Voces. Niños que corren, cantan, bailan y actúan. Algunos apenas empiezan a pronunciar sus primeras palabras, otros garabatean sueños en papel. Voces que en el silencio de la villa empiezan a hacerse escuchar.
La asociación civil Voces de barro es un grupo que desde hace 4 años, mediante diversos talleres y eventos, intentan alcanzar la inclusión social de niños, adolescentes y adultos en condiciones sociales adversas. Actualmente trabajan en un galpón que funciona como centro cultural y que ellos mismos ayudaron a construir en la villa 31, además de talleres que funcionan en el barrio porteño de Balvanera y Soldati. Las tareas son muchas y como sucede en muchos proyectos similares es todo a pulmón. Sin embargo empezaron 2 y actualmente trabajan 40 voluntarios con una llegada a más de 200 personas que son beneficiadas con los talleres. Anamalia Hernadez Cruz es cubana y desde que llegó hace 2 años al proyecto no se detuvo, por esa razón destaca el crecimiento del grupo: “No sólo evolucionamos un montón sino que hay un gran grupo humano y eso es fundamental para una organización y para poder cumplir nuestros objetivos, que al principio eran chiquitos y ahora hasta donde demos, plantearse y llegar”. Rocío, de 20 años y que fue una de las primeras que empezó con el taller de apoyo escolar en casas de la villa, detalla: “Voces de barro está organizado por coordinadores de cada taller, hacen reuniones mensuales para hablar de las inquietudes y miedos y problemáticas que se presentan. Está formado por una Comisión directiva, grupo de coordinación general y los diferentes grupos de trabajo en cada lugar”. Algunos talleres son de dibujo y pintura, cuentos, plástica, cine y apoyo educativo. El taller de teatro es muy interesante y niños desde los 2 años de edad hacen pequeñas escenas de obras y juegos que plantean los coordinadores. En la villa 31 se pueden escuchar distintos idiomas en el pequeño aula donde se dicta el taller: niños hablando no sólo castellano sino también guaraní y quechua.
Resultados a la vista
“El objetivo primordial es mediante los talleres brindar la mayor cantidad de herramientas posible para gente que vive en situación de vulnerabilidad para que puedan insertarse en la vida laboral y tengan su propia manera de autovalerse” cuenta Anamalia. Y un claro ejemplo de que van por buen camino es la escuela de música de Soldati, donde adolescentes sin ningún tipo de formación pero con inquietudes artísticas, en este caso musicales formaron dos bandas. “Los Chicos habían abandonado el secundario, muchos metidos en el alcohol, deprimidos, pero tenían inquietudes por la música. Empezaron a tocar guitarra y algunos instrumentos y terminaron armando un grupo. Ya tienen presentaciones. Hay una de melódicos y de cumbia, ahora hay muchos que se quieren preparar para entrar en el conservatorio. Además se juntan a ensayar los sábados y mediante eso se generan muchas mas cosas. Muchos de ellos encontraron su vocación. Lo importante es que aprendan a comunicar lo que sientan, que quieran insertarse y tengan con que”. Además de los talleres Voces de barro presentó al Ministerio de trabajo varios cursos para la inserción laboral los cuales ya fueron aprobados y prontamente puestos en marcha en el marco del programa Jóvenes con futuro, entre ellos electrónica y serigrafía. También articulan con otros grupos del barrio como la escuelita de fútbol y el grupo de modelaje. En general los colaboradores son voluntarios y por lo tanto eso implica rotación, a pesar de haber un grupo constituido, como el caso del actor Rahul Parikh, quién estuvo un año en el país y en estos días regresa a Estados Unidos. “No quería quedarme con la visión turística de Buenos Aires ni pensar el arte como algo individual, así que cada sábado vine a ayudar al taller de teatro y aprendí mucho de los chicos y de sus realidades. El arte es transformador en todos los sentidos”.
Para más información www.vocesdebarro.blogspot.com
Por Matías Tisocco
Publicado en El Espejo de Argentina y el mundo - edición noviembre
www.elespejodeargentina.blogspot.com
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