reacondicionado y con mira telescópica.
En todos estos casos de nada sirvió la oportuna intervención de los organismos de seguridad del Estado o la denuncia de las organizaciones sociales. El aparato de justicia, todavía en manos de la derecha, se encargó de que no pasara nada más allá de la mera indagación de hechos.

Ahora, conspiración en serio

Con este incompleto recuento del carácter violento que va asumiendo la oposición en Bolivia, se hace evidente que tras ponerse a disposición del pueblo la decisión de aprobar o desaprobar el texto constitucional, la derecha está ante un dilema: derroca a Morales o afronta una derrota estratégica.
Para derrocarlo es probable que los sectores de ultraderecha se inclinen por retomar la idea del magnicidio, para lo que ciertamente buscarán el asesoramiento y el apoyo de sus similares fuera del país. La denuncia realizada por organismos de inteligencia, de que paramilitares desplazados de Colombia han sido conectados hace más de un año para trabajar de “seguridad privada” de famosos latifundistas, es algo que no debería perderse de vista y tampoco ignorar el interés de la mafia cubano-miamense en ese tipo de operativos.
No hay otra manera de “voltear al indio”. Otras opciones como el bloqueo de caminos, la suspensión de artículos alimentarios al occidente, paros cívicos y toma de instituciones públicas, que figuran en los planes de las dirigencias cívicas y los grupos paramilitares, según han reconocido ellos mismos, pueden representar serios dolores de cabeza para el gobierno en un momento determinado, pero al mismo tiempo convertirse en acciones que le sigan permitiendo acumular apoyo social y ciudadano para el proyecto de cambio.
Han sido precisamente las acciones de ese tipo, sumadas a los bloqueos en el Congreso y en la Asamblea Constituyente, las que revitalizaron a un gobierno que aun en los peores momentos –entre julio de 2007 y mayo de 2008– nunca tuvo menos del 40% de respaldo popular, según sostienen estudios de opinión pública que con frecuencia le dan a Morales menos apoyo del que realmente tiene.
Es decir, para evitar que se realice la consulta constitucional y dirimitoria en el tema de la tierra, la ultraderecha debe apostar en serio, aunque todo indica que no tiene la musculatura suficiente para hacerlo ni las condiciones para asegurar su victoria. Dos tercios de Bolivia quieren el cambio.
El otro camino es que sectores de la derecha, principalmente de Tarija y Pando, miren la calidad de sus estatutos autonómicos, bastante similares al texto constitucional en distribución de competencias, y para evitar ser sobrepasados por la población de sus departamentos, busquen contactos y puntos de encuentro con el gobierno. De hecho, el resultado del referendo revocatorio en ambas regiones, con un 50% de apoyo a Morales en el primero y con una victoria en el segundo, constituyen datos que la oposición debe analizar con el mayor cuidado.
Es altamente probable que, en el caso hipotético de que Pando y Tarija muestren flexibilidad, Santa Cruz y Beni no vayan por ese camino. Las clases dominantes en los dos Departamentos, aun con un gobierno que cuenta con un apoyo superior al 40% del electorado en ambas regiones, tienen en sus fracciones más duras una tradición ultraderechista que, motivada por la magnitud de sus intereses en juego, parece tener la voluntad de mantener. De hecho, es con esos sectores duros que se reúne frecuentemente el embajador de Estados Unidos en La Paz, Phillip Golberg, como ocurrió el lunes 25 de agosto, reunión por la cual fue citado por el canciller David Choquehuanca.
Santa Cruz apuesta, con Beni incluido, a un proyecto separatista encubierto bajo las banderas de la autonomía. En eso tiene gran experiencia el embajador Golberg, tras su paso por la embajada de Estados Unidos en Yugoslavia y Serbia. La conspiración en serio vendrá de Santa Cruz y de la embajada estadounidense.

Las múltiples contradicciones

La recta final hacia la resolución estratégica del proceso boliviano tendrá por contradicción fundamental el enfrentamiento entre un bloque nacional-indígena-popular, que busca construir una patria para todos, y un bloque burgués-imperial-colonial, que mira con añoranza la Bolivia de los privilegios para pocos.
Los primeros saben que están cerca de lograr una hegemonía ideológica que asegurará la reproducción del proyecto durante décadas. Los segundos, salvo “ilusiones ideológicas”, hasta ahora se han mostrado incapaces de reconocer que los pueblos de América Latina caminan por una dirección contraria al individualismo, la acumulación privada, la entrega de los recursos naturales a las transnacionales, la exclusión, la anexión y la guerra como método de dominio colonial.
Pero la recta final, esa batalla decisiva de la que habla el matutino de derecha La Razón (filial de El País, de Madrid), tendrá además una contradicción dentro del desplazado bloque en el poder, entre los que pueden aceptar la nueva realidad política y tratan de perder lo menos posible, y los que se niegan a reconocer el rumbo histórico no capitalista que ha tomado el proceso y prefieren el suicidio. Los moderados, que hasta ahora han sido arrastrados por los radicales, tienen el gran desafío de dar muestras de su vocación democrática y de aportar a la construcción de una sociedad con igualdad de derechos y oportunidades para todos. Los radicales harán todo lo posible para que la muerte sea de la revolución y no de ellos.

Desde La Paz, Hugo Moldiz Mercado.
Fuente: Revista América XXl

sábado, septiembre 06, 2008

Guerra en el Cáucaso



No es el petróleo. Es algo de mayor trascendencia aún, ante lo cual se inclina esa poderosa fuerza determinante de los pasos de las grandes potencias. Es la clausura de la etapa a medias cerrada con el fracaso estrepitoso de lo que dio en llamarse “neoliberalismo”. La guerra relámpago en el Cáucaso hace estallar el realineamiento internacional que ha venido gestándose en los últimos 20 años.
En el corazón de este choque late, además, la irresuelta dinámica interna entre Rusia y los restantes países de la ex Urss y el Pacto de Varsovia: hasta dónde, cómo y con quiénes llevar la transición negativa de una economía no capitalista a otra inserta de manera subordinada al mercado mundial imperialista. Abrupta, inesperadamente, reaparecen los verdaderos dilemas planteados a la historia por el derrumbe de la Unión Soviética.
Excepto un puñado de analistas de signo diverso, intelectuales y dirigencias políticas fueron convenciéndose a lo largo de la década de 1990 de que el mundo era y siempre sería “unipolar”. El grueso de las izquierdas asumió la noción de “nuevo orden internacional”. El significado estratégico de esa interpretación fue el abandono de la revolución socialista como perspectiva. En términos tácticos, implicó un violento giro a derecha; un huracán ideológico que arrasó la geografía política mundial.
Un detalle basta para mostrar los efectos de la miopía estratégica: el G7 (Estados Unidos, Japón, Canadá, Alemania, Francia, Italia e Inglaterra) pasó a llamarse G7 + 1 (Rusia) e inmediatamente, G8. Los últimos años los empeñó el gobierno brasileño en sumarse a ese grupo exclusivo, llevado por la certeza de que ése era el punto de nexo del nuevo orden mundial. No lo logró. Pero es un dato menor. Porque ya no son 8 ni 7 + 1: la prensa mundial habla ahora exclusivamente del G7, resumiendo en ese giro el vuelco estratégico ocurrido a partir de la invasión georgiano-estadounidense a Osetia del Sur.
Con Rusia involucrada en una guerra comenzó una fase diferente en la era post soviética. Ha terminado el ensueño de una integración pacífica sobre bases capitalistas, entre la Unión Europea y los países del ex Pacto de Varsovia. Anclado en el espejismo de 1990, el pensamiento político dominante se muestra balbuciente o simplemente calla ante la súbita reaparición de la guerra y el riesgo atómico entre Estados Unidos y Rusia.

Escalada

Precedidas por masivos ataques de artillería y bombardeos a la población civil con aviones Su-25, fuerzas blindadas georgianas invadieron Tsjinvali, capital de Osetia del Sur, en la madrugada del 8 de agosto. “Hay combates encarnizados por toda la ciudad”, declaró el general Marat Kulejmátov, comandante de las fuerzas de paz rusas destacadas en la zona. Los militares georgianos que integran ese mismo cuerpo habían abandonado las instalaciones al mediodía del jueves 7, minutos antes de que comenzaran los ataques de artillería. En pocas horas murieron alrededor de dos mil civiles, de nacionalidad rusa y partidarios de la independencia. Entre ellos, 15 militares del contingente ruso.
Moscú replicó con un contraataque fulminante, que en pocas horas obligó a la retirada de Georgia. La guerra se extendió a Abjasia, otra región que reclama su independencia de Tiflis. La prensa mundial expandió la interpretación del conflicto a partir de este segundo capítulo, no tanto para ocultar el primer golpe ordenado por el presidente georgiano Mikhail Saakashvili, como para encubrir el hecho de que éste actuó bajo las órdenes de Washington. “Tenemos serias razones para creer que hubo ciudadanos estadounidenses justo en la zona de combate”, declararía luego el primer ministro ruso Vladimir Putin.
Bajo su actual gobierno Georgia es un enclave de la Otan, tiene dos mil soldados en Irak y actúa como punta de lanza del plan militar estratégico estadounidense contra Rusia.
Ya el 10 de agosto el balance militar estaba resuelto, con el obvio aplastamiento de las fuerzas georgianas y el despliegue ruso apuntado hacia la capital de ese país. Saakashvili clamó por la intervención de sus jefes. Pero George Bush se limitó a duras declaraciones. Cabe creer que los estrategas del Pentágono no previeron la determinación y contundencia con que actuaría Moscú.
El recurso intermedio de la Casa Blanca fue enviar “ayuda humanitaria” para socorrer a las víctimas de la guerra. Poco después 18 naves de guerra de la Otan estaban desplegados en el Mar Negro. El Dallas, un destructor estadounidense se apostó en el puerto georgiano de Batumi. A 300 kilómetros, en Sujumi, capital de Abjasia, se apostó de inmediato un crucero portamisiles y dos buques de combate rusos.

Escudo antimisiles: Otan vs Rusia

Simultáneamente, Polonia anunciaba que daba autorización para instalar en su territorio un escudo antimisilístico estadounidense. Rusia replicó reconociendo la independencia de Osetia del Sur y Abjasia. “El deslizamiento de la Otan hacia la confrontación con Rusia y los intentos de presionarnos son inadmisibles y pueden conducir a consecuencias irreversibles para el clima político y militar y la estabilidad en el continente”, declaró el portavoz del ministerio de Exteriores de Rusia, Andréi Nesterenko.
Las cancillerías europeas entraron en pánico. Son parte subordinada de la Otan y van ineludiblemente a la rastra de Washington. Pero dependen del petróleo y el gas que proviene de esa zona ahora en llamas.
A la defensiva, la Casa Blanca anunció mediante una portavoz, Dana Perino: “estamos en proceso de reevaluar nuestra relación con Rusia. Lo estamos haciendo en colaboración con nuestros socios internacionales”. A sus súbditos británicos les hizo decir algo más claro: es preciso formar “la mayor coalición posible contra la agresión rusa en Georgia”, espetó el canciller David Miliband; y agregó “el G-7 debe revisar la naturaleza, profundidad y amplitud de las relaciones con Rusia”. Nicolas Sarkozy y Angela Merkel recibieron el recado y se apresuraron a declarar en esa tónica.
Basta reemplazar el pseudónimo “neoliberalismo” por su verdadero nombre: reacción desesperada del capital ante su crisis estructural, para comprender qué etapa es la que clausura la guerra del Cáucaso.

Por Luis Bilbao