sábado, abril 12, 2008
Paraguay: Elecciones, fiebre amarilla y un embajador entrometido
El clima electoral paraguayo se está tensando ante la posible derrota del Partido Colorado, en el poder desde hace más de medio siglo. La intromisión del embajador de Estados Unidos en la campaña electoral y la epidemia de fiebre amarilla contribuyen a crispar los ánimos.
"Miau", fue la respuesta del embajador de los Estados Unidos en Paraguay, James Cason, cuando los periodistas le pidieron que expresara su opinión sobre los dichos del principal senador oficialista, Juan Carlos Galaverna. "Miau" repitió una vez más. "Mba'embo la ha'étava (y qué puedo decir)", agregó en un perfecto guaraní. "A palabras necias, oídos sordos", remató el embajador1.
Las relaciones entre el embajador y el gobierno se tensaron desde las elecciones internas del Partido Colorado, celebradas el 16 de diciembre, para elegir candidato a las presidenciales que se celebrarán el 20 de abril. Se enfrentaron Blanca Ovelar, apoyada por el presidente Nicanor Duarte, y el vicepresidente Luis Castiglioni, amigo personal de Donald Rumsfeld y candidato preferido de Washington. Todo el aparato clientelar del oficialismo se volcó con Ovelar, que ganó por un exiguo margen en medio de acusaciones de fraude.
La escalada verbal entre el oficialismo y el embajador Cason resume el estilo de la política paraguaya. La intervención de la embajada a favor de Castiglioni fue evidente y grosera, a través del apoyo político y de grandes sumas de dinero que se canalizaron a través de organismos de cooperación. El 6 de febrero Galaverna dijo que Cason es "un embajadorcillo de cuarta" y lo tildó de "hijo de puta" y "pobre gato" porque el embajador promueve una investigación sobre corrupción contra el senador. Galaverna contraatacó: "No van a encontrar en mis antecedentes haberme metido para liquidar gente en Latinoamérica, o haberme metido en naciones extranjeras para tumbar gobiernos".
Si este es el tono de la disputa entre el senador más destacado del gobierno y el embajador de los Estados Unidos, puede imaginarse cómo se manejan los políticos en las relaciones internas. La acusación más suave es la de corrupción, que afecta en realidad a casi toda la clase política del país.
El ex obispo a la cabeza
Según todas las encuestas Fernando Lugo, de Alianza Patrótica para el Cambio, marcha al frente con un margen de entre cinco y trece puntos de ventaja sobre Lino Oviedo de la Unace (Unión Nacional de Ciudadanos Eticos) y Ovelar del Partido Colorado. Pero, a su vez, una abrumadora mayoría de paraguayos creen que será la candidata colorada la que llegará al palacio de gobierno. En efecto, pese a que Lugo cuenta con mayores chances, todos saben que una vez que el aceitado aparato colorado se pone en marcha, con su amplio reparto de favores—empleos, sobornos, dinero en efectivo—todo puede cambiar.
De hecho, los colorados nunca perdieron una votación. Su base de sustentación son las fuerzas armadas y policiales y la profusa burocracia estatal, quienes son movilizados para captar votos en base a afinidades familiares y territoriales. Pero esta vez las cosas podrían ser diferentes, por tres razones: la crisis interna del Partido Colorado, el enorme desprestigio del presidente Duarte y la aparición en escena de un candidato de centroizquierda que puede romper el eterno bipartidismo entre colorados y liberales.
A sólo 50 días de las votaciones el aparato colorado está profundamente dividido. Las heridas provocadas por la fuerte disputa interna amenazan convertirse en crisis. Sectores colorados se pasaron a la oposición encabezada por Lugo y algunos apoyan a Oviedo. En los hechos, el aparato colorado aún no se ha puesto en movimiento y es posible que no pueda hacerlo.
Por otro lado, Ovelar no consigue subir en las intenciones de voto y pierde posiciones. Algunas encuestas la sitúan tercera, detrás de Oviedo. Su apego al presidente Duarte, acusado de malversación y apropiación de fondos públicos, parece una de las principales causas del mal desempeño de la candidata colorada. Aún no se sabe qué actitud adoptará Castiglioni, derrotado en las internas y enemigo ahora de Duarte. Se lo considera el principal representante del poderoso lobby de la soja, el primer producto de exportación del Paraguay, y la postura que adopte puede inclinar la balanza.
El ex hombre fuerte de Paraguay, Oviedo, fue amnistiado de su pena de cárcel por diversos delitos, entre los cuales figura el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña en 1999, en una jugada atribuida al presidente Duarte para dividir los votos de la oposición. Sus bases de apoyo están en los extremos. Los muy ricos y los más pobres del campo son los más fieles seguidores de un candidato tosco y elemental, que hace campaña contra los homosexuales y amenaza con derrotar a sus adversarios a "votazos", con el mismo ímpetu que en 1989 derrocó a "cañonazos" al dictador Alfredo Stroessner.
Por el lado de la oposición, no escasean tampoco los problemas. Lugo se presenta en alianza con el Partido Liberal (PLRA), con quien comparte la vicepresidencia, y es apoyado por un amplio conglomerado de 15 listas que van desde la democracia cristiana hasta la izquierda fragmentada en un sinfín de candidaturas. Sólo el grupo más afín a Lugo, Tekojoja, tiene posibilidades de conseguir bancas en el parlamento, además por supuesto de los liberales. Aquí está uno de sus mayores problemas: aunque consiga la presidencia, va a gobernar en minoría en un parlamento mayoritariamente colorado. El riesgo de ingobernabilidad puede restarle votos.
Uno de los ejes de su campaña consiste en renegociar el tratado de Itaipú, la mayor represa hidroeléctrica del mundo que provee el 20% de la energía eléctrica que consume Brasil. Ese tratado, junto al de Yacyretá2 con Argentina, fue firmado por la dictadura de Stroessner en 1973 y, según el equipo de Lugo, representa un despojo de la soberanía hidroeléctrica paraguaya.
Por un lado, los tratados obligan a ceder el "derecho de compra" a Brasil y Argentina, países que han sobrefacturado la construcción de ambas represas en beneficio de sus estados y empresas y en perjuicio de Paraguay. Pero, además, los precios a los que compran la energía están muy por debajo de los que se pagan en el mercado. El precio de mercado de la energía paraguaya vendida a Brasil y Argentina es de unos 3.645 millones de dólares anuales (más del 60% del PI B de Paraguay), pero el país recibe apenas 250 millones por año3. Hasta ahora ha sido imposible renegociar los tratados, aunque parece evidente que para un país pobre como Paraguay podría ser la única forma de salir adelante.
La fiebre amarilla como emergente
Largas colas de hasta ocho y diez cuadras pudieron verse durante la tercera semana de febrero en las calles de Asunción. La población, desesperada, desbordó los hospitales para ser vacunada contra la fiebre amarilla, que causó en pocos días entre cinco y ocho muertes según diversas fuentes. En algunos sitios se vivieron escenas de pánico y se produjeron cortes de calles ante la falta de vacunas.
En 2006 la epidemia de dengue causó once muertos y puso en evidencia la ineficacia y corrupción del sistema sanitario. El último informe anual del Serpaj sostiene que en Paraguay "la salud antes que un derecho es una mercancía", pero además "una mercancía de escasa calidad"4. El 9% cuenta con seguro privado; el 12,5% aporta a la previsión social y el resto debe acudir al sistema público atravesado "por la ineptitud y la partidización impuesta por quienes lo lideran". Miles de paraguayos cruzan la frontera para recibir una atención médica digna y gratuita, algo que en su país resulta impensable.
La imprevista epidemia comenzó en plena campaña electoral, de modo que el oficialismo no puede negar su responsabilidad por el deficiente sistema sanitario como por la incapacidad para controlar el brote. El gobierno debió acudir a la ayuda internacional ya que no tenía provisión de vacunas suficientes. Fueron muchos los países donantes de vacunas, desde Brasil hasta Bolivia. Ante la ineficacia del gobierno, son los vecinos quienes a través de mingas (trabajo colectivo solidario) se encargan de limpiar los miles de predios baldíos convertidos en criaderos de mosquitos.
Todo indica que más allá del resultado del 20 de abril, Paraguay quedará firmemente alineado con los países de la región, muy en particular con Brasil. El que e ra uno de los aliados de Washington, ha dado un giro radical en los dos últimos años. A tal punto que el presidente Duarte dijo hace pocas semanas que se siente más cercano de Hugo Chávez que de Bush. La oficialista Ovelar está dispuesta a continuar la política exterior del actual presidente o de alinearse aún más con la nueva izquierda latinoamericana. Si algún cambio se dibujara en el horizonte, como el que puede surgir del triunfo de Lugo, no irá en el sentido que desea Washington. Tal vez eso explique la beligerancia de Cason.
Raúl Zibechi
El autor es editor de Política Internacional del Semanario Brecha de Uruguay; es autor de varios libros como La Mirada Horizontal, La Revuelta Juvenil De Los '90, Los Arroyos Cuando Bajan y Genealogía De La Revuelta; además de ser ganador del Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí 2003.
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