sábado, marzo 28, 2009

Algunos indicios del viraje de los EE.UU. en el mundo


Las cifras asociadas al gasto internacional en defensa son para hacer estallar las neuronas más sanas. En el 2007, último año para el que tiene cifras confirmadas, estimó el SIPRI (el muy respetado instituto sueco para estudios de la paz) el mundo invirtió en ese rubro 1.200 billones de dólares, de los cuales Estados Unidos aportó el 45%. Aquella no es la misma superpotencia de hoy, cabalgando como está una crisis económica que parece un caballo bronco imposible de amansar. El dinero para la defensa, en tanto, se sigue asignando como si nada hubiese pasado y dos guerras (Afganistán e Irak) siguen devorando recursos económicos necesitados para otros fines.
Pero que no todo puede seguir igual, es algo que el presidente Barack Obama y su gente comprenden bien. Por eso hay que mirar en detalle las decisiones que está tomando y aquellas que está a punto de tomar en el terreno de los frentes de conflictos de su país porque no solo hablarán de esos problemas sin también de la mutación del rol estadounidense en el mundo.
Sobre todo porque ya no existe espacio en la realidad para volver sobre las ensoñaciones de George W. Bush y Dick Cheney que a comienzos de siglo imaginaron una proyección del poder unilateral de Estados Unidos en el tiempo, librando antes un par de guerras menores con victorias que permitiesen un redespliegue del poder militar de Washington.
Antes de fines de mes, habrá una conferencia internacional sobre el problema afgano y Obama ha instruido que su secretaria de Estado, Hillary Clinton, le ofrezca un lugar en la mesa de debate al gobierno del presidente Ahmadinejad. Es apenas un gesto, pero que parece bien elegido para quien va destinado. Los iraníes quieren, desde siempre, ser considerados una potencia asiática con proyección global y, por momentos parecen decididos a colocarse esa cucarda por la buenas -esto es por consenso de la comunidad global- o por las malas, esto es transformándose en un país con arsenal bélico atómico.
En este mismo contexto conviene citar los dos discursos que en poco más de 48 horas tanto de Obama como de su colega israelí Shimon Peres llamando a los líderes de Teherán a sentar las bases de una nueva era de entendimiento entre sus naciones. No hay excesivo optimismo sobre el resultado de esta apelación -hecho en el inicio de festejos primaverales en Irán-, pero la respuesta inicial de los iraníes fue inusualmente entusiasta.
Los problemas concretos son huesos duros de roer. Está la demanda insistente para que Teherán abandone su programa de desarrollo nuclear -que los iraníes insisten que solo tiene fines pacíficos- y que deje, dicen sobre todo en Estados Unidos, la acción militar anti-israelí de Hezbollá en el Líbano y Hamas en Gaza, además de abandonar su instancia retórica de borrar a Israel del mapa.
Después de 30 años de no mantener otras relaciones que las de adversarios casi enemigos, los temas pendientes en la agenda bilateral iraní-estadounidense son tantos, entre otros los más de 400 días que el entonces nuevo régimen iraní tuvo secuestrados a diplomáticos de Washington en los 70 y el ataque de naves militares estadounidenses a un jet comercial iraní que terminó por derribarlo en los años 80.
En cualquier caso Obama y Peres saben que otro conflicto en el Asia sería casi imposible de digerir. Peres tiene el problema, además, de que en quince días tendrá un nuevo gobierno encabezado por la derecha encabezada por Benjamín Netanyahu y quizá cuente también a Avigdor Lieberman, una pesadilla racista, como canciller. No será fácil para Obama lidiar con estos personajes y su idea central, confesa a medias, de impedir que los palestinos tengan su estado.
Y, si embargo, el momento dorado que la derecha israelí tuvo en los días de Bush ya no existe y la escenografía ya no contiene los gritos de unilateralismo de entonces. Obama precisas descompresión y, para ello, de nueva alianzas, ya que los hombros de Estados Unidos no son más los de Atlas, ya no pueden sostener todo el planeta.
Lejos de disminuir el racismo en EEUU, leemos con atencion acerca del aumento de los grupos racistas y xenofobos.
Por el poco tiempo que asumio es unos de los presidentes mas amenazados.Siendo frustados dos atentados uno en Denver y otro en Tenesse.
A todo lo anterior le agregamos desempleo en aumento como un ingrediente explosivo de la ensalada.
La falta de escrupulos de la oposicion que apuesta al fracaso de la gestion aunque eso provoque un crack de impensables derivaciones.Es hasta gracioso ver en foros racistas como Obama es acusado de ser marxista (http://cofcc.org/) mientras que los medios de derecha lo tildan de socialista (cosa que parece ser un insulto en EEUU).
No olvidemos sumar en la receta que de empezar a retirar ejercitos de Irak y/o Afganistan se le sumara la presion de la industria del armamento.Obviamente a lo anterioremente expuesto queda la negociacion con los paises permitame el sarcasmo "amigos" Iran,Pakistan,Corea,Venezuela,Cuba y Rusia , mas algun otro que me debo estar olvidando.En conclusion y parafraseando la maldicion china "A este hombre le tocaron tiempos interesantes"

Por Raúl Cardoso.
Fuente: Blog clarin, adentro y afuera.

martes, marzo 10, 2009

Las olitas y sus efectos


Maremoto: lejos de provocar pequeñas olas, como dijo el presidente Lula, el impacto de la crisis económica mundial en Brasil puede convertirse en un verdadero mare motus. Sus terribles efectos sobre la producción y el empleo se manifiestan con fuerza: sólo en diciembre de 2008, 600 mil personas quedaron desocupadas en todo el país y la producción industrial cayó 12,4% en relación a noviembre del mismo año. Frente a este panorama, el gobierno brasileño optó por pactar con los intereses del bloque de poder que comanda al país: el sector financiero privado y las transnacionales. Confirmada su presencia en la reunión del G-20 en Londres, Da Silva eligió dar continuidad a la política económica en curso y al acuerdo firmado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso con el FMI.
El presidente Lula sufrió muchas críticas por haber menospreciado, aparentemente, los efectos de la crisis económica mundial en la economía brasileña, al comparar los riesgos a una mera “olita”, de esas que no asustan siquiera a los extraños al mar. Políticamente se puede comprender el papel del Presidente de la República. No cabe a él la función de atemorizar a la población con suposiciones de consecuencias negativas que enfrentaremos. Por el contrario, su responsabilidad mayor es la de garantizar la toma de decisiones que impidan lo peor y eviten al trabajador brasileño el desempleo, la reducción de su renta y la precariedad de los servicios públicos. Y es justamente en este punto que consideramos extremadamente equivocada la posición asumida por el Gobierno. Se sabe que Lula llegó a la victoria electoral de 2002 en medio de una crisis económica fuerte, con raíces en el terrorismo político de sus adversarios, alimentado por decisiones políticas del área económica del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, que prepararon todas las condiciones para el agravamiento de la coyuntura económica en el año electoral. Reducción de los plazos de vencimiento de los títulos de la deuda pública, elevación de la tasa de interés y dolarización de buena parte de la deuda mobiliaria fueron algunas de las cáscaras de banana dejadas por la dupla Pedro Malan - Armiño Fraga, antes de completar el gobierno tucano (nombre dado a los miembros del Partido Socialdemócrata) y de irse a trabajar al sector financiero privado. Lula, como se sabe, al contrario de cumplir con su saga de líder incuestionable del modelo liberal e iniciar la transición hacia otro tipo de modelo económico, optó por arreglar con los intereses del bloque de poder que comanda al país, especialmente a partir del Plan Real –una alianza entre el sector financiero privado y las transnacionales. En rigor, optó por dar continuidad y sobrevida a la política económica en curso y al acuerdo firmado por Cardoso con el FMI.
La gestión de Lula introdujo cambios como la unificación de una serie de programas compensatorios ya existentes bajo el rótulo de Bolsa-Familia con la ampliación de los recursos financieros dirigidos a esa finalidad y los reajustes reales para el salario mínimo. Sin embargo, la continuidad de la política económica obedeció a la lógica de la búsqueda de un tipo de gobernabilidad a partir del apoyo de sus antiguos adversarios en la convicción de que la coyuntura internacional –extremadamente favorable– sería capaz de producir efectos benéficos al país. Se puede decir que Lula “se acostó en un lecho espléndido”. El cambio del cuadro internacional permitió que a partir de 2002 la balanza comercial brasileña diese un salto. Partiendo de un saldo positivo de 13.100 millones de dólares aquel año, alcanzó en 2006 un superávit de 46.500 millones. Esos resultados comerciales permitieron que, a pesar de que la cuenta de servicios presentara un crecimiento continuo, el saldo de las transacciones corrientes del país se mantuviera en una trayectoria de crecimiento. En 2002 el déficit en cuenta corriente fue del orden de los 7.600 millones de dólares, pero con un saldo de 14 mil millones en 2005 y de 123 mil 600 en 2006, hubo una comodidad en las cuentas externas que aparentemente, para muchos, indicaba el acuerdo de las opciones del gobierno de Da Silva.
Esa comodidad, entre otras consecuencias, permitió que el país experimentase tasas de crecimiento un poco mayores a las del pasado reciente, con impactos positivos en la oferta de empleo, especialmente en la banda de tres salarios mínimos. A partir de 2007, sin embargo, el cuadro se alteró por factores externos pero particularmente por las características del propio funcionamiento de la economía brasileña. La dinámica de crecimiento –con altísimas tasas internas de interés y una apertura financiera y comercial extremadamente liberal– llevó al crecimiento de las importaciones, empujadas por la valorización del real. En 2007 no solamente el saldo comercial retrocedió a 40 mil millones de dólares, sino que el resultado de las transacciones corrientes cayó a apenas 1.500 millones. A pesar de que los síntomas más graves de la crisis internacional ya se habían manifestado en el segundo semestre de 2007, el hecho es que el gobierno brasileño sólo asumió medidas de carácter contractivo, buscando enfriar el crecimiento económico y contener el “furor” de las importaciones. Consejeros económicos de Lula, de orientación diversa como Delfim Neto o Luiz Gonzaga Belluzzo, sugerían la elevación espectacular del superávit primario, como forma de atenuar la ofensiva que el Ministro del Banco Central podría hacer, elevando la tasa de interés. Al mismo tiempo, Da Silva no se cansaba de elogiar a Enrique Meireles, mostrando claramente que los cambios sustantivos de la política económica no estaban en discusión. Con eso, lo que se vio fue que la tasa básica de interés se mantuvo en 11,25% entre septiembre y marzo de 2007, elevándose paulatinamente a partir de abril del año pasado, hasta llegar a 13,75% anual en septiembre. Los resultados son trágicos. Las cuentas externas cerraron 2008 con un récord deficitario de la cuenta de servicios y rentas de 53 mil millones de dólares, empujado especialmente por las remesas de ganancias y dividendos (33.900 millones de dólares). El saldo comercial del país continuó en caída vertiginosa, cerrando el año en 24.700 millones de dólares y ahora, en enero, se vuelve a tener déficit comercial, hecho que no ocurría desde 2001. Con esos resultados el déficit de las transacciones corrientes en 2008 saltó a 28.300 millones de dólares, lo que llevará a una mayor dependencia de capitales extranjeros para cerrar el flanco externo. Es en ese cuadro que se deben relativizar por completo los efectos de la reducción en un 1% de la tasa básica de interés, decidida por el Banco Central en enero, para dejarla en 12,75%. No solamente es una tasa indecente, sino que es un 1,5% superior a la que estaba en vigor en el segundo semestre de 2007, cuando el mundo ya comenzaba a sentir los efectos del barullo financiero producido por los liberales.
Los terribles efectos sobre la producción y el empleo se manifiestan con fuerza. La estimativa del propio Ministerio de Trabajo, con base en los datos del Caged, indica que el país perdió 600 mil puestos de trabajo en diciembre. La producción industrial cayó 12,4% en diciembre, en relación a noviembre, y es la tercera caída consecutiva de este indicador, acumulando un retroceso industrial en el último trimestre del año pasado de casi 20%. El problema, sin embargo, no es la imagen de la “olita” usada por Lula para defender las opciones de su gobierno y también para tranquilizar a los brasileños. Lo grave es el propio Lula, sus opciones de política económica y sus más importantes colaboradores, formales o no.

Por Paulo Passarinho
Desde San Pablo,
Correio da Cidadania y América XX

viernes, marzo 06, 2009

Respuestas de América Latina a la crisis mundial: Panorama en las vísperas

Opciones: todos los profundos cambios de orientación geopolítica verificados en América Latina en lo que va del siglo XXI estarán en juego en los próximos meses. Con el sistema financiero internacional desintegrado, las grandes potencias se aprestan a recomponerlo con cambios apenas cosméticos. Un “nuevo Bretton Woods”, lo llaman, para no dejar lugar a dudas. El principal objetivo de Washington es impedir que China, Rusia e Irán, cada una con su área de influencia, así como América Latina y el Caribe, constituyan subsistemas autónomos, por fuera de la hegemonía y el control estadounidense. Suramérica participará próximamente en dos reuniones clave en las que se librará esa batalla: el G-20 en Londres el 2 de abril y la Cumbre de las Américas en Puerto España dos semanas después. Sólo Brasil y Argentina estarán presentes en el primer encuentro, definitivo para el rediseño global. En las páginas siguientes quedan reflejadas la situación y las políticas aplicadas hasta ahora en ocho países de la región.
La disciplina rebautizada Economía durante el siglo XX se ha revelado en los últimos meses como la más formidable estafa en la historia de las ideas. Cuando en los albores del pensamiento en la antigua Grecia los teóricos de entonces imaginaron la Tierra como un plano apoyado sobre elefantes, daban prueba de mayor rigor y honestidad intelectual que los economistas de hoy al servicio del capital. Día tras día, los cuadros formados en esa materia en las más renombradas universidades del primer mundo se muestran perplejos y admiten su incapacidad para definir la naturaleza y los alcances del cataclismo económico universal.
Pero si los economistas están a la espera de los acontecimientos para formarse opinión, los políticos no: aun sin saber exactamente qué tienen bajo los pies, han delineado y aplican sistemáticamente un plan en función de los intereses de los núcleos mayores de concentración de riqueza en el mundo.
Ese desdoblamiento entre economistas y políticos expresa el desgarramiento del saber formalizado por Adam Smith en el siglo XVIII, denominado entonces Economía Política. Una ciencia es un medio para descubrir la verdad en el área que investiga. Por eso, ya a mediados del siglo XIX los defensores del sistema capitalista debían apresurar un viraje que neutralizara la Economía Política para convertirla, quitándole el apellido, en un instrumento para encubrir la verdad y defender por los medios que fuere la sociedad de la explotación, la injusticia y la destrucción de valores humanos y materiales.
Tomando en cuenta estos antecedentes se comprende mejor el significado del encuentro del G-20 el 2 de abril próximo en Londres y la Vª Cumbre de las Américas desde el 17 al 19 del mismo mes en Puerto España, Trinidad y Tobago. Sin respuestas de los economistas, los representantes políticos del gran capital internacional no han logrado detener la caída en tirabuzón, no pueden determinar con precisión la etiología y la dinámica de la crisis ni tienen aún diagnóstico y pronóstico seguros. Pero entienden lo que para ellos es fundamental y, trazados los lineamientos estratégicos, están llevándolos a la práctica.
Desde su perspectiva, afrontar el colapso mundial requiere ante todo obturar cualquier respuesta por fuera del sistema capitalista. E impedir incluso que las economías menores busquen formas de autonomía relativa, evitando que de los escombros del sistema financiero internacional surjan mecanismos regionales no sujetos al centro imperial. Por eso el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz (y otras luminarias de ocasión, algunas con ropajes progresistas), claman por la necesidad de “un nuevo Bretton Woods”, es decir, la reparación, con algún cambio cosmético, del mecanismo planetario bajo hegemonía y control de los centros imperialistas de la economía mundial. Paralelamente, los estrategas de Washington y Bruselas tienen clara la necesidad de impedir la aparición de un centro político en condiciones de polarizar la voluntad de cientos de millones de seres humanos amenazados por el terremoto social, registrado incluso por los sismógrafos menos sensibles.
Una vez obtenidas esas precondiciones, claro, entonces sí serán útiles los economistas. Las técnicas y nociones impartidas en las altas casas de estudio servirán para cuantificar y proyectar el costo que la humanidad deberá pagar para rescatar al capitalismo. Piénsese sólo que desde octubre a la fecha el colapso bursátil ha volatilizado una riqueza equivalente al PBI anual sumado de Estados Unidos y la Unión Europea, para medir cuántas horas de trabajo, cuántas esperanzas, cuánto sufrimiento humano se esfumó en esta primera fase de la crisis capitalista. A partir de allí se podrá intuir cuánto falta por venir y qué costos humanos requiere el salvataje del sistema.

El abismo

A mediados de febrero Dominique Strauss Kahn, titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), admitió que “hay una posibilidad real de que en las próximas semanas o meses algunos países, particularmente los emergentes, necesiten algún tipo de ayuda” y auguró “una segunda vuelta” de la crisis financiera. No estaba pronosticando: innumerables Bancos, encabezados por el Citi y el Bank of América, respectivamente el más grande del mundo y de Estados Unidos, ambos quebrados, aguardan la decisión que enviará a muchos al abismo y salvará unos pocos nacionalizándolos. Paralelamente, después de que Islandia e Irlanda, los modelos súper exitosos de los últimos tiempos, debieran ser rescatados de una caída en barrena, los índices económicos de España, Grecia y Portugal anunciaban que la onda expansiva no se detuvo. Peor aún, comenzó a revelarse otra de las más extraordinarias mentiras de la historia: la supuesta afirmación de los países integrantes del ex Pacto de Varsovia como prósperas economías capitalistas. La otra cara de aquel momento de euforia muestra la caída en dominó de Ucrania, Rumania, Hungría, Croacia, Serbia, Lituania, Letonia y Estonia, a cuyo rescate deben correr las autoridades de la Unión Europea, dado que incluso eludiendo lo obvio: que detrás de esos países se agiganta el peligro de un desplome de la economía rusa, los efectos de esta crisis en cadena sencillamente devastarían al viejo continente. “Hace 20 años que Europa se unió. ¡Qué tragedia sería dejarla dividirse nuevamente!”, reflexionó el presidente del Banco Mundial Robert Zoellick, un estadounidense muy conocido por sus trapisondas en América Latina. Sí: qué tragedia… Las novelas de Erich María Remarque en las que el célebre autor alemán pintó el sufrimiento de cientos de miles de personas (buena parte de ellas de origen judío) lanzadas a la nada entre la primera y la segunda guerras mundiales, vagando constantemente de Este a Oeste y viceversa, sin documentos, sin poder afincarse en ningún país, con toda la inmensa desdicha que describen, apenas si permiten intuir la pesadilla de millones de habitantes del Este y Centro europeos arrojados a la emigración por el colapso de sus economías, intentando cruzar las fronteras para hallar un mendrugo en el Oeste.
El diagnóstico negativo no se limita a los países más pobres de Europa, convencidos en los últimos años de que habían llegado al cielo capitalista. Véase la descripción insospechable del decano de la prensa económica conservadora en el mundo, The Economist, en su edición del 19 de febrero: “En Alemania las órdenes de máquinas y herramientas en diciembre último estuvieron un 40% por debajo del año anterior. En China quebró la mitad de las nueve mil fábricas para la exportación de juguetes. Los embarques en Taiwán de computadoras notebooks cayeron un tercio en enero. El número de autos ensamblados en Estados Unidos estuvo un 60% por debajo de enero de 2008. La producción industrial cayó en los últimos tres meses en 3,6% y 4,4% respectivamente en Estados Unidos y Gran Bretaña (equivalente a una caída anual del 13,8% y 16,4%) (…) Pero el colapso es mucho peor en países más dependientes de exportaciones manufactureras (…) La producción industrial alemana cayó el 6,8% en el último trimestre de 2008; la de Taiwan 21,7%; Japón 12% (…) La industria está colapsando en Europa del Este, así como en Brasil, Malasia y Turquía. Miles de fábricas están siendo abandonadas en el Sur de China. Sus trabajadores fueron a sus domicilios de origen para celebrar el nuevo año en enero. Millones no volvieron nunca”.
Nada mejor se vislumbra en Estados Unidos. “La economía perdió 3,6 millones de puestos de trabajo desde que la recesión comenzó en diciembre de 2007 –afirma The Wall Street Journal el 7 de febrero– la mitad de los cuales se perdió en los últimos tres meses. En enero la suma fue de 598 mil”. Esto ocurrió pese a la inyección de sumas imposibles de concebir, a las que se sumó en febrero el “paquete de estímulos” de 787 mil millones de dólares exigido por Barack Hussein Obama al Congreso y durante cuyo tratamiento quedó a las claras la fractura de la burguesía imperialista al debatir la repuesta a la crisis. Este último salvavidas será insuficiente, según todas las estimaciones, no obstante lo cual, combinado con una baja de impuestos apuntada a aumentar el consumo, llevará a cifras descontroladas el déficit fiscal del presupuesto proyectado para 2010, muy por sobre los 1,75 millones de millones de 2009. Se acelera así la vaporización de todo respaldo real para el dólar, en el mismo momento en que el euro amenaza con desaparecer devorado por las crecientes fracturas en la Unión Europea.
Mientras tanto, la nacionalización de bancos llevó al semanario Newsweek a condenar desde la portada lo que entiende como la marcha de Estados Unidos al socialismo. Sólo que en los países imperialistas el “fortalecimiento del Estado” no supone un paso progresista sino, todo lo contrario, un peligroso deslizamiento en dirección al fascismo.

G-20 y Cumbre de las Américas

Es en este marco que se realizará la Cumbre de las Américas. El borrador de la declaración final, ya puesto a consideración de los 34 jefes de Estado (todos menos Cuba, vetada por Washington de estos encuentros), tiene un título curioso: “Asegurar el futuro de nuestros ciudadanos promoviendo la prosperidad humana, la energía y la sustentabilidad ambiental”. Cuando los burócratas de la OEA lo redactaron no estaban advertidos de que semejante encabezamiento sonaría a sarcasmo cruel. Luego no tuvieron la perspicacia para cambiarlo. Todo el empeño estuvo centrado en realizarlo en un lugar donde no fuera posible hacer algo semejante a lo ocurrido en la edición anterior, en Mar del Plata, cuando Hugo Chávez presidió un acto de masas con el carácter de contracumbre, donde anunció que a pocos metros había sido muerto y sepultado el Alca.
El anteproyecto recorre todos los lugares comunes reiterados ritualmente en cada encuentro cimero. Y tiene el mismo nulo valor de los anteriores. Al margen de la declaración, la gran pregunta es cómo actuará Unasur en ese escenario: ¿se alineará con la perspectiva estratégica propuesta por el Alba o condonará las resoluciones que dos semanas antes habrá tomado el G-20 en Londres?
Allí cobra todo su negativo significado el hecho de que a la capital británica acudan Brasil y Argentina. Su incorporación, en aparente igualdad de condiciones, al cónclave donde los grandes resolverán la estrategia frente al colapso mundial del capitalismo, se explica precisamente por la necesidad de evitar que América Latina resuelva su propia respuesta.
En el encuentro realizado en Washington en noviembre pasado no se oyó una propuesta de Brasilia y Buenos Aires. Si acaso emitieron un sonido, no traspasó los muros del recinto donde sesionaron. Ni se oyó luego, cuando los mandatarios regresaron a sus países. Al correr la última semana de febrero no hay un solo signo de que las dos economías mayores de Suramérica enarbolen un programa común. Unasur no ha sido llamada a reunión a tal efecto. Por el contrario, Brasil recibió en los últimos meses ayuda del FMI para sortear la amenaza de quiebra en cadena de sus principales Bancos; en Buenos Aires, que dos años atrás pagó al contado la totalidad de la deuda con este organismo, con el argumento de que así se liberaría del yugo, hay voces oficiales que adelantan la necesidad de seguir el mismo camino de Brasil.
Un hecho presumiblemente casual pone una nota aguda para la participación argentina en esa reunión: el 2 de abril es el aniversario del malhadado intento de recuperar las islas Malvinas, en 1982, culminado como se sabe con una ignominiosa derrota. La gesta y su saldo de tantos jóvenes muertos pesa de manera silenciosa en la sociedad argentina. Numerosas organizaciones políticas y sociales han iniciado un movimiento que pretende representar esos sentimientos y lograr que la presidente Cristina Fernández no concurra a Londres.
El encuadramiento de Brasil y Argentina en el programa de las grandes potencias frente a la crisis significaría un revés para el proceso de convergencia suramericana, pero sobre todo el ingreso a un callejón sin salida para ambos países. La interpretación según la cual con el cambio de presidente y la aplicación de un plan keynesiano Estados Unidos gira hasta colocarse en el mismo rumbo de marcha de gobiernos del Sur considerados progresistas, es un error de inabarcables proporciones. No sólo porque asimila de manera superficial al teórico imperialista.
También y sobre todo porque desconoce dos diferencias cruciales: el cuadro de situación incomparable al que le dio respuesta y la distancia entre una economía dominante y otras subordinadas.
La opción consiste, ni más ni menos, en servir como fuente de recursos para la contraofensiva económica del Norte o en la utilización de esos recursos para una estrategia propia, común a toda la región, de complementariedad, solidaridad y respaldo mutuo. Ya llega la devastadora onda expansiva del estallido de las economías capitalistas centrales. América Latina y el Caribe están en las vísperas de una batalla histórica.





Qué es el Grupo de los 20

Fundado en 1999, el G-20 reúne a los siete países de mayor desarrollo capitalista: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido, más Rusia, más un selecto conjunto de países denominados (no sin ironía) “emergentes”: Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, India, Indonesia, México, República de Corea, Sudáfrica y Turquía, con más un representante de la Unión Europea.






Qué es el Alba

La Alternativa Bolivariana para las Américas nació como acuerdo bilateral de los gobiernos de Cuba y Venezuela. Luego se incorporó Bolivia y más tarde hicieron lo propio Nicaragua, Dominica y Honduras. Ecuador se asocia al proyecto sin integrar formalmente el grupo. En su reunión de noviembre último el Alba resolvió crear una moneda común, el Sucre, que obrará como medio de cuenta para viabilizar el intercambio entre estos países. Proyecta la creación de un Banco Central y avanzar hacia una moneda única.











AméricaXXI

Desde Venezuela para todo el continente

miércoles, marzo 04, 2009

Periodista vs. Prensero, dos profesiones distintas

Dentro del oficio del periodismo no está bien visto el hacer prensa, y dentro de este mismo ámbito es abismal la diferencia entre el periodista de escuela y el de calle.
Muchas veces, quien accede al periodismo para obtener una credencial con la idea de satisfacer propósitos mezquinos con el tráfico de influencia, puede ser un eficaz negociante o un buen gestor –“coyote”-pero no un periodista, sentencian Vicente Leñero y Carlos Marín en el Manual de Periodismo de la editorial Grijalbo
Hay escuelas de periodismo y hay periodista que no necesitaron pasar por escuelas. Los grandes comunicadores son grandes por eso, por que saben comunicar en un lenguaje liso y llano toda su sabiduría, que no se limita a un solo rubro. Los periodistas natos tienen una gran sensibilidad por el arte, por la cotidianeidad de los sucesos, tienen por sobre toda las cosas un apego a la verdad para ponerlo al servicio a la comunidad.
En cambio, está el periodista de escuela, ojo, que también existe la posibilidad de ser periodista de raza y pasar por una escuela a pulirse, pero no viceversa, a los que hacen prensa solo los pule el contacto con los empresarios.
Ahora, si uno estudia para ser periodista, tiene que estudiar para ser periodista, no existe eso de ser periodista deportivo, de espectáculo, de economía, de política, el periodista debe manyar mejor que el común de la gente de esos temas, deber estar al tanto e informado de la película argentina seleccionada para participar en el Festival de Cannes, debe saber el accidente recientemente ocurrido en Panamericana, la liberación de un secuestrado en la selva colombiana. Es seguro que a uno le guste o se sienta más cómodo en un área que otra, pero que encima de estudiar la carrera de periodismo que sólo es de tres años y en algunos institutos se dicta sólo tres veces por semana, se le acote más el conocimiento al área minúscula de la que piensa trabajar, no creo que a futuro le de resultados. Sí de improviso lo debieran enviar a cubrir una toma de rehenes o sea transferido a la sección de educación, ¿qué pasaría?.
También están los que han estudiado periodismo y a veces no lo hacen por llevar la premisa de decir la verdad constantemente a la sociedad y se vuelven prenseros o voceros de prensa de de las empresas, que también es muy válido, no es lo mismo decir los pro de tal empresa y omitir las contras, es ahí en donde el periodista asciende económicamente, ya que empieza a cobrar muy bien porque ya ha encadenado su nombre al de la marca que lo contrato, el nombre, como dice el periodista Juan Pablo Meneses es el verdadero capital. Y hay que estar muy al tanto de los periodistas que trabajan ó trabajaron con políticos o con empresas, ya que cuando pasa el tiempo y vuelven a los medios, siempre estará la duda si para que diga tal o cual cosa no fue pagado. No por nada, la reputación periodística de Bernardo Neustand no es la mejor, de hecho el día de su muerte Página/12 titulo “Debió haber muerto el día del lobbista”, en referencia a que B.N falleció el 7 de junio, día del periodista.

Por Graciela Soto.