lunes, junio 28, 2010

RECAÍDA CAPITALISTA


Finalizó el fugaz ensueño inducido y la verdad volvió por sus fueros con ímpetu bestial: la Unión Europea vive un momento dramático, corre el riesgo cierto de perder el euro y desintegrarse, inicia un ajuste salvaje en detrimento de las masas trabajadoras, ve esfumarse la perspectiva de reactivación, amenaza la estabilidad de la banca mundial (los Bancos estadounidenses son acreedores por 193 mil millones de dólares sólo de la deuda griega) y, con eso, recorta la expectativa de reactivación, trae el temor a una nueva recesión y replantea, con mayor vigor que en 2008, el riesgo de que ésta se transforme en depresión.
Para eludir la caída en dominó, la UE destinó 750 mil millones de euros (equivalentes a un millón de millones de dólares), para que los Estados fallidos puedan pagar sus deudas a los Bancos. Por detrás hay algo más grave: el desbarajuste en los equilibrios macroeconómicos que llevaron a Grecia al colapso se repite sustancialmente idéntico no ya en España, Italia y Portugal, entre otros países menores de la UE, sino en Alemania y Estados Unidos. Dicho de otro modo: el plan de ajuste que el FMI impone a Grecia –y que a la fecha ya han adoptado ese país, España, Italia y Gran Bretaña– deberá necesariamente aplicarse en Estados Unidos y en la principal economía de la UE, Alemania.
Por lo pronto, los 16 países de la eurozona han anunciado que recortarán sus presupuestos para los próximos dos años en 300 mil millones de euros (unos 370 mil millones de dólares). Gran Bretaña, por su lado, reducirá sus gastos en 106 mil millones de libras esterlinas (alrededor de 146 mil millones de dólares) en cinco años. El impacto sobre la población será durísimo, sobre todo si se tiene en cuenta que ya carga con el peso de las medidas adoptadas en 2008, las cuales, según el presidente de la Comisión Ejecutiva de la Unión Europea, José Barroso, “nos hicieron dar un salto para atrás de 10 años en el nivel de vida”.
¿El ajuste actual provocará otro retroceso de 10 años? Se verá. En cualquier caso, pocos confían en que las drásticas medidas adoptadas reviertan las fuerzas centrífugas que amenazan la existencia de la UE y el equilibrio del capitalismo mundial. La caída de la tasa de ganancia continúa demoliendo las columnas del sistema.

Contrincantes en el fragor de la crisis

El colapso griego fue aprovechado por las corporaciones estadounidenses para intentar demoler el euro y, a la par, la Unión Europea. Barack Obama jugó sin disfraces el papel de representantes de los grandes capitales industriales, comerciales y financieros estadounidenses, que necesitan desarticular el bloque de 27 países, que se constituyó en la primera potencia económica mundial y sobrepasó en todos los terrenos, excepto el militar, al imperialismo estadounidense. Gran Bretaña, el león desmelenado –aunque todavía con algunos colmillos– está subordinada sin protestas a su antigua colonia devenida metrópolis. El viejo continente se bate hoy contra Estados Unidos para poder sostener y completar un proceso de unificación imprescindible para competir con Washington, aunque inviable bajo las exigencias del sistema capitalista, como prueba la crisis en curso.
Conviene ir hacia atrás y señalar que en la década anterior, las principales empresas europeas habían sacado mucha ventaja a las estadounidenses. La UE alcanzó el 17% de las exportaciones mundiales, mientras Estados Unidos descendía abruptamente, del 17 al 11%. Las ventas en el exterior de empresas europeas dieron a este bloque el 39% del total mundial, contra el 30% de Estados Unidos (En ese reparto, el bloque Bric –Brasil, Rusia, India y China– tiene el 20% de las exportaciones, China con la parte del león). Un estudio centrado en algunas empresas indica que, sobre todo en el caso de Alemania, grandes compañías exportan alrededor del 80% de su producción, una proporción incomparable con las empresas estadounidenses. Otro indicador: de las 100 mayores empresas multinacionales del mundo, las pertenecientes a la UE pasaron de 57 a 61, en tanto las estadounidenses caían de 26 a 19.
Según un estudio de la consultora alemana Roland Berger sobre las tres mil principales empresas del mundo, entre 1998 y 2008, las europeas tuvieron una rentabilidad del 13%, cifra que desciende al 7% para las estadounidenses. Téngase en cuenta que estos datos serían imposibles sin la penetración, tan audaz como voraz y efectiva, de las multinacionales europeas en América Latina. Eso explica el indisimulado respaldo de la UE a la oposición al Alca por parte de algunos gobiernos que, cinco años después de haber sepultado el intento estadounidense, trabajan por un tratado de libre comercio con el viejo continente.
En suma, el proceso equívocamente llamado “globalización” dejó mejor ubicada a la UE en la implacable disputa por el mercado mundial. Entre otros factores, esto atañe a la productividad. Pese a que la explotación del trabajo en Estados Unidos es incomparablemente más salvaje que en Europa, el aumento en la productividad estadounidense ocurrió, en sus tres cuartas partes, en el área de los servicios, que a su vez cuentan con el 20% de su comercio mundial, según un estudio publicado por el economista Stefan Theil.

Expectativas y estrategias

Pues bien: es ese portento imperialista el que sufrió un disparo en el corazón con la crisis griega. A partir de allí ¿es objetivamente fundada la expectativa de recuperación y crecimiento aun a tasas mínimas?
Antes del estallido en Grecia, las previsiones de todas las grandes consultoras internacionales y del FMI, coincidían con pequeñas diferencias en que el mundo retomaba el camino del crecimiento, con una previsión para 2010 del 3% de incremento del PBI en Estados Unidos y del 2% en Europa. Para 2011, la estimación era del 2 y 1% respectivamente. Difícil creer que tantos egresados de las mejores universidades del Norte tuviesen confianza en las cifras que difundían, cuyo corolario era que la crisis había quedado atrás y el mundo retomaba el curso de crecimiento, bajo la tutela de Estados Unidos y el G-20. Después de los últimos sacudones, la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), mantuvo guarismos incluso más optimistas. A contramano, el Departamento de Comercio comunicó que la economía de Estados Unidos creció un 3% en el primer trimestre, corrigiendo a la baja su propia predicción y las de las principales consultoras.
Entre septiembre de 2008 y junio de 2009 en Estados Unidos se perdieron seis millones de puestos de trabajo. Y desde entonces, aunque en cantidades menores, el proceso no se ha revertido ni un solo mes. La caída no fue tan abrupta en la UE, aunque tampoco fue comparable luego la capacidad de reactivación de la euroeconomía. Ahora, es menos probable que la inyección de 750 mil millones de euros repita el resultado visto un año atrás con eje en Estados Unidos: freno a la recesión y, a medio término, reactivación. La diferencia está en que mientras en Estados Unidos la montaña de dólares arrojada al mercado simplemente pasó a aumentar el déficit y debilitar su moneda, en la UE el ajuste sumará factores negativos a la lógica del ciclo económico descendente. A los despidos en el sector privado por la caída de la demanda, se sumarán los que produzca el sector público para sanear las finanzas del Estado. Todo sumado, multiplicará la desocupación y la retracción de demanda.
Estados Unidos no podrá eludir los efectos de esa retracción. No obstante, hay numerosos indicios de que sus autoridades asumen esa certeza y apuntan a que los efectos acaben con el euro, disgreguen a la UE y permitan a Washington disputar en mejores condiciones el mercado mundial sobre el que avanzó con ventaja la UE en el último período. Ya verán la CIA y el Pentágono cómo se arreglan con los problemas sociales que aumentarán fronteras adentro.
Los economistas del imperialismo estadounidense no ocultan su verdadera receta para afrontar la crisis: acabar con el Estado de bienestar en Europa; acabar, también en la UE, con el déficit fiscal; frenar las exportaciones chinas. Sin eso, la recuperación –es decir, la restauración de la supremacía estadounidense en el mercado mundial para impedir que se frene su maquinaria productiva siquiera por un período breve– sería imposible. Por eso la Casa Blanca presiona sin rodeos a la UE para avanzar con el ajuste, contribuirá en todo para que las burguesías imperialistas europeas enfrenten a sus trabajadores a fin de imponer esa política, pero al mismo tiempo propenden al estallido de la UE. Un caso aparte es China, que en las últimas semanas ha demostrado capacidad para hacer que se desplomen o recuperen las Bolsas del mundo. Es improbable que Beijing limite su actividad exportadora y resuelva mantener altos índices de crecimiento volcándose hacia el mercado interno, como exige Washington. Del mismo modo, no es dable esperar una devaluación significativa del yuan (el fracaso en este sentido del reciente viaje a China de Timothy Geithner, secretario del Tesoro estadounidense, habla por sí mismo).
Queda evidente así que la línea fundamental de confrontación que marca el ritmo y la forma de la crisis mundial en esta coyuntura, pasa por la lucha interimperialista, tiene en segundo plano la pugna con las naciones subordinadas (en la exacta medida en que las mayores en esta categoría se han sumado al G-20) y en un tercer plano, lejano, al choque con los trabajadores. En la medida en que las relaciones de fuerza que determinan este ordenamiento no se alteren (y eventualmente pueden hacerlo en plazos brevísimos, cambiando abruptamente el escenario regional o mundial), Estados Unidos avanzará por ese camino, que no desemboca en una guerra abierta simplemente por la abrumadora disparidad de fuerza militar. Pero entabla esa dinámica, que llevará la violencia a otras formas y, dependiendo de las circunstancias, a otros escenarios. Si alguien cree que tales afirmaciones son exageradas, Barack Obama aventa dudas con su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, presentada el 27 de mayo. “Nuestro foco es una estrategia que amplíe nuestras fuentes de influencia en el mundo y nos permita usarlas para hacer frente a los desafíos del siglo XXI”, declaró Ben Rhodes, viceconsejero de Seguridad Nacional. Tras la presentación del documento, el asesor de Obama en la lucha contra el terrorismo, John Brennan, aclaró que la Casa Blanca “combatirá (al terrorismo) allí donde tramen sus planes y se entrenen, en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia y más allá”. Que no queden dudas: no hay límites para ese “más allá”.

El Alba como alternativa

La persistente ausencia del proletariado en el escenario internacional hace más difícil comprender qué fuerzas chocan en medio de la crisis. Esto deja el planteamiento y la resolución de los conflictos provocados por la lógica interna del sistema capitalista enteramente en manos de las diferentes fracciones de la burguesía, que además de su diferenciación entre imperialistas y subordinados exhibe una enorme estratificación. La falta de conciencia y capacidad de acción política de los proletariados tiene como primer efecto el hecho a la vista: el capital descarga la crisis sobre sus hombros. Cuando el proletariado entre en escena –y entrará, sin duda, si bien la demora puede ser un factor decisivo– provocará un inmediato realineamiento de fuerzas y será posible ver con nitidez la naturaleza del conflicto planetario. Mientras tanto, a la recesión y el riesgo de depresión, se suma el constante aumento de nuevas situaciones bélicas, como lo ratifica la tensión gravísima en la península de Corea, el área donde Estados Unidos tiene la mayor concentración de bases militares y tropas en el extranjero.
Marx denominaba proletariado “para sí” a la clase trabajadora consciente como sujeto social y político. En oposición, los explotados sin conciencia serían el proletariado “en sí”. Hoy el dato crucial es que, en el momento en que el proletariado “en sí” tiene el mayor peso numérico y cualitativo jamás alcanzado en la historia, el proletariado “para sí”, sólo existe como excepción a escala mundial.
Es en ese cuadro general que la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (Alba), se conformó y afirmó como bloque antimperialista cuya vanguardia marcha resueltamente hacia el socialismo del siglo XXI. En el mundo es hoy el único proyecto estratégico que, con aval de pueblos organizados y en pie de lucha, se contrapone al proyecto imperial plasmado en el G-20. Allí reside la posibilidad de frenar la dinámica guerrerista de Estados Unidos, impedir que los efectos de la crisis capitalista caigan como plaga mortal sobre América Latina y avanzar en transformaciones socialistas, mientras los trabajadores de los países desarrollado recuperan capacidad para diseñar una estrategia propia y se suman a una fuerza internacional para dar la respuesta que el desmoronamiento del capitalismo exige.


Por Luis Bilbao.
Director: América XXI

domingo, junio 20, 2010

Las aguas quietas de la resignación

Fue Marx en el 1800 y después Martin Heidegger en el siglo XX quienes indicaron la progresiva reducción del ser humano a una función puramente mercantil.Los dos filósofos coincidían en que el individuo estaba condicionado a presentarse con una mascara. Cada uno lleva consigo los rasgos del empleo que realiza, "la careta" de su "ser empleado". Con una mascara en el rostro el hombre no esta directamente en relación con el mundo si no con las leyes que gobiernan el sistema económico en el que cada individuo se encuentra.
En nuestros días el hombre no se expresa por lo que hace,en realidad acepta y con pasividad obedece la racionalidad del aparato económico que determina no solo su acción si no también la relación con sus semejantes obligado por una ley silenciosa que conecta la producción, con el consumo.
Toda esta trágica dictadura no viene vista como opresión porque forma parte de un sistema monolítico inatacable.De opresión se podía hablar antes del adviento de la economía de mercado donde el Hombre sin ninguna piedad es reducido a cosa. Esto en tiempos no muy lejanos sucedía por la voluntad de otro hombre sea que este se manifestara como individuo o como clase.Era entonces posible identificar esa voluntad que oprimía como también criticarla y destruirla en la búsqueda de una idea que nos indicara un camino hacia la libertad.
En la edad que precedió la globalización este tipo de liberación era practicable porque todo acontecía todavía al interno de la experiencia de la borghesia y del proletariado. Era fácil distinguir una voluntad oprimente y una voluntad oprimida,"un siervo de un Señor" para usar una terminología Hegeliana. Para crear la base de una revolución era suficiente una toma de conciencia que señalara la irracionalidad del opresor y la consiguiente racionalidad de una sucesiva liberación.
Pero en la era posmoderna la reducción del ser humano a objeto no es por el efecto de una voluntad fácilmente reconocible si no la consecuencia de la irracionalidad del mercado. No estamos delante al dominio del hombre sobre el hombre si no bajo la despótica autoridad de una mentalidad que no distingue ya tan claramente si los hombres "son siervos o señores". Estas dos categorías marxistas hoy no se encuentran antagónicas - una contra otra - se presentan alineadas y paralelas habiendo como contraparte solo la ley racional del mercado contra la cual cualquier tipo de revolución es impracticable.
Por este motivo los jóvenes están condenados a bajar la cabeza y aceptar con resignación cualquier propuesta que se les ofrece. Quien pierde el empleo va en crisis de identidad precipitando en la noche oscura de la desesperación. Esto no es porque se ha identificado exageradamente con el propio trabajo, es simplemente porque desde el otro lado no existe un rostro reconocible a quien culpar; no hay un interlocutor con quien discutir y confrontárse.El mercado no tiene un rostro, el mercado es "todos y ninguno".Bien enseñaba el viejo Homero cuando escribía: "ninguno es siempre el nombre de alguno" pero este "alguno" en el escenario global es invisible.
Todo este panorama en realidad genera la resignación que esconde un terrible desierto donde es imposible postular una salida.Están desesperados los empresarios y afligidos los obreros.Por primera vez en la historia no hay una contraposición capaz de crear las condiciones de una autentica revolución.Todos están sometidos por la dura ley "racional" de la economía. Esta es la tragedia y el drama de nuestros días. En la Argentina (me parece) todavía no se dieron cuenta, se continua a dividir el mundo entre peronistas y antiperonistas sin notar que no hay diferencias porque todo se a disuelto en las aguas quietas de un único pensamiento:El mercado.


Por Daniel Balditarra.
Desde Milán, Italia.

viernes, junio 04, 2010

El colapso europeo desnuda las grietas en América Latina

Fisuras:el tratamiento terapéutico que surgió de la cumbre entre América Latina, el Caribe y la Unión Europea insiste en las recetas de Tratados de Libre Comercio entre ricos y pobres, la reformulación de los organismos multilaterales de crédito y la revalorización del G-20 como espacio de debate plural e igualitario. Las negociaciones de TLC con Mercosur y los acuerdos cerrados con Centroamérica y con Perú y Colombia son una nueva advertencia del resquebrajamiento de los bloques políticos y económicos regionales. La reunión de Unasur en Buenos Aires no logró revertir ese espíritu que se contrapone a la unión cada vez más necesaria.
Envuelta en una crisis en la que todo puede pasar, la Unión Europea (UE) alcanzó sus objetivos camino al libre comercio con América Latina (AL) en los tres ámbitos en los que se había propuesto avanzar: acuerdo cerrado con América Central y con Colombia y Perú y reanudación de negociaciones con el Mercosur.
Los líderes europeos que participaron de la cumbre AL-Caribe-UE pagaron un modesto precio por semejante logro: apenas debieron tolerar que algunos presidentes latinoamericanos reprocharan las políticas de ajuste aplicadas en una Europa sin reflejos. La América Latina que estima crecer en 2010 un 4% dejó algunos consejos en Madrid, pero se llevó consigo viejas recetas con promesas de modernización y un trato igualitario.
Los voceros de las reuniones realizadas entre el 17 y el 19 de mayo aseguraron que Madrid deja “un mensaje de unidad para afrontar la crisis económica desde un nuevo reordenamiento del mundo multipolar, en el que se escuche más la voz de los países emergentes y se evite la tentación del proteccionismo”.
Conviene indagar un poco más para encontrar una mayor sustancia. La presidente argentina, Cristina Fernández –quien como titular pro témpore del Mercosur presidió la cumbre junto a al jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero– pidió imponer el concepto de “socio” en lugar de “cliente”, y reivindicó al “multilateralismo como método adecuado para resolver todos los problemas”. Fernández pidió la “reformulación de las instituciones globales” y reiteró la necesidad de que América Latina vea reflejado su creciente papel en el escenario mundial en organismos internacionales, en clara referencia al G-20, al FMI, al Banco Mundial y a otras entidades.
De hecho, la declaración final de Madrid señala que los presidentes acordaron impulsar que en la próxima reunión del G-20 en Canadá “se aborden problemas de regulación de capitales, de bancos de inversión, calificadoras de riesgo y paraísos fiscales”. Entre las medidas adoptadas en esta cumbre los organizadores destacan la creación de un fondo, denominado Mecanismo de Inversión en América Latina (Mial, por sus siglas), de 3 mil millones de euros (unos 3.600 millones de dólares) para áreas prioritarias. “El Mial tendrá un efecto de palanca para movilizar recursos de las instituciones financieras para financiar proyectos de inversión en infraestructura energética, incluidos el rendimiento energético y los sistemas de energías renovables, el transporte, el medio ambiente y la cohesión social”, señala la Comisión Europea. En Madrid estuvieron 14 de los 27 presidentes de la Unión Europea, mientras que en el caso de América Latina y el Caribe asistieron 20 de sus 33 mandatarios. Las ausencias más destacadas fueron la de la canciller alemana, Angela Merkel, que sólo asistió a la cena ofrecida en el Palacio Real y después regresó a Berlín, las de los primeros ministros del Reino Unido, David Cameron, e Italia, Silvio Berlusconi, y las de los presidentes de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Uruguay.

Las huellas de los tratados

Los tratados de libre comercio (TLC) ganaron terreno al mismo ritmo en que parecen agrietarse los bloques regionales, como el Sistema de la Integración Centroamericana (Sica) y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), mientras Mercosur y Unasur se ven aquejados por la parálisis. Rodríguez Zapatero informó que el TLC que firmaron la UE y los países centroamericanos permitirá efectuar transacciones por 3.200 millones de dólares. A partir de este acuerdo, las naciones que componen esa región (Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala) prometen integrarse a Europa a través de tres ejes: comercial, político y de cooperación para un mercado de unos 500 millones de consumidores.
Nicaragua –integrante del Sica– rechazó los términos de estos acuerdos. Unos días antes de la Cumbre de Madrid, el presidente Daniel Ortega denunció que la UE promueve “una nueva forma de colonialismo, que ya no se llama neocolonialismo, ni imperialismo, sino que se llama asociación. Son técnicas de dominación disfrazadas”. Un detalle que no es menor es el rol que ocupa Honduras en este acuerdo y la legitimidad del gobierno de Porfirio Lobo, que sigue sin ser reconocido por la gran mayoría de los gobiernos de Sudamérica. Con la excepción de Nicaragua, todos los países de Centroamérica, más Colombia y Perú (es decir, todos los que firmaron TLC con la UE) ven en Lobo al artífice de la recuperación democrática en Honduras.
Otro TLC, el firmado por la UE con Colombia y Perú, es un buen ejemplo más de esta historia. Su concreción produjo el estallido explícito de la ya moribunda Comunidad Andina de Naciones (CAN), ya que sus otros dos socios (Bolivia y Ecuador) prefirieron esperar hasta despejar algunas de sus dudas sobre compromisos, obligaciones y beneficios que verda-deramente conlleva un TLC de estas características.
Ecuador pide desde hace dos años que una negociación trascienda el libre comercio y se transforme en un “acuerdo para el desarrollo”, que tenga en cuenta también aspectos políticos. Bolivia ha rechazado negociar un acuerdo comercial con la UE y ha hecho observaciones sobre propiedad intelectual, servicios, las condiciones de la inversión extranjera y la protección social. El presidente de Perú, Alan García, se mostró satisfecho por el acuerdo pero advirtió que su país “deberá prepararse para el desembarco de las exportaciones europeas”. Explicó: “habrá un reflujo, porque ni España ni el resto de ese bloque estarán pasivos para que se les coloquen más productos”.
A diferencia de la CAN, el Mercosur parece sólidamente encolumnado detrás de la búsqueda de un TLC con la UE. La presidente argentina llevó a Madrid el mandato de Brasil, Uruguay y Paraguay para destrabar la compleja negociación y agendó un par de reuniones de trabajo que se van a realizar en los primeros días de julio próximo. Rodríguez Zapatero recordó que, en caso de concretarse, el TLC sería “el más importante de la UE”, ya que englobaría a 700 millones de ciudadanos y 100 mil millones de euros anuales de comercio interregional.
Pero la dinámica y la magnitud de la crisis europea no admite visiones de largo plazo. En el sur del continente nadie se atreve a descartar daños colaterales luego del recorte fiscal dispuesto por varios países de la UE. La preocupación mayor es el comportamiento del valor internacional de las materias primas y sus derivados, que representan entre 75 y 80% de las exportaciones generales del Mercosur.
Otro dato a tener en cuenta justifica en parte el apuro de la UE para cerrar un TLC con el principal bloque económico de América Latina: se estima que entre 30 y 35% de los productos básicos del bloque tiene como destino la UE, pero el mayor receptor es China, que compra 45%. Por último, no es menor el dato de que el segundo país del bloque más comprometido financieramente hablando, España, es el principal inversor extranjero en Suramérica, principalmente en áreas bancarias, eléctricas, telecomunicaciones y otros servicios.

El lugar de Unasur

Los acuerdos de Madrid confirman que el imprevisible reacomodamiento de los factores internacionales de poder juega buena parte de sus fichas en América Latina. Y esta región responde confundida en lugar de acordar la búsqueda de mecanismos para un objetivo común. La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) no escapa a esta realidad. Más aún, se trata del bloque que más padece este permanente intento de atomización regional.
La cumbre de presidentes que se realizó a comienzos de mayo en Buenos Aires apenas logró mantener el decoro en temas coyunturales y de escasa relevancia política. Contrariamente a lo planificado, los grandes temas políticos, los que hacen a la resistencia y a la ofensiva frente al imperialismo en cualquiera de sus formas, estuvieron ausentes en la reunión de trabajo: las bases militares en Colombia, la agenda de un eventual encuentro entre Unasur y Estados Unidos y el acuerdo de defensa entre Estados Unidos y Brasil (circuló entre los presidentes un documento privado elaborado por Brasilia con los alcances de ese pacto, aunque nada se fijó en forma pública).
El gran logro común de Buenos Aires fue, sin dudas, el tratamiento de la situación en Honduras. Fue una clara victoria de los presidentes que impulsaban el boicot a la cumbre de Madrid, como gesto de disconformidad frente a la invitación de España a Porfirio Lobo. Con firmeza, torcieron la voluntad de los mandatarios que dudaban del desplante a Rodríguez Zapatero y dejaron en evidencia a los jefes de Estado que ya habían reconocido a Lobo como presidente de Honduras y que –no casualmente– faltaron a la cita de Buenos Aires (Perú y Colombia).
Por último, la designación de Néstor Kirchner como secretario general de Unasur se da en un contexto institucional de preocupante vulnerabilidad, con reglamentos internos que no están completamente definidos y donde sólo cuatro de los 12 países miembros aprobaron el protocolo de adhesión. El debut de Kirchner coincidió con una decisión del gobierno de su esposa, Cristina Fernández, de prohibir el ingreso de alimentos desde Europa y Brasil, algo que le valió un nuevo conflicto con su vecino y que sería anulada durante la cumbre de Madrid.
La designación del ex presidente por parte de la mayoría de los mandatarios de la región es un oportuno respaldo institucional al gobierno argentino, en un momento políticamente complejo para el oficialismo. A su vez, abre una incógnita sobre el fortalecimiento de la organización suramericana. Kirchner es, además de secretario general de la Unasur, diputado nacional, presidente del Partido Justicialista y candidato para suceder a su esposa en el gobierno a partir de 2011. En los próximos meses se verá cómo se compatibilizan estas funciones y objetivos con la tarea, necesariamente enérgica, para poner en marcha Unasur.

Por Adrián Fernández
América XXI