viernes, junio 04, 2010

El colapso europeo desnuda las grietas en América Latina

Fisuras:el tratamiento terapéutico que surgió de la cumbre entre América Latina, el Caribe y la Unión Europea insiste en las recetas de Tratados de Libre Comercio entre ricos y pobres, la reformulación de los organismos multilaterales de crédito y la revalorización del G-20 como espacio de debate plural e igualitario. Las negociaciones de TLC con Mercosur y los acuerdos cerrados con Centroamérica y con Perú y Colombia son una nueva advertencia del resquebrajamiento de los bloques políticos y económicos regionales. La reunión de Unasur en Buenos Aires no logró revertir ese espíritu que se contrapone a la unión cada vez más necesaria.
Envuelta en una crisis en la que todo puede pasar, la Unión Europea (UE) alcanzó sus objetivos camino al libre comercio con América Latina (AL) en los tres ámbitos en los que se había propuesto avanzar: acuerdo cerrado con América Central y con Colombia y Perú y reanudación de negociaciones con el Mercosur.
Los líderes europeos que participaron de la cumbre AL-Caribe-UE pagaron un modesto precio por semejante logro: apenas debieron tolerar que algunos presidentes latinoamericanos reprocharan las políticas de ajuste aplicadas en una Europa sin reflejos. La América Latina que estima crecer en 2010 un 4% dejó algunos consejos en Madrid, pero se llevó consigo viejas recetas con promesas de modernización y un trato igualitario.
Los voceros de las reuniones realizadas entre el 17 y el 19 de mayo aseguraron que Madrid deja “un mensaje de unidad para afrontar la crisis económica desde un nuevo reordenamiento del mundo multipolar, en el que se escuche más la voz de los países emergentes y se evite la tentación del proteccionismo”.
Conviene indagar un poco más para encontrar una mayor sustancia. La presidente argentina, Cristina Fernández –quien como titular pro témpore del Mercosur presidió la cumbre junto a al jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero– pidió imponer el concepto de “socio” en lugar de “cliente”, y reivindicó al “multilateralismo como método adecuado para resolver todos los problemas”. Fernández pidió la “reformulación de las instituciones globales” y reiteró la necesidad de que América Latina vea reflejado su creciente papel en el escenario mundial en organismos internacionales, en clara referencia al G-20, al FMI, al Banco Mundial y a otras entidades.
De hecho, la declaración final de Madrid señala que los presidentes acordaron impulsar que en la próxima reunión del G-20 en Canadá “se aborden problemas de regulación de capitales, de bancos de inversión, calificadoras de riesgo y paraísos fiscales”. Entre las medidas adoptadas en esta cumbre los organizadores destacan la creación de un fondo, denominado Mecanismo de Inversión en América Latina (Mial, por sus siglas), de 3 mil millones de euros (unos 3.600 millones de dólares) para áreas prioritarias. “El Mial tendrá un efecto de palanca para movilizar recursos de las instituciones financieras para financiar proyectos de inversión en infraestructura energética, incluidos el rendimiento energético y los sistemas de energías renovables, el transporte, el medio ambiente y la cohesión social”, señala la Comisión Europea. En Madrid estuvieron 14 de los 27 presidentes de la Unión Europea, mientras que en el caso de América Latina y el Caribe asistieron 20 de sus 33 mandatarios. Las ausencias más destacadas fueron la de la canciller alemana, Angela Merkel, que sólo asistió a la cena ofrecida en el Palacio Real y después regresó a Berlín, las de los primeros ministros del Reino Unido, David Cameron, e Italia, Silvio Berlusconi, y las de los presidentes de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Uruguay.

Las huellas de los tratados

Los tratados de libre comercio (TLC) ganaron terreno al mismo ritmo en que parecen agrietarse los bloques regionales, como el Sistema de la Integración Centroamericana (Sica) y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), mientras Mercosur y Unasur se ven aquejados por la parálisis. Rodríguez Zapatero informó que el TLC que firmaron la UE y los países centroamericanos permitirá efectuar transacciones por 3.200 millones de dólares. A partir de este acuerdo, las naciones que componen esa región (Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala) prometen integrarse a Europa a través de tres ejes: comercial, político y de cooperación para un mercado de unos 500 millones de consumidores.
Nicaragua –integrante del Sica– rechazó los términos de estos acuerdos. Unos días antes de la Cumbre de Madrid, el presidente Daniel Ortega denunció que la UE promueve “una nueva forma de colonialismo, que ya no se llama neocolonialismo, ni imperialismo, sino que se llama asociación. Son técnicas de dominación disfrazadas”. Un detalle que no es menor es el rol que ocupa Honduras en este acuerdo y la legitimidad del gobierno de Porfirio Lobo, que sigue sin ser reconocido por la gran mayoría de los gobiernos de Sudamérica. Con la excepción de Nicaragua, todos los países de Centroamérica, más Colombia y Perú (es decir, todos los que firmaron TLC con la UE) ven en Lobo al artífice de la recuperación democrática en Honduras.
Otro TLC, el firmado por la UE con Colombia y Perú, es un buen ejemplo más de esta historia. Su concreción produjo el estallido explícito de la ya moribunda Comunidad Andina de Naciones (CAN), ya que sus otros dos socios (Bolivia y Ecuador) prefirieron esperar hasta despejar algunas de sus dudas sobre compromisos, obligaciones y beneficios que verda-deramente conlleva un TLC de estas características.
Ecuador pide desde hace dos años que una negociación trascienda el libre comercio y se transforme en un “acuerdo para el desarrollo”, que tenga en cuenta también aspectos políticos. Bolivia ha rechazado negociar un acuerdo comercial con la UE y ha hecho observaciones sobre propiedad intelectual, servicios, las condiciones de la inversión extranjera y la protección social. El presidente de Perú, Alan García, se mostró satisfecho por el acuerdo pero advirtió que su país “deberá prepararse para el desembarco de las exportaciones europeas”. Explicó: “habrá un reflujo, porque ni España ni el resto de ese bloque estarán pasivos para que se les coloquen más productos”.
A diferencia de la CAN, el Mercosur parece sólidamente encolumnado detrás de la búsqueda de un TLC con la UE. La presidente argentina llevó a Madrid el mandato de Brasil, Uruguay y Paraguay para destrabar la compleja negociación y agendó un par de reuniones de trabajo que se van a realizar en los primeros días de julio próximo. Rodríguez Zapatero recordó que, en caso de concretarse, el TLC sería “el más importante de la UE”, ya que englobaría a 700 millones de ciudadanos y 100 mil millones de euros anuales de comercio interregional.
Pero la dinámica y la magnitud de la crisis europea no admite visiones de largo plazo. En el sur del continente nadie se atreve a descartar daños colaterales luego del recorte fiscal dispuesto por varios países de la UE. La preocupación mayor es el comportamiento del valor internacional de las materias primas y sus derivados, que representan entre 75 y 80% de las exportaciones generales del Mercosur.
Otro dato a tener en cuenta justifica en parte el apuro de la UE para cerrar un TLC con el principal bloque económico de América Latina: se estima que entre 30 y 35% de los productos básicos del bloque tiene como destino la UE, pero el mayor receptor es China, que compra 45%. Por último, no es menor el dato de que el segundo país del bloque más comprometido financieramente hablando, España, es el principal inversor extranjero en Suramérica, principalmente en áreas bancarias, eléctricas, telecomunicaciones y otros servicios.

El lugar de Unasur

Los acuerdos de Madrid confirman que el imprevisible reacomodamiento de los factores internacionales de poder juega buena parte de sus fichas en América Latina. Y esta región responde confundida en lugar de acordar la búsqueda de mecanismos para un objetivo común. La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) no escapa a esta realidad. Más aún, se trata del bloque que más padece este permanente intento de atomización regional.
La cumbre de presidentes que se realizó a comienzos de mayo en Buenos Aires apenas logró mantener el decoro en temas coyunturales y de escasa relevancia política. Contrariamente a lo planificado, los grandes temas políticos, los que hacen a la resistencia y a la ofensiva frente al imperialismo en cualquiera de sus formas, estuvieron ausentes en la reunión de trabajo: las bases militares en Colombia, la agenda de un eventual encuentro entre Unasur y Estados Unidos y el acuerdo de defensa entre Estados Unidos y Brasil (circuló entre los presidentes un documento privado elaborado por Brasilia con los alcances de ese pacto, aunque nada se fijó en forma pública).
El gran logro común de Buenos Aires fue, sin dudas, el tratamiento de la situación en Honduras. Fue una clara victoria de los presidentes que impulsaban el boicot a la cumbre de Madrid, como gesto de disconformidad frente a la invitación de España a Porfirio Lobo. Con firmeza, torcieron la voluntad de los mandatarios que dudaban del desplante a Rodríguez Zapatero y dejaron en evidencia a los jefes de Estado que ya habían reconocido a Lobo como presidente de Honduras y que –no casualmente– faltaron a la cita de Buenos Aires (Perú y Colombia).
Por último, la designación de Néstor Kirchner como secretario general de Unasur se da en un contexto institucional de preocupante vulnerabilidad, con reglamentos internos que no están completamente definidos y donde sólo cuatro de los 12 países miembros aprobaron el protocolo de adhesión. El debut de Kirchner coincidió con una decisión del gobierno de su esposa, Cristina Fernández, de prohibir el ingreso de alimentos desde Europa y Brasil, algo que le valió un nuevo conflicto con su vecino y que sería anulada durante la cumbre de Madrid.
La designación del ex presidente por parte de la mayoría de los mandatarios de la región es un oportuno respaldo institucional al gobierno argentino, en un momento políticamente complejo para el oficialismo. A su vez, abre una incógnita sobre el fortalecimiento de la organización suramericana. Kirchner es, además de secretario general de la Unasur, diputado nacional, presidente del Partido Justicialista y candidato para suceder a su esposa en el gobierno a partir de 2011. En los próximos meses se verá cómo se compatibilizan estas funciones y objetivos con la tarea, necesariamente enérgica, para poner en marcha Unasur.

Por Adrián Fernández
América XXI

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