martes, febrero 12, 2008

El final menos esperado para la ortodoxia liberal


Pocos son los especialistas que se arriesgan a lanzar un pronóstico certero sobre lo que podría suceder con las finanzas de Estados Unidos y con la economía mundial, si la debacle financiera que atraviesa por estos días la potencia de occidente, ocasionada entre otras cosas por los créditos subprime, se agudizara. Sin embargo, algo quedó en claro después del derrumbe de las principales bolsas del mundo y de la desaceleración económica que padece Norteamérica: el final de la ortodoxia liberal.
Sólo basta con mencionar tres elementos para darse cuenta de que las rigurosas recetas impuestas por los sectores ultraconservadores de la economía quedaron a un costado del camino, por lo menos en estas circunstancias fue así.
Primero, el ambiente financiero no salió a cuestionar las medidas anunciadas por la administración Bush que entre otras cosas incluyen: rebaja de impuestos y envío de fondos a los sectores medios y bajos por un monto de 150 millones de dólares.
Hasta en algunos casos, los gurúes salieron a criticar el plan, al mejor estilo keynesiano, no por su contenido sino porque creen que la inyección de liquidez destinadas a las franjas más débiles de la sociedad de Estados Unidos no será suficiente para salir del estancamiento y evitar una recesión.
El gobierno efectuará reembolsos fiscales de entre 300 y 1200 dólares por familia y ejecutará una reducción de impuestos para las empresas por un total de 70 mil millones de dólares, según anunció el propio presidente Bush después del derrumbe de los mercados a principio de año.
Lo que llama la atención es que el ala más ortodoxa del sector privado ha cuestionado la intervención del Estado en momentos de incertidumbre económica y, más aun, sus recetas para salir de estas circunstancias se han inclinado siempre por los ajustes.
Sin dudas, los gobiernos de América Latina son los más indicados para dar testimonio de los incesantes reclamos que estos sectores, que hoy avalan una intervención del Estado, les hacían a ellos durante las sucesivas crisis que vivieron la mayoría de los países de la región después de la década de los noventa.
En esa época los bancos flamearon la bandera del liberalismo argumentando que no servía de nada aumentar el gasto público para reactivar a la economía. El argumento era que los que invirtieron mal debían pagar las consecuencias por sí solos y no a costas de los “plomeros estadounidenses” –como dijo el ex secretario del Tesoro, Paul O’Neill, respecto al caso argentino.
Segundo, quién podía pensar que un gobierno de características ultraortodoxo, como el de George Bush, anunciara una mega-batería de ayudas fiscales para estimular el consumo y salvar a los gigantes de las finanzas internacionales. Cabe recordar, que los principales bancos privados del mundo anunciaron pérdidas millonarias y los mercados perdieron demasiado terreno debido a la crisis en el sector inmobiliario.
Y, por último, como si fuera poco por miedo a que el plan no alcance, los ortodoxos levantaron sus copas para brindar después de que la FED anunciara un recorte de tasas para ayudar aun más a calmar las agitadas aguas.
Así todo el presidente Bush se prepara para terminar su mandato acorralado por la crisis económica y con una imagen por el suelo después de sus sucesivos traspiés en la guerra contra Irak y la lucha con el terrorismo, algo muy parecido a lo que le sucedió a su padre en 1992.

Consecuencias y el futuro de la crisis.

Las secuelas de la desaceleración económica se hicieron sentir en menos de una semana y en los sectores de menores recursos de la sociedad Norteamericana.
Según datos oficiales, La economía cerró su peor año desde el 2002, el crecimiento económico de Estados Unidos llegó a un 0,6 % en el último trimestre, mientras que en el anterior fue de un 4,9. Por su parte, la inversión en la construcción, uno de los sectores más castigados por la crisis, registró una nueva baja, en este caso de un 23,9 por ciento, la mayor caída en 26 años. Y otro dato que preocupa y mucho es que volvió a crecer la desocupación.
Los relevamientos son más que evidentes, las cosas en Estados Unidos no están nada bien aunque el sector privado, el gran responsable de esta situación, esté empecinado en negarse a mencionar la palabra recesión.
Lo curioso es que los organismos internacionales, bancos, economistas, que indican al resto de los países emergentes que caminos deben transitar para evitar tropiezos y en otros casos, como ya lo mencionamos, critican a los gobiernos que desoyen sus consejos, no sepan que puede suceder en Estados Unidos y que hayan cambiado su discurso para evitar enfrentar un mal mayor.
Un ejemplo de la incertidumbre que rodea a la atmósfera financiera en el caso norteamericano, son las diferentes visiones que se obtuvieron durante la Conferencia Anual de Davos hace un mes atrás.
George Soros, uno de los participantes del encuentro y conocido por la fortuna que obtuvo apostando contra la lira, arrojó un pronóstico poco alentador. Señaló que el desplome va más allá de los créditos subprime. El economista cree que se producirá un reordenamiento de la economía de la posguerra y el fin de la dominación del dólar. “Básicamente es el fin de 60 años de expansión continua del crédito basada en el dólar como moneda de reserva” dijo.
En cambio, otros especialistas consideraron que la actual crisis es una más de las tantas que ha sufrido Estados Unidos a lo largo de su historia y no dudan que en menos de un año las aguas volverán a su nivel.


¿Estamos en la antesala de un nuevo Crack?

Sería un poco apresurado hablar del fin de la hegemonía económica y financiera de occidente, como han pronosticado algunos medios, pero la actual crisis financiera internacional es de tal gravedad que varios especialistas, como Soros, anticiparon la llegada de un nuevo crack, como en 1929 tras el derrumbe de la bolsa.
El 24 de octubre de aquel año (jueves negro) se produjo una quiebra del mercado de valores de Nueva York, que provocó un prolongado período de deflación. La crisis se trasladó rápidamente al conjunto de la economía estadounidense, europea y de otras áreas del mundo. Una de sus consecuencias más inmediatas fue el colapso del sistema de pagos internacionales.
Vale aquí hacer un par de aclaraciones para diferenciar el contexto que rodeaba aquella crisis, por cierto muy distinto distinto al marco que rodea a la actual. En 1929, Estados Unidos fue el único que pudo resistir el colapso de los mercados y salir airoso del infierno. Europa como así también el resto del mundo sufrieron la peor parte de la crisis. En esta oportunidad, la crisis esta haciendo pedazos al mercado interno norteamericano, los déficit comercial y de pagos están llevando a Estados Unidos a un incomodo lugar, mientras que Europa y, principalmente, los países emergentes lograron autonomía económica lo que les ayudaría a que el efecto rebote no sea fulminante para ellos.
En rigor, si Estados Unidos entrara en una recesión, las condiciones estarían dadas para que se produjera un traslado del escenario económico mundial de Occidente hacia Asia. Y china ocuparía un lugar privilegiado en ese espectro.
Esta es una de las posibilidades que se barajan para un futuro no muy lejano, pero todo es incertidumbre hoy día, de lo que si podemos estar seguro es que las recetas ortodoxas se cavaron su propia tumba.
JM