martes, junio 17, 2008

Cultura: la última Zamba de mi esperanza



Hundido, en horizontes, soy polvadera que al viento va. Zamba, ya no me dejes, yo sin tu canto no vivo más… eran algunos de los versos que entonaba don Jorge Cafrune, casi premonitoriamente, aquella emotiva luna del festival de Cosquín del año 1978. Esa noche, durante la velada, los concurrentes le habían pedido a gritos el tema, que permanecía prohibido por las autoridades de la infame dictadura militar vigente en esos años. “Aunque no está en el repertorio autorizado, si mi pueblo me la pide, la voy a cantar”, anunció Cafrune, y comenzó a rasguear el acorde mayor que daría entrada a una de las canciones más tradicionales del folclore argentino, la Zamba de mi esperanza. Por minutos la corearon todos, entre llanto y sentimiento. Una noche especial, que devino en única, para Cafrune, para el público de Cosquín y para todos los que sintieron de alguna manera la represión militar de aquellos oscuros tiempos de la historia argentina.
Cincuenta años antes de este emotivo momento, en la finca "La Matilde" de El Sunchal, Perico del Carmen, Jujuy, nacía Jorge Antonio Cafrune. De chango nomás comenzó a progresar con sus clases de guitarra, y una vez adentrado en su juventud empezó a cautivarse por el canto sentido de la vida en el pago, del gaucho, del peón y del paisaje humano del interior, el que terminaría adueñándose casi sin piedad de su futuro repertorio. Publicó numerosos discos e interpretó temas de célebres autores como Jaime Dávalos, Eduardo Falú, Argentino Luna y, por supuesto, como no podia ser de otra manera, del legendario Atahualpa Yupanki, el gran poeta y vocero del canto de la peonada en el folclore argentino.
A fines de la década del sesenta, poco después de haber descubierto y apoyado a José Larralde en el inicio de su carrera, Cafrune viajó a España, donde obtuvo importante éxito y permaneció por varios años, hasta que en 1977 la muerte de su padre lo retornó a la Argentina. El dilema del exilio se hizo carne en esos tiempos, por los duros momentos que atravesaba el país. Sin embargo, el cantor, comprometido con su tierra, eligió quedarse en el pago entre prohibiciones y amenazas. Un año después Cosquín lo verá despedirse del gran escenario en aquella luna de 1978, entonando con la patria en la garganta las estrofas de la Zamba de mi esperanza.
Lamentablemente, días mas tarde, en la madrugada del 31 de enero de 1978, Cafrune serìa víctima de un supuesto choque nunca esclarecido en la ruta, cuando cabalgaba hacia Yapeyú en un homenaje que le ofrecía al general don José de San Martín. Jamás se pudo saber con exactitud lo acontecido en aquel extraño accidente, pero la hipótesis de un atentado político emerge como la más probable y atroz explicación. Fallecería allí un hombre amado por su gente, cantor del pueblo, el hombre que no se refugió en el exilio a pesar de tantas amenazas, quien optó por seguir cantando su verdad en su tierra, donde sintió que más lo necesitaban.

Por Alejandro Orlando.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena nota Sr. Alejandro Orlando.
Saludo atte.

Hilario Trani

Anónimo dijo...

Muy bien escrita esta nota!
Me gustó el estilo de detener el relato, para contar su historia y luego volver a su triste destino.

Buscador de Utopias dijo...

Capo, espero que sigas publicando, muy bueno el texto.

Saludos!!
Seba