jueves, septiembre 30, 2010

Argentina y la brecha digital

En Misiones, Nehuel Alvarado, un humilde adolescente de 13 años, recibió ayer su primera computadora. La alegría se respiró festivamente en su casa durante el flamante acontecimiento. Es que aquello que había sido anunciado por otros, tiempo atrás y desde la distancia, se transformó de improviso en una realidad cercana y tangible.
Lo observaban en la familia, cuando Nehuel enchufó su nuevo aparato. Unos segundos, una breve estridencia electrónica, y la imagen emergió en la pantalla como un pequeño televisor virtual con misterios latentes. Todos prestaban atención al hecho, al moderno artefacto. Ya estaba funcionando. ¿Y ahora qué hago? preguntó Nehuel.
Nehuel es uno más de millones de ciudadanos que se ubican en el polo inferior de la brecha que exhibe una nueva división entre aquellos que utilizan las tecnologías de información y comunicación como una parte rutinaria de su vida diaria, y aquellos que ni siquiera tienen acceso a las mismas, o que, aunque lo tuvieran, no saben cómo utilizarlas.
El impetuoso avance de las telecomunicaciones atraviesa las sociedades actuales de tal manera que en su acelerado desarrollo emergen lamentablemente nuevas formas de discriminación. La distancia entre los que usufructúan las ventajas de la nueva era digital y aquellos quienes no pueden acceder a estas tecnologías, es cada vez más alarmante. Estas diferencias, que impactan profundamente en la cotidianidad ciudadana, representan lo que algunos organismos internacionales han denominado como “Brecha Digital”, y se caracterizan por su incremento constante año tras año, sobre todo en los países no desarrollados.
Según información de Internet World Stats (http://www.exitoexportador.com/), en los Estados Unidos de Norteamérica existen actualmente 239 millones de internautas conectados, mientras que en la totalidad del continente africano no alcanzan a 111 millones de usuarios. Otro dato relevante es la penetración del uso de Internet en las poblaciones de los distintos países, con la misma fuente podemos verificar que en las naciones europeas más industrializadas este índice alcanza un promedio superior al 80 % de los habitantes (en Suecia es del 92,5%), cuando en el otro vértice del mundo países como Bolivia y Nicaragua exhiben una penetración del uso de Internet inferior al 12 % de sus respectivas poblaciones.
En Argentina, más de un tercio de la población no dispone de acceso a Internet, y gran parte de los usuarios que pueden acceder lo hace sin la calidad básica necesaria para utilizar apropiadamente la red digital.
Además, estas diferencias se manifiestan de igual manera entre hombres y mujeres, ciudad o campo, edades, estatus sociales, paralelamente a las "brechas" de siempre: la sanidad, la educación, el hambre, la pobreza, la mortalidad infantil, etc.
Las estructuras físicas que distribuyen el acceso a internet no llegan a todos lados. Actualmente, en nuestro país la planificación del cableado de fibra óptica está basada en las utilidades del mercado, y por ende, nada se ha construido en aquellas zonas rurales o marginales donde las ganancias no alcanzan a cubrir los costos de las empresas proveedoras. Esta coyuntura excluye inexorablemente a aquellos ciudadanos que habitan los segmentos “no redituables” del territorio nacional, y que aunque puedan pagarlo, les resulta imposible conectarse a la red.
Pero la brecha digital no esta definida exclusivamente por el acceso físico de la ciudadanía a las nuevas tecnologías de la información y comunicación, sino que considera de la misma manera el conocimiento y la capacitación necesaria para desarrollar la habilidad de utilizar apropiadamente estas herramientas.
Para los especialistas, la democratización de las ventajas que ofrecen las telecomunicaciones, denominada inclusión digital, se define como el resultado de la conjunción de tres instrumentos básicos: la computadora, el acceso a la red y el dominio de estas herramientas. Por tanto, no basta con que las personas tengan una simple computadora conectada a internet para considerarlas incluidas digitalmente, se precisa además saber qué hacer con estas tecnologías.
Un incluido digital es aquél que puede estar conectado, y que utiliza este soporte para mejorar sus condiciones de vida, logrando quizás tener una postura crítica frente a los criterios que definen a las tecnologías como una panacea social.
En otras palabras, si bien han resultado muy positivas las iniciativas gubernamentales para promover la distribución de millones de computadoras gratuitamente entre niños y adolescentes, como Nehuel Alvarado, diseminados en todo el territorio nacional, es necesario abordar globalmente el problema de la brecha digital desde los tres aspectos fundamentales (computadora, acceso y conocimiento), si el objetivo es erradicar definitivamente la exclusión digital de nuestro país.
Por esto, es imprescindible iniciar, con intervención del Estado Nacional para trascender las tendenciosas iniciativas del mercado, la planificación y construcción de una red nacional de banda ancha que garantice el acceso universal a los servicios de internet para todos los habitantes de la República Argentina y, simultáneamente, capacitar estudiantes, docentes y profesionales con la misión de aprender y transmitir el conocimiento y el dominio de las herramientas digitales que permitan acceder a los nuevos paradigmas surgidos de la constante evolución las tecnologías de información y comunicación en todo el mundo.

Por Alejandro Orlando.-