viernes, abril 25, 2008

En Bolivia se juega el futuro


Toda persona consciente debería preocuparse y ocuparse por lo que ocurre en Bolivia. Estados Unidos está a punto de deflagrar allí una guerra que sacudiría a la región y, a poco andar, llevaría a un estado de conmoción y beligerancia a Suramérica entera.
La excusa es la autonomía de cuatro departamentos (Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija); el instrumento, la oligarquía; los medios, cuerpos mercenarios financiados, entrenados y comandados por el Departamento de Estado a través de la CIA y otras agencias; el objetivo, fragmentar a Bolivia, detener el proceso revolucionario encabezado por Evo Morales, introducir una cuña de fuego en el Cono Sur y crear las condiciones para atacar luego a Venezuela y Ecuador. Desde el domingo pasado, también Paraguay está amenazado.
Estados Unidos necesita la guerra. La economía capitalista ya no puede respirar sin ella. Yerran quienes creen que el empantanamiento del imperialismo en Irak le impide abrir otros frentes de combate. Es a la inversa: sólo les queda huir hacia delante. Pero buscan hacerlo por una diagonal, espejando la línea de acción en Medio Oriente: hallar fisuras objetivas en las formaciones económicas, sociales, étnicas y religiosas; azuzar conflictos latentes; desatar la guerra entre facciones, ponerse sobre ellas y cabalgar sobre la destrucción mutua de pueblos.
La diferencia con aquella zona devastada por la invasión, las luchas intestinas y el constante alimento a la guerra (ya los candidatos a suceder a George W. Bush subrayaron su disposición a “arrasar a Irán”), es que en América Latina existe el germen de un centro político continental. Los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia han asumido la necesidad de enfrentar al imperialismo en las condiciones del mundo contemporáneo, es decir, atacando por la raíz al capitalismo.
La reunión de emergencia realizada en la madrugada del pasado 23 por Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Carlos Lage en representación de Raúl Castro, y las decisiones allí adoptadas, son indicativos de que ese bloque comienza a actuar como dirección política internacional.
Pero no es suficiente. Los partidos y organizaciones con los que cuentan esos cuatro gobiernos son la vanguardia revolucionaria del continente, pero no alcanzan aún a nuclear y abroquelar al conjunto del activo obrero, campesino, juvenil y popular desde el Bravo a la Patagonia. Ésa es una tarea pendiente.
La única vía para llevarla a cabo es que esas vanguardias, en toda su diversidad, encuentren el camino de las grandes mayorías y consigan explicar y persuadir a millones de lo que está tan claro pero a la vez tan oscuro: el imperialismo, las oligarquías que se le subordinan y las posiciones vacilantes que dudan en plantarse con firmeza frente a la Casa Blanca, nos están llevando al abismo de la guerra. Hay que detenerlos. Es preciso sumar voluntades, en el más amplio espectro posible, a partir de la simple comprensión de la amenaza.
No se podrá impedir la violencia pidiéndole a Evo, como hace la OEA, que negocie con los perros de la guerra azuzados por Washington. Se trata de defender incondicionalmente al legítimo gobierno indígena de Bolivia. Y por todos los medios necesarios.
Urge convocar reuniones en cada ciudad de América Latina para explicar y debatir esta coyuntura dramática. De esas miles de asambleas deberán surgir acciones de movilización y formas de enlace nacionales y regional. Y estar prontos para enviar delegaciones a La Paz, realizar actos, conciertos, encuentros de todo tipo, en todas partes, con todos y todas quienes entiendan la gravedad del momento y con la única consigna de amarrar las manos asesinas del imperialismo.

Por Luis Bilbao
Director
América XXI
Buenos Aires, 25 de abril de 2008.

lunes, abril 21, 2008

No se trata solo de dinero



La aritmética es conclusiva: “Cuando son falsas las premisas, son falsas las respuestas”. Así ocurre con las apelaciones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial para paliar la crisis que golpea a los países pobres, con motivo del encarecimiento de los alimentos; fenómeno que obedece a la aplicación de políticas santificadas por ellos y que provocan las turbulencias que sacuden a la economía, el comercio y las finanzas internacionales.
El encarecimiento de los alimentos no ocurre porque haya mermado la producción o crecido la demanda, debido a que la gente tenga más apetito o porque los chinos y los indios consuman más, sino por la aplicación de políticas que, sin tomar en cuenta consideraciones humanas y morales, desvían parte de la producción para la producción de agrocombustibles generando tensiones evitables. A ello se suma la elevación del precio del petróleo y devaluación del dólar. Cualquier análisis debe partir del hecho de que prácticamente toda la producción mundial de alimentos destinados a la exportación se encuentra en manos de unas pocas transnacionales y que los países pobres, plagados de realidades históricas y deformaciones estructurales que les impiden un desempeño económico exitoso, están ubicados en los trópicos en los que la producción de cereales no existe o no es económicamente viable, cosa que obstaculiza el fomento de la ganadería y la avicultura nacional sustentables y en los que la opción del autoabastecimiento no existe. La combinación es letal
A todo eso se añade que por sus magras exportaciones, los países pobres reciben dólares que se devalúan por día, haciendo que su capacidad de compra se desplome y aun los pocos países que exportan en cantidades considerables, destinan parte de sus ingresos al pago de deudas o a engrosar sus reservas internacionales, también en dólares, que por añadidura caen en poder de los respectivos bancos centrales, que funcionan según las reglas de la Reserva Federal de Estados Unidos y del Banco Mundial. Se trata de una noria salvaje que obliga a los países pobres a, con papeles que cada vez valen menos, comprar alimentos y petróleo cada vez más caros.
Según los razonamientos técnicos del FMI y del Banco Mundial, las reglas son las mismas para todos, cosa que no es verdad. Los países pobres siempre pierden, entre otras cosas porque sus gobiernos oligárquicos algunos sometidos y comprometidos otros, e incompetentes muchos, en lugar de asumir posiciones firmes, se pliegan al dictak extranjero, incluso algunos países que pudieran ser muy fuertes, como México, en lugar de encabezar la resistencia se pliegan.
Por otra parte, pese a sus enfoques neoliberales, por razones prácticas, los gobiernos de los países desarrollados procuran encontrar formulas que eviten el deterioro de los niveles de vida de su población y les permitan mantener la paz social, alcanzada al haber integrado a las clases medias y a los trabajadores al sistema. Para esos sectores, la crisis alimentaría es una referencia o, cuando más, el deterioro de ciertos indicadores pero no el hambre humillante y letal que se abate sobre los países pobres.
Para los empresarios norteamericanos, europeos, canadienses y australianos que producen alimentos para ganar dinero, es mejor negocio vender su mercancía a buenos precios a quienes, en sus propios países, producen etanol o biodiesel, que exportarla a Burkina Faso o Bangla Desh con los riesgos que ello implica.
Con todo y su carácter opresivo, el régimen feudal contenía elementos de humanismo, uno de ellos era la figura jurídica del “hurto famélico”, según la cual, quien roba pan porque tiene hambre podía alegar atenuantes e incluso ser exonerado. Al llegar al poder, la burguesía suprimió semejante anomalía. El hambre es suya y el pan es mío y la libertad de empresa es tan sagrada como la propiedad.
El FMI y el Banco Mundial, no son organizaciones caritativas, sino clubes de banqueros donde sólo se habla de dinero. Tales instituciones son parte del problema y no parte de la solución.
El mundo produce alimentos de calidad en cantidades suficientes para todos los habitantes del planeta. La mala noticia es que son mercancías y, mientras se trate de dinero, no hay solución para los pobres o tal vez si. La opción es cambiar las reglas.

Por Jorge Gómez Barata. (Profesor, investigador y periodista cubano, autor de numerosos estudios sobre EEUU).

sábado, abril 12, 2008

Paraguay: Elecciones, fiebre amarilla y un embajador entrometido


El clima electoral paraguayo se está tensando ante la posible derrota del Partido Colorado, en el poder desde hace más de medio siglo. La intromisión del embajador de Estados Unidos en la campaña electoral y la epidemia de fiebre amarilla contribuyen a crispar los ánimos.
"Miau", fue la respuesta del embajador de los Estados Unidos en Paraguay, James Cason, cuando los periodistas le pidieron que expresara su opinión sobre los dichos del principal senador oficialista, Juan Carlos Galaverna. "Miau" repitió una vez más. "Mba'embo la ha'étava (y qué puedo decir)", agregó en un perfecto guaraní. "A palabras necias, oídos sordos", remató el embajador1.
Las relaciones entre el embajador y el gobierno se tensaron desde las elecciones internas del Partido Colorado, celebradas el 16 de diciembre, para elegir candidato a las presidenciales que se celebrarán el 20 de abril. Se enfrentaron Blanca Ovelar, apoyada por el presidente Nicanor Duarte, y el vicepresidente Luis Castiglioni, amigo personal de Donald Rumsfeld y candidato preferido de Washington. Todo el aparato clientelar del oficialismo se volcó con Ovelar, que ganó por un exiguo margen en medio de acusaciones de fraude.
La escalada verbal entre el oficialismo y el embajador Cason resume el estilo de la política paraguaya. La intervención de la embajada a favor de Castiglioni fue evidente y grosera, a través del apoyo político y de grandes sumas de dinero que se canalizaron a través de organismos de cooperación. El 6 de febrero Galaverna dijo que Cason es "un embajadorcillo de cuarta" y lo tildó de "hijo de puta" y "pobre gato" porque el embajador promueve una investigación sobre corrupción contra el senador. Galaverna contraatacó: "No van a encontrar en mis antecedentes haberme metido para liquidar gente en Latinoamérica, o haberme metido en naciones extranjeras para tumbar gobiernos".
Si este es el tono de la disputa entre el senador más destacado del gobierno y el embajador de los Estados Unidos, puede imaginarse cómo se manejan los políticos en las relaciones internas. La acusación más suave es la de corrupción, que afecta en realidad a casi toda la clase política del país.

El ex obispo a la cabeza

Según todas las encuestas Fernando Lugo, de Alianza Patrótica para el Cambio, marcha al frente con un margen de entre cinco y trece puntos de ventaja sobre Lino Oviedo de la Unace (Unión Nacional de Ciudadanos Eticos) y Ovelar del Partido Colorado. Pero, a su vez, una abrumadora mayoría de paraguayos creen que será la candidata colorada la que llegará al palacio de gobierno. En efecto, pese a que Lugo cuenta con mayores chances, todos saben que una vez que el aceitado aparato colorado se pone en marcha, con su amplio reparto de favores—empleos, sobornos, dinero en efectivo—todo puede cambiar.
De hecho, los colorados nunca perdieron una votación. Su base de sustentación son las fuerzas armadas y policiales y la profusa burocracia estatal, quienes son movilizados para captar votos en base a afinidades familiares y territoriales. Pero esta vez las cosas podrían ser diferentes, por tres razones: la crisis interna del Partido Colorado, el enorme desprestigio del presidente Duarte y la aparición en escena de un candidato de centroizquierda que puede romper el eterno bipartidismo entre colorados y liberales.
A sólo 50 días de las votaciones el aparato colorado está profundamente dividido. Las heridas provocadas por la fuerte disputa interna amenazan convertirse en crisis. Sectores colorados se pasaron a la oposición encabezada por Lugo y algunos apoyan a Oviedo. En los hechos, el aparato colorado aún no se ha puesto en movimiento y es posible que no pueda hacerlo.
Por otro lado, Ovelar no consigue subir en las intenciones de voto y pierde posiciones. Algunas encuestas la sitúan tercera, detrás de Oviedo. Su apego al presidente Duarte, acusado de malversación y apropiación de fondos públicos, parece una de las principales causas del mal desempeño de la candidata colorada. Aún no se sabe qué actitud adoptará Castiglioni, derrotado en las internas y enemigo ahora de Duarte. Se lo considera el principal representante del poderoso lobby de la soja, el primer producto de exportación del Paraguay, y la postura que adopte puede inclinar la balanza.
El ex hombre fuerte de Paraguay, Oviedo, fue amnistiado de su pena de cárcel por diversos delitos, entre los cuales figura el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña en 1999, en una jugada atribuida al presidente Duarte para dividir los votos de la oposición. Sus bases de apoyo están en los extremos. Los muy ricos y los más pobres del campo son los más fieles seguidores de un candidato tosco y elemental, que hace campaña contra los homosexuales y amenaza con derrotar a sus adversarios a "votazos", con el mismo ímpetu que en 1989 derrocó a "cañonazos" al dictador Alfredo Stroessner.
Por el lado de la oposición, no escasean tampoco los problemas. Lugo se presenta en alianza con el Partido Liberal (PLRA), con quien comparte la vicepresidencia, y es apoyado por un amplio conglomerado de 15 listas que van desde la democracia cristiana hasta la izquierda fragmentada en un sinfín de candidaturas. Sólo el grupo más afín a Lugo, Tekojoja, tiene posibilidades de conseguir bancas en el parlamento, además por supuesto de los liberales. Aquí está uno de sus mayores problemas: aunque consiga la presidencia, va a gobernar en minoría en un parlamento mayoritariamente colorado. El riesgo de ingobernabilidad puede restarle votos.
Uno de los ejes de su campaña consiste en renegociar el tratado de Itaipú, la mayor represa hidroeléctrica del mundo que provee el 20% de la energía eléctrica que consume Brasil. Ese tratado, junto al de Yacyretá2 con Argentina, fue firmado por la dictadura de Stroessner en 1973 y, según el equipo de Lugo, representa un despojo de la soberanía hidroeléctrica paraguaya.
Por un lado, los tratados obligan a ceder el "derecho de compra" a Brasil y Argentina, países que han sobrefacturado la construcción de ambas represas en beneficio de sus estados y empresas y en perjuicio de Paraguay. Pero, además, los precios a los que compran la energía están muy por debajo de los que se pagan en el mercado. El precio de mercado de la energía paraguaya vendida a Brasil y Argentina es de unos 3.645 millones de dólares anuales (más del 60% del PI B de Paraguay), pero el país recibe apenas 250 millones por año3. Hasta ahora ha sido imposible renegociar los tratados, aunque parece evidente que para un país pobre como Paraguay podría ser la única forma de salir adelante.

La fiebre amarilla como emergente

Largas colas de hasta ocho y diez cuadras pudieron verse durante la tercera semana de febrero en las calles de Asunción. La población, desesperada, desbordó los hospitales para ser vacunada contra la fiebre amarilla, que causó en pocos días entre cinco y ocho muertes según diversas fuentes. En algunos sitios se vivieron escenas de pánico y se produjeron cortes de calles ante la falta de vacunas.
En 2006 la epidemia de dengue causó once muertos y puso en evidencia la ineficacia y corrupción del sistema sanitario. El último informe anual del Serpaj sostiene que en Paraguay "la salud antes que un derecho es una mercancía", pero además "una mercancía de escasa calidad"4. El 9% cuenta con seguro privado; el 12,5% aporta a la previsión social y el resto debe acudir al sistema público atravesado "por la ineptitud y la partidización impuesta por quienes lo lideran". Miles de paraguayos cruzan la frontera para recibir una atención médica digna y gratuita, algo que en su país resulta impensable.
La imprevista epidemia comenzó en plena campaña electoral, de modo que el oficialismo no puede negar su responsabilidad por el deficiente sistema sanitario como por la incapacidad para controlar el brote. El gobierno debió acudir a la ayuda internacional ya que no tenía provisión de vacunas suficientes. Fueron muchos los países donantes de vacunas, desde Brasil hasta Bolivia. Ante la ineficacia del gobierno, son los vecinos quienes a través de mingas (trabajo colectivo solidario) se encargan de limpiar los miles de predios baldíos convertidos en criaderos de mosquitos.
Todo indica que más allá del resultado del 20 de abril, Paraguay quedará firmemente alineado con los países de la región, muy en particular con Brasil. El que e ra uno de los aliados de Washington, ha dado un giro radical en los dos últimos años. A tal punto que el presidente Duarte dijo hace pocas semanas que se siente más cercano de Hugo Chávez que de Bush. La oficialista Ovelar está dispuesta a continuar la política exterior del actual presidente o de alinearse aún más con la nueva izquierda latinoamericana. Si algún cambio se dibujara en el horizonte, como el que puede surgir del triunfo de Lugo, no irá en el sentido que desea Washington. Tal vez eso explique la beligerancia de Cason.

Raúl Zibechi

El autor es editor de Política Internacional del Semanario Brecha de Uruguay; es autor de varios libros como La Mirada Horizontal, La Revuelta Juvenil De Los '90, Los Arroyos Cuando Bajan y Genealogía De La Revuelta; además de ser ganador del Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí 2003.

martes, abril 08, 2008

ExxonMobil y Colombia, dos derrotas trascendentales para Estados Unidos

Acaso ahora resulte menos arduo comprender y asumir en qué punto está y hacia dónde marcha la política internacional. El inmediato movimiento centrípeto de América Latina para impedir un desenlace bélico en la región, y el consecuente aislamiento sin precedentes de Washington en su propio terreno, la OEA, pintan con trazo claro el momento histórico.

En el último año la dinámica de convergencia regional había sido neutralizada. La inexorable competencia entre las burguesías locales, convenientemente azuzada por el Departamento de Estado, había hecho su labor divisionista. Pero cuando Estados Unidos dispuso que el gobierno de Álvaro Uribe atacara territorio ecuatoriano y abatiera al representante de las Farc en la negociación por la paz, el espectro de la guerra, la invasión y la ocupación de mercados por vía militar aunó gobiernos ya lanzados a la búsqueda de negocios bilaterales con el imperialismo —o a punto de hacerlo— y los obligó a ponerle freno a la Casa Blanca.

República Dominicana fue el escenario para que un recorte del hemisferio político, el Grupo de Río, permitiera a la vez condenar la agresión colombiana y fugar por la tangente a Álvaro Uribe. Antes y después, la OEA puso a trasluz la relación de fuerzas provocada por la intentona belicista, no por inestable menos cierta.

El fantasma de la guerra pareció esfumarse. Escamoteando la realidad hasta cuando dicen la verdad, los medios atribuyeron el milagro a la posición conciliadora y la habilidad política de Hugo Chávez en Santo Domingo. Así, lo obvio quedó en la penumbra: el inicio de una conflagración que abarcaría a toda la región no se impidió con el gesto concesivo de Chávez, sino con su determinación, una semana antes, de responder con el máximo de fuerza a la amenaza bushuribista sobre la frontera colombo-venezolana, acompañando un movimiento análogo resuelto por el presidente del país agredido, Rafael Correa.

Tender la mano desde una posición timorata hubiese sido la luz verde para la inmediata ocupación de territorios supuestamente utilizados por las Farc en Ecuador y Venezuela. Es decir, el inicio de la guerra total. Es verdad que el gesto de Chávez en el Grupo de Río salvó la cara de más de un mandatario escurridizo. Pero desplegar las tropas y no tender la mano hubiese conducido al mismo desenlace, el buscado por el imperialismo, la guerra total. No por nada, simultáneamente, en Bolivia la oligarquía títere llamaba a las armas contra Evo Morales.

Contra Pdvsa

También en sincronía con aquella ofensiva, a través de la célebre ExxonMobil, Estados Unidos atacó desde otro flanco: Pdvsa y la recuperación de los yacimientos en la faja del Orinoco. Se trata de mostrar a los levantiscos socios menores del Sur que todo gesto de soberanía lleva a la catástrofe: embargo por 12 mil millones de dólares, incautación de buques petroleros en alta mar, bloqueo de los pagos en todo el mundo… Mejor renovar contratos de entrega y negociar un statu quo, era el mensaje imperial.

Aquí, otra vez, la más mínima vacilación hubiese llevado no ya a la reversión de la salida de ExxonMobil de Venezuela, sino llanamente a la caída de Chávez. Pero no hubo dudas. El presidente de Pdvsa y ministro de Energía, Rafael Ramírez, no se limitó a denunciar con toda la fuerza argumental la agresión y el agresor: George Bush. Sin demora impulsó la movilización de los trabajadores petroleros y encabezó la demostración de fuerza obrera ante los ojos del mundo.
El resultado es conocido: ante la certeza de que una decisión contraria a la soberanía venezolana no sería aceptada por la Revolución Bolivariana, el Tribunal de Londres al que había recurrido ExxonMobil (usando una prerrogativa infame aceptada por los antiguos dueños de Pdvsa), falló contra la absurda pretensión imperialista. “Una gran victoria moral, política, económica, técnica y jurídica contra el imperialismo”, dijo Chávez en un acto convocado para anunciar el resultado de esta otra gran prueba de fuerza.

¿Pasó el riesgo de guerra? ¿Se rendirá ExxonMobil? La

respuesta a estos interrogantes se hallará en los tumultos bursátiles, en la caída de las acciones, en la ahora admitida regresión indetenible de la economía estadounidense y el paulatinamente reconocido impacto que esto tendrá en todo el mundo, con efectos devastadores.

No. No habrá tregua. Estados Unidos está empujado a la guerra por la crisis que le atenaza las entrañas. El ensueño de democracias burguesas prósperas propulsadas a soya es eso, una quimera. El trato de igual a igual en términos capitalistas con los centros imperiales es algo peor. Requiere adjetivos más rotundos.

De allí la necesidad de interpretar ajustadamente estas dos grandes derrotas de Estados Unidos: ocurrieron por la determinación de quienes han resuelto reconquistar la soberanía por el único camino que el momento histórico permite: la superación del capitalismo. Y por el temor de otros a la furia del amo y el perjuicio que esto acarrearía a sus negocios.

La naturaleza misma de este bloque da lugar alternativamente a momentos de fortaleza y debilidad. Venezuela, Bolivia y Ecuador están y seguirán estando bajo fuego del imperialismo. Otros gobiernos sufrirán más y más presiones para apartarlos de ese pelotón de vanguardia, condición previa para el accionar militar.

Nunca como hoy ha sido necesaria la unidad de la nación latinoamericana.

Por Luis Bilbao
para Américaxxi (visitar www.americaxxi.com.ve)