lunes, julio 28, 2008

¿Quién se hace cargo de las pérdidas?


Quizá en el final -cuando su nivel de aceptación, dicen las encuestas, está por debajo de los que precedieron la renuncia de Richard Nixon- le haya llegado la hora del acierto, al menos parcial. La semana pasada, sin advertir que lo estaban filmando con un celular, George W. Bush aseguró que "Wall Street se emborrachó y ahora está sintiendo la resaca". Lo criticaron por mostrar un humor oscuro y áspero, poco apropiado para tiempos en que tantos de los ciudadanos que aún preside están luchando con la inflación, perdiendo sus hogares y temiendo que el correo les entregue la notificación del despido. Pero veamos en qué puede haber acertado.
Apenas el jueves pasado un par de informes negativos sobre un banco regional (National City) y una entidad hipotecaria (Washington Mutual) llevó a los índices accionarios hacia una nueva picada, interrumpiendo un ciclo de seis sesiones consecutivas de alza en la Bolsa de Valores. Ayer hubo una recuperación también basada en indicios circunstanciales, pero un tanto menos sólidos que los del día anterior.
¿Cuáles fueron los de la buena noticia? El índice del consumidor que confecciona mensualmente la Universidad de Michigan mostró una inesperada mejoría. Las órdenes de bienes durables también crecieron (0,8% en junio). La venta de casas nuevas declinaron (0,6%) menos de lo esperado y su valor promedio subió unos 3.000 dólares. Pero estas cifras sólo podían ser apreciadas con ayuda de una generosa cantidad de alcohol.
La confianza de los consumidores aún sigue estando bastante por debajo de la del primer mes de este año; si a los bienes durables se les quitan las órdenes para la industria de defensa el índice queda en el raquítico 0,1%, lo mismo que en mayo pasado; y en cuanto a los inmuebles, su valor permanece un 2% por debajo del año anterior.
En este juego de montaña rusa, la quintaesencia del sistema capitalista -el estadounidense- pone en juego su credibilidad. En verdad, esos "capitalismos" eran intrínsecamente débiles.
En Estados Unidos, el mito aseguraba que quien invertía ponía en riesgo su dinero y si lo hacía sin sabiduría el mercado se encargaba de obligarlo a racionalizar su patrimonio en un juego en el que los activos pasaban de manos débiles a manos fuertes. Ya no más, parece ser.
Los capitalistas estadounidenses de hoy juegan de modo diferente; un economista lo explicó recientemente con el de revolear la moneda: cara gano yo, seca pierden los contribuyentes.
Esto se aplica a los rescates de bancas como Bear Stearns -que terminó yendo a los activos de J. P. Morgan Chase con dinero fiscal- y de Fannie Mae y Freddie Mac, dos instituciones que pertenecen al "Grupo de Empresas Patrocinadas por el Estado" -esto es poseen una garantía no escrita del Fisco- exclusiva clase de firmas que alguna vez fueron creadas para incentivar el desarrollo sectorial.
La primera de esta clase de entidades destinada al sector rural data de 1916. Ahora -y salvo en el caso de crisis como la actual- han desaparecido o son enteramente privadas. Salvo, claro está, a la hora de repartir pérdidas.
¿Pero qué hubiese pasado si se hubiera intentado actuar de acuerdo con el mito? La crisis se hubiera globalizado, dicen los expertos. Los bancos centrales de China y Japón hubieran quedado atosigados de papeles sin valor de Fannie Mae y Freddie Mac donde han invertido ciento de miles de millones de dólares.
En un arco que cubre de Corea del Sur a Suecia -escribió hace poco Peter S. Goodman en The New York Times- hay bancos que tienen inversiones hechas en el mercado de hipotecas estadounidense y una caída en dominó se hubiera trasladado en parálisis y miedo y ausencia de capital al sistema financiero global.
El argumento común fue en cada caso: no puede suceder, son instituciones demasiado grandes para que caigan. Curiosamente dejarlas caer o desprenderse de empresas en dificultad fue una condición central que, desde los años 40, organismos como el Fondo Monetario Internacional han impuesto a los Estados para acceder al capital.
Aun los que no pronostican una depresión al estilo de la del 29 anticipan que por lo menos otras dos grandes instituciones deberán ser rescatadas antes que las cosas mejoren. Y si no se puede hacer la crisis será global sumándose a las de los precios de la energía y los alimentos.
Es bueno pensar en todas las posibilidades ahora porque, está visto, como lo afirmó Bush, que supo tener sus propios problemas con la bebida, no es inteligente dejar a los borrachos conducir el vehículo de la economía global, sean éstos personas o sistemas.

Por Oscar Raúl Cardoso.
Para Adentro y Afuera su blog en clarín.

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