domingo, septiembre 07, 2008
Bolivia marcha hacia la resolución estratégica de su revolución
Herida de muerte por los resultados del referendo ratificatorio (ver Mazazo a la conspiración imperialista) y por el llamado a otras dos consultas similares para el 7 de diciembre, a la ultraderecha se la van cerrando los caminos para derrotar el proceso de cambio estructural y recomponer su poder.
Esa situación de derrota la vuelve más peligrosa que en los dos años y medio de gobierno de un presidente indígena, el primero de Bolivia y América Latina, que se ha tomado en serio su responsabilidad histórica. Habrá una radicalización en las clases dominantes bolivianas, particularmente en la burguesía agroexportadora y latifundista que se ha colocado a la cabeza de la oposición, para tratar de curarse las heridas y liquidar a la revolución boliviana y su líder.
Respaldada por Estados Unidos, la derecha boliviana ha ido demostrando a partir del 22 de enero de 2006, cuando Evo Morales asumió la presidencia, que pretende continuar conduciendo un país de mayoría indígena con una lógica excluyente y racista, como lo hizo durante más de 180 años.
Pocos ejemplos lo muestran de manera contundente: la Unión Juvenil Cruceñista (UJC) y otros grupos paramilitares similares en Santa Cruz y otros departamentos de la llamada Media Luna (Beni, Pando y Tarija), han puesto en marcha operativos de violencia masiva y selectiva contra dirigentes de movimientos sociales y del MAS, y han planificado acciones contra el consulado venezolano y la casa de la misión médica en Santa Cruz, así como el reciente secuestro express de seis cubanos (cuatro mujeres y dos hombres) de la cooperación médica en la provincia oriental de San Ignacio de Velasco.
Es responsabilidad de la derecha la violencia de que fueron víctimas humildes campesinos y campesinas en Sucre; el hallazgo de una casa de seguridad con depósito de armamento en una provincia de Chuquisaca; atentados dinamiteros contra la sede del MAS en Santa Cruz y las instalaciones de la Central Obrera Boliviana (COB) en La Paz; invasión de aeropuertos en Beni y Tarija para impedir el arribo del presidente Morales y al menos una decena de acciones de violencia contra objetivos oficiales.
Más significativo aún fue el intento de asesinato del presidente Morales en la ciudad de Santa Cruz, en la tarde del 19 de junio pasado, cuando dos jóvenes fueron detenidos en las afueras del aeropuerto militar El Trompillo con un fusil reacondicionado y con mira telescópica.
En todos estos casos de nada sirvió la oportuna intervención de los organismos de seguridad del Estado o la denuncia de las organizaciones sociales. El aparato de justicia, todavía en manos de la derecha, se encargó de que no pasara nada más allá de la mera indagación de hechos.
Ahora, conspiración en serio
Con este incompleto recuento del carácter violento que va asumiendo la oposición en Bolivia, se hace evidente que tras ponerse a disposición del pueblo la decisión de aprobar o desaprobar el texto constitucional, la derecha está ante un dilema: derroca a Morales o afronta una derrota estratégica.
Para derrocarlo es probable que los sectores de ultraderecha se inclinen por retomar la idea del magnicidio, para lo que ciertamente buscarán el asesoramiento y el apoyo de sus similares fuera del país. La denuncia realizada por organismos de inteligencia, de que paramilitares desplazados de Colombia han sido conectados hace más de un año para trabajar de “seguridad privada” de famosos latifundistas, es algo que no debería perderse de vista y tampoco ignorar el interés de la mafia cubano-miamense en ese tipo de operativos.
No hay otra manera de “voltear al indio”. Otras opciones como el bloqueo de caminos, la suspensión de artículos alimentarios al occidente, paros cívicos y toma de instituciones públicas, que figuran en los planes de las dirigencias cívicas y los grupos paramilitares, según han reconocido ellos mismos, pueden representar serios dolores de cabeza para el gobierno en un momento determinado, pero al mismo tiempo convertirse en acciones que le sigan permitiendo acumular apoyo social y ciudadano para el proyecto de cambio.
Han sido precisamente las acciones de ese tipo, sumadas a los bloqueos en el Congreso y en la Asamblea Constituyente, las que revitalizaron a un gobierno que aun en los peores momentos –entre julio de 2007 y mayo de 2008– nunca tuvo menos del 40% de respaldo popular, según sostienen estudios de opinión pública que con frecuencia le dan a Morales menos apoyo del que realmente tiene.
Es decir, para evitar que se realice la consulta constitucional y dirimitoria en el tema de la tierra, la ultraderecha debe apostar en serio, aunque todo indica que no tiene la musculatura suficiente para hacerlo ni las condiciones para asegurar su victoria. Dos tercios de Bolivia quieren el cambio.
El otro camino es que sectores de la derecha, principalmente de Tarija y Pando, miren la calidad de sus estatutos autonómicos, bastante similares al texto constitucional en distribución de competencias, y para evitar ser sobrepasados por la población de sus departamentos, busquen contactos y puntos de encuentro con el gobierno. De hecho, el resultado del referendo revocatorio en ambas regiones, con un 50% de apoyo a Morales en el primero y con una victoria en el segundo, constituyen datos que la oposición debe analizar con el mayor cuidado.
Es altamente probable que, en el caso hipotético de que Pando y Tarija muestren flexibilidad, Santa Cruz y Beni no vayan por ese camino. Las clases dominantes en los dos Departamentos, aun con un gobierno que cuenta con un apoyo superior al 40% del electorado en ambas regiones, tienen en sus fracciones más duras una tradición ultraderechista que, motivada por la magnitud de sus intereses en juego, parece tener la voluntad de mantener. De hecho, es con esos sectores duros que se reúne frecuentemente el embajador de Estados Unidos en La Paz, Phillip Golberg, como ocurrió el lunes 25 de agosto, reunión por la cual fue citado por el canciller David Choquehuanca.
Santa Cruz apuesta, con Beni incluido, a un proyecto separatista encubierto bajo las banderas de la autonomía. En eso tiene gran experiencia el embajador Golberg, tras su paso por la embajada de Estados Unidos en Yugoslavia y Serbia. La conspiración en serio vendrá de Santa Cruz y de la embajada estadounidense.
Las múltiples contradicciones
La recta final hacia la resolución estratégica del proceso boliviano tendrá por contradicción fundamental el enfrentamiento entre un bloque nacional-indígena-popular, que busca construir una patria para todos, y un bloque burgués-imperial-colonial, que mira con añoranza la Bolivia de los privilegios para pocos.
Los primeros saben que están cerca de lograr una hegemonía ideológica que asegurará la reproducción del proyecto durante décadas. Los segundos, salvo “ilusiones ideológicas”, hasta ahora se han mostrado incapaces de reconocer que los pueblos de América Latina caminan por una dirección contraria al individualismo, la acumulación privada, la entrega de los recursos naturales a las transnacionales, la exclusión, la anexión y la guerra como método de dominio colonial.
Pero la recta final, esa batalla decisiva de la que habla el matutino de derecha La Razón (filial de El País, de Madrid), tendrá además una contradicción dentro del desplazado bloque en el poder, entre los que pueden aceptar la nueva realidad política y tratan de perder lo menos posible, y los que se niegan a reconocer el rumbo histórico no capitalista que ha tomado el proceso y prefieren el suicidio. Los moderados, que hasta ahora han sido arrastrados por los radicales, tienen el gran desafío de dar muestras de su vocación democrática y de aportar a la construcción de una sociedad con igualdad de derechos y oportunidades para todos. Los radicales harán todo lo posible para que la muerte sea de la revolución y no de ellos.
Desde La Paz, Hugo Moldiz Mercado.
Fuente: Revista América XXl
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