domingo, junio 29, 2008
Pobreza: una materia pendiente para los gobiernos latinoamericanos
Muchas veces los ciudadanos comunes cometemos el error de asociar al crecimiento económico con una disminución progresiva de la pobreza. La lógica nos indica que debiera ser así, pero la realidad demuestra lo contrario y América Latina no es la excepción en este punto. En los últimos diez años, el producto bruto interno regional aumentó -algunos países superaron el seis por ciento de crecimiento anual- de manera ininterrumpida. Sin embargo, diez millones de latinoamericanos se sumaron a la lista de pobres e indigentes en los últimos seis meses.
Primera pregunta ¿por qué los gobiernos de la región no disminuyeron las tasas de pobreza si sus bancos centrales aumentaron sus reservas gracias al contexto internacional favorable para América Latina?
No cabe dudas que la reciente crisis de los alimentos alteró los datos de pobreza e indigencia repentinamente y se convirtió en una de las principales causas por las que millones de latinoamericanos se convirtieron en pobres en este primer semestre del año.
Los datos que publicó la Organización de Naciones Unidas refuerza esa hipótesis. Según la ONU, el aumento de precios de los alimentos fue del 68 %. Este incremento empujó a doscientos millones de personas a la pobreza en todo el mundo. En América Latina, en tanto, la suba de los productos comestibles rondó el 15 %, provocando 10 millones de pobres.
En la cumbre de la FAO, que se realizó en Roma, los jefes de estado de nuestro bloque acusaron directamente a los costos de los alimentos - provocado, entre otras cuestiones, por el alto precio del petróleo, la producción de biocombustibles, las especulaciones financieras, la demanda de alimentos de China e India- por este nuevo escenario mundial y responsabilizaron, de paso, a los países industrializados de fomentar la pobreza en la región por la aplicación de políticas proteccionistas y migratorias en Europa y Estados Unidos, principalmente.
En esa reunión internacional, el brasileño Lula da Silva, la argentina Cristina Fernández y el venezolano Hugo Chávez cuestionaron las medidas económicas puestas en marcha por el viejo continente y Norteamérica, pero no realizaron una autocritica exhaustiva sobre las ineficaces políticas, que sus respectivos gobiernos implementaron, para combatir la pobreza.
Primera Conclusión entonces: el elevado precio de los alimentos impactó sobre la pobreza, pero no fue la única causa del aumento de esta última en la región.
Crecimiento económico y desigualdad social.
Segunda pregunta: ¿Qué otro factor, además del aumento de los alimentos, motivó los últimos datos sobre pobreza e indigencia que avergüenzan a gran parte de los latinoamericanos?
La cada vez más distante brecha entre ricos y pobres sigue siendo materia pendiente para la mayoría de los actuales gobiernos de la región – muchos de los cuales prometieron liquidar ni bien asumieran sus responsabilidades- y otra de las consecuencias del incremento de la pobreza en Latinoamérica y el Caribe.
La pobreza e indigencia no es un tema nuevo para la región. Al contrario, nos tendríamos que retrotraer a los procesos dictatoriales de los años setenta y el neoliberal de la década de los noventa para explicar la agudización de la inequidad social y el crecimiento de la pobreza instalado desde la colonización del continente.
Estos dos momentos históricos (70/90) implicaron la desindustrialización, desalarización, desobrerización, desciudadanización, descampesinización, y enajenación de los recursos energéticos y servicios públicos básicos de la región, según denunció un estudio del programa CLASCO –CROP sobre pobreza en América Latina y el Caribe. Es decir, la concentración de la riqueza y el aumento de la pobreza para ser más claros.
En los primeros años del siglo XXI, el 44 % de la población regional (esto es, más de 220 millones de personas) vivía en condiciones de pobreza, mientras que más del 19 % de la población (casi 100 millones de personas) vivía en condiciones de pobreza extrema o indigencia.
Las políticas neoliberales aplicadas en aquellas oportunidades y responsables de millones de desocupados y millones de pobres llegaron a su final. Los gobiernos de la región abandonaron los consejos de la Casa Blanca y aplicaron políticas económicas más progresistas.
El Estado volvió a recuperar su rol y espacio en los recursos estratégicos en los últimos años. Brasil está a las puertas del primer mundo gracias a su industria y Venezuela recuperó el control de su petróleo por citar algunos ejemplos. Los recursos energéticos y alimentarios de estos países fueron claves para el crecimiento sostenido de los últimos años.
Sin embargo, la bonanza económica no se tradujo simultáneamente en una disminución de la pobreza sino que la distancia entre ricos y pobres sigue siendo abismal.
Bernardo Kliksberg, principal asesor de la ONU para la región, sostiene que la ausencia de políticas redistributivas claras y eficaces condena a América Latina como el bloque más desigual del planeta.
“Algo funciona mal- explica el economista con más de 47 libros publicados- si 10 millones de chicos actualmente en el mundo mueren por causas evitables y ligadas centralmente a la pobreza. Esto significa –según los cálculos de la ONU- un niño cada tres segundos. Son tres millones los que mueren por neumonía durante el primer mes de vida y que se podría evitar con antibióticos que salen 0,37 centavos de dólar”.
Este cuadro macabro y casi incomprensible, más en una región rica en alimentos y recursos energéticos, se debe a la falta de agua potable, hacinamiento y atención médica primaria en las zonas más marginales del continente. La ausencia de estos recursos deja en evidencia que las divisas propiciadas por las exportaciones de materia prima al exterior siguen concentrándose en pocas manos y no se distribuye en los sectores pobres.
Conclusión final: los economistas heterodoxos sostienen que la solución de la pobreza sería el crecimiento económico, en este sentido los gobernantes latinoamericanos parecen haberse encaminado, esta claro, también, que la redistribución de la riqueza haría el resto. Sólo que para este paso se requiere voluntad y decisión política.
Juan Mansilla.
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